Saber escuchar
por Jose SalgadoRecuerdo hace ya mucho tiempo que la empresa dónde trabajaba le dio por gastarse los cuartos en un seminario de management. Los de RRHH tenían la intención de mejorar como gestionábamos a nuestros equipos y reforzar nuestras capacidades de liderazgo, de gestión y todas esas cosas que se le supone a una persona que tiene trabajadores a su cargo.
A pesar de no ser norteamericanos, que son muy dados a sobreexcitarse con estas cosas, a la gente se le veía un brillo de emoción en los ojos y no se si era porque nos pagaban un curso por primera vez o porque estaban realmente comprometidos con los profesores que nos tocaron.
La verdad es que parecía que estábamos en un concierto y solo faltaba tirarle los calzoncillos al pobre señor que estaba ahí soltándonos un discurso, todo eran vítores, levantaban la mano cuando preguntaba, en resumen, parecía una clase llena de el clásico niño repelente que le hace la pelota a la profesora.
A media sesión uno de los ponentes nos planteo un ejercicio, uno de los trabajadores había bajado de rendimiento de forma brusca y nos dio un sistema de cuestionarios al estilo de monta tu aventura[1]. Como todos tenían la motivación que se les salía por la oreja empezaron como locos, pero al final, a pesar de estar motivados y concienciados ninguno de ellos consiguió adivinar que le pasaba al pobre trabajador y la historia finalizaba con un bonito finiquito.
De todos los que calentábamos la silla en esa sala sólo uno consiguió dar con la respuesta, o mejor dicho con la solución que permitía solventar el problema con el trabajador y volverlo a convertir en un elemento productivo e imprescindible en nuestra empresa. Esta persona, que podría ser yo pero que queda mal decirlo, solo tenía un mérito y es que tenía paciencia y sabía escuchar.
Los otros directivos no paraban de hacer preguntas, de buscar como locos una justificación, presionando al pobre trabajador ficticio y en cambio, el que supo escuchar, supo ponerse en la piel del otro, y sobretodo, fue capaz de esperar a que se abriera a él y le contara lo que realmente le preocupaba. Para más datos, lo que le preocupaba era una absoluta parida, pero como cada cual es hijo de su madre y de su padre, cada uno de nosotros nos tomamos como podemos, más que como queremos, lo que nos va ocurriendo en la vida.
¿Y todo esto a que viene?, que muchas veces no escuchamos para entender la posición del otro, sino que ponemos las dos orejas para buscar argumentos con el que rebatir la opinión del otro, no usamos su historia para realizar el camino que nos lleve a lo que realmente están pensando, sino en buscar un atajo para encontrar la solución que más nos interesa a nosotros.
Este es uno de los problemas que a veces nos encontramos cuando lidiamos con personas, entre que no sabemos traducir lo que pensamos a lo que queremos y que el que nos escucha entiende una cosa distinta y hace otra totalmente distinta, la comunicación es un elemento complejo, pero fundamental para la especie humana ¿que haríamos sino pudiéramos expresar lo que queremos?.
Uno de los ejercicios más relevantes que he visto sobre este tema consistía en explicar una necesidad a una persona y esta tenía que explicárnosla de nuevo para ver si nos había entendido. Parece sencillo pero para sorpresa de muchos, y la mía incluida, se necesitaban varias interacciones para que el mensaje quedara totalmente claro.
Ahora pensar la cantidad de instrucciones que damos sin pedir feedback, sin estar seguros de que nos han entendido o si nos hemos expresado correctamente. Creo que si sumamos al final del día hay cientos de peticiones que van de arriba abajo sin la más mínima comprobación. Si lo miramos con esta perspectiva es maravilloso que los proyectos salgan bien, pero es más debido a que ponemos más horas de las necesarias repasando y corrigiendo instrucciones que no se definieron bien desde un principio
Por esto me hace gracia cuando me hablan de evaluaciones y demás técnicas, suenan bien y parecen más personales que el uso puro de los datos que puedan salir de un ERP, pero visto lo visto, creo que pecamos de lo mismo con el agravante de que en esta entrevista vamos con ideas predefinidas y nos dejamos influenciar: el que nos cae bien, el antipático, el feo, el guapo, etc… y todo esto va a marcar que número final va a salir reflejado en el informe.
No me parece muy justo, quizás deberíamos aprender a escuchar primero antes de lanzarnos a evaluar a otras personas porque sino somos capaces de conocerlas nunca entenderemos porque hacen lo que hacen.
[1] Un libro en el que eras el personaje y podías ir escogiendo que hacías, y en función de la elección tenías que ir a una página u a otra.
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