Enviado por Jose el
The Distinguished Gentleman
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Si me memoria no me traiciona recuerdo hace unos cuantos años, en las elecciones a los EEUU, se creo un movimiento en contra de uno de los candidatos -es lo que tenemos, aprendemos primero a sumar pero nos obcecamos en restar. La mujer de uno de los candidatos estaba relacionada con la empresa Heinz y querían lanzar una marca de Ketchup para competir con ellos con el eslogan de USA first o alguna parida por el estilo.

Está claro que la iniciativa fracasó de forma miserable pero no tanto por la ideología que había detrás sino porque a un gran porcentaje de la población no le gustaba el Ketchup sino la salsa roja que estaba dentro de los potes Heinz. Del mismo modo que usamos nombres de marcas como sinónimo del objeto en si mismo, kleenex por pañuelo, algunas de ellas han conseguido establecerse como el producto a pesar de que en su composición no se sigan las normas que lo califican como tal.

Yo no soy inmune a este tipo de asociaciones, para mi los refrescos de Cola son de Coca-Cola y no intentes ponerme algo distinto que te lo tiro por la cabeza, me pasa lo mismo con el agua con gas y cada vez que pido uno en un restaurante y me traen alguna marca alternativa mi nivel de ira pasa de cero a cien en menos de dos décimas de segundo. No tengo una explicación razonable, he asociado un producto a una marca y no me cabe en la cabeza que la gente siga negando la superioridad de mis preferencias y opte por sucedáneos que no merecen ni la tinta con la que se escribe su nombre.

Por suerte, esto me pasa con tres productos muy concretos, los ya comentados y la mahonesa Hellmans y no sufro de lo que se llama efecto halo[1] y el resto de productos de estas empresas no activan ningún tipo de reacción en mi subconsciente y tanto puedo comprar su marca como las de la competencia.

El problema es cuando sufres en tus carnes este proceso asociativo y por definición todo lo que haga esta empresa se convierte en un objeto de culto. Este fenómeno lo he vivido intensamente en el mundo de la tecnología, quizás porque es el que toco más a menudo, pero tienes horas de personas glorificando todo lo que toca una empresa independientemente de que sea un desastre de proporciones bíblicas, carezca de toda ética o directamente no sirva ni para envolver el bocadillo del desayuno.

Quizás está relacionado de alguna forma con lo que comenté en el pasado post[2] y algunas de estas referencias vienen ya de nuestra niñez pero en mi caso no creo que existiera mahonesa Hellmans en mi niñez, y menos que mi madre comprara estas cosas porque era más partidarias de hacerla en casa. Pero sea por una razón u otra, vemos que un marca se convierte en la referencia, está en el top mind of consumer que dirían los sajones, más allá de cualquier procesamiento lógico.

Dicen los economistas, ahora que se han dado de bruces con la realidad, que los hombres somos muy poco racionales a la hora de tomar decisiones, sean financieras, románticas o si usamos boxers o slips. Lo que la lógica y los datos dicta como la solución ideal es siempre desplazada por razonamientos de último momento, datos irrelevantes que pasan a ser fundamentales, y todo con el único objetivo de justificar una decisión que ya teníamos tomada de antemano y para la que estamos construyendo un argumentario, endeble pero argumentario al fin y al cabo.

Y esta es la gracia y desgracia del sustantivo masculino porqué, en la mayoría de ocasiones no tenemos ni idea pero con nuestra pequeña obsesión de justificarnos nos montamos teorías peregrinas. Con suerte, a veces eres consciente de que no vas a conseguir nada más que un dolor de cabeza optas por aceptar ciertas realidades, no las entiendes pero asumes que toca convivir con tus momentos irracionales e intentas no tomar demasiadas para no acabar haciendo alguna locura.

De todos modos, que bien sienta tomar decisión decisiones irracionales, ilógicas y dejarse llevar por el momento para disfrutar de la vida, que al fin y al cabo lo único que nos vamos a llevar son esos recuerdos, esos momentos locos y geniales. Además, como ya sabéis, uno de los mayores arrepentimiento que podemos tener cuando somos mayores es el de no habernos arriesgado.

[1] El efecto halo” De psicología. 2011-04-11

[2] Salgado, Jose “Dejar que los niños se acerquen a mi”. anorta. 2016-08-17

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