Enviado por Jose el
Aquí llega Condemor
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Cada día, cuando volvemos del trabajo en el autobús, mi socio y yo tenemos uno de esos momentos de catarsis e inspiración que traducido al lenguaje de la gente normal podríamos llamar envidia cochina. Hay una tienda al lado de la Sagrada Familia que sólo se dedica a vender jamón y siempre está lleno de turistas ávidos de meterse los cuatros traseros secados y curados dentro de la boca. Un negocio simple, compra y vende jamón a gente con ojos rasgados y parece que le va bastante bien porque abre cuando le apetece, o casi podríamos afirmar que sabe cuando vendrán los autobuses cargados de gente con ganas de gastar y abre la tienda para satisfacer las necesidades de ese mercado y a un precio que no sabes si te da una factura o su teléfono móvil.

Pol y yo nos hemos pasado tres años estudiando el mercado, analizando las tendencias, hablando con los profesionales más destacados, haciendo planes de negocio y sesudas propuestas en cientos de presentaciones con otras tantas hojas de cálculo definiendo los márgenes, el crecimiento, los costes… Miles de horas condensadas en no más de doscientas megas de ficheros de diversa índole y, a pesar de todo este tiempo, seguimos sufriendo como el primer día para mantener un balance equilibrado y no ser estas start-ups que queman dinero como el que come uvas. Mientras tanto, esta buena persona ha tenido una idea simple, abrir una tienda de jamón cerca de dónde pasan turistas y no se ha liado a buscar inversores, aceleradoras y toda el circo que siempre va asociado al emprender y que siempre tienes la sensación de que los únicos que hacen negocio son ellos.

Pero esto no es todo, si ya la situación ya nos tiñe de verde la piel, lo que nos acaba de rematar es la natural chulería que tiene esta persona. Su tienda no se llama El paraíso del jamón ni nada por el estilo, se llama Especialista con jamón, es que ni siquiera es especialista en jamones, sino que el mismo lleva una pata de estas -supongo que debajo del brazo- y va por ahí haciendo negocio y viviendo su vida tranquilamente sin tener que responder a inversores ávidos de ROI de más del veinte por ciento.

A pesar de toda esta envidia, debo reconocer que es parcialmente sana, es un campeón que hace negocios como antes y encima con un alarde, no tanto de su capacidad como empresario, sino de si mismo: especialista CON jamón. Realmente un genio.

Quizás deba cambiar mi perfil en linkedin y escribir alguna con alguna preposición que a la vez desoriente a los visitantes y les de una imagen de que soy de lo mejor que ha parido madre. No se frase fuera podría usar porque hay tantas opciones, a, ante, cabe, con, contra, quizás Jose el especialista para gurus, o jardinero de hackers para que me pregunten que significa y decirles que los riego, entonces crecen y me convierto en un Grower Hacker.

Las posibilidades son infinitas y definitivamente menos amplias que los negocios que funcionan sin hacer tonterías. Es que miro atrás y veo todas las horas y aunque no me arrepiento porque he aprendido, la correlación entre mi sabiduría y mis finanzas es casi negativa: cuanto más se menos dinero tengo. Si viviera solo y sin nadie que dependiera de mi, firmaba sin dudarlo, pero cuando eres padre de familia y tienes dos enanos que tienen la mala costumbre de comer, vestirse y sobretodo, decirme que me quieren mucho. Me gustaría aprovechar estos años que me quedan antes de que lleguen a la adolescencia para poder compensarles con el amor incondicional que tengo como padre, y además, darles los bienes básicos que necesitan -los caprichos van por otro lado.

La moraleja de todo esto, hay ideas que son buenas sin invertir dos años en análisis y otras que son un desastre sin tener que sacar la calculadora. En medio de este abanico, hay algunas que funcionan gracias a la implementación, otras al marketing y otras a producto, pero las mejores son las que caen en la primera categoría, sobretodo si puedes sostenerlas tu mismo y sin la intervención de terceros.

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