Enviado por Jose el
Hello Dolly
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Que bonita es la realidad, con sus matices, sus colores, sus sonidos. Esa realidad que siempre nos rodea y nos da la seguridad de existir en un mundo que compartimos con otros millones de seres humanos. Pero lo que nosotros creemos que es la realidad no siempre es lo que los demás entienden como real, existen discrepancias, a veces sutiles y a veces insalvables entre lo que es real y lo que no es real.

Desde que hace mucho tiempo empezamos a segmentar los procesos de adquisición de conocimientos hemos separado la sensación, percepción, memoria a corto, memoria a largo y las amplias posibilidades de sesgar el proceso y la fijación de la información en cada uno de los procesos.

Esto ocurre desde los parámetros más simples como cual es la mejor comida del mundo[1] hasta si el cielo es azul o si el acusado estaba presente en el momento del crimen. Todos tenemos un criterio, un proceso y por supuesto, una conclusión, y cada una de estas fases puede ser alterada, modificada o reconstruida en función de como se presenta, como funciona la sociedad que nos rodea o como nos plantean la pregunta para que, sin ser conscientes, demos la respuesta que queremos y no la que realmente es.

Quizás es por esto que cuando intentamos solucionar un problema dedicamos más tiempo a definir el problema que a buscar la solución. Es lo que normalmente se usa en gestión para que el problema se enquiste de forma permanente y sólo se avance gracias a la intervención milagrosa de una sola persona. El fenómeno es simple, como cada uno tiene una visión de la realidad -y ya ni entramos en los intereses- el tiempo dedicado a definir el ámbito y la extensión crece exponencialmente con cada persona que se incorpora, con lo que al final es imposible gestionar tantas diferencias y solo se soluciona cuando aparece una persona con mando en plaza que ordena ejecutar una solución. Quizás sea la equivocada o quizás no, pero como mínimo se avanza hacia algún lugar que antes era imposible por la falta de consenso.

No pongáis caras raras seguro que habéis visto como esto os ha pasado en más de una ocasión y que era imposible avanzar porque una o varias personas se dedicaban de forma obstinada a presentar unos datos que o no eran relevantes o que no eran significativos, desviando el foco hacia otro lugar que no necesitaba atención.

Para desencallar este tipo de situaciones sólo veo dos soluciones, o bien se añade a una persona con vara de mando -o sea que sea un jefe- o bien alguien tenga la capacidad de seducir al resto y vender que su visión es la correcta.

En el primer caso tendremos un desastre asegurado a largo plazo, pero como mínimo se irá avanzando bajo el concepto ordeno y mando. Una persona que viene con el aura y las capacidades de jefe impone directamente su punto de vista, ordena al resto que toca hacer y todos callados y sin dar su opinión porque no hay tiempo que perder. No convence pero vence. Pero como ya he dicho esta es la mejor receta para quemar la moral del equipo y que la gente prefiera no expresar su punto de vista porque no va a servir para absolutamente nada.

En el segundo caso, una persona consigue aglutinar al resto para que acepten su definición y su solución. Es un proceso de seducción y de afiliación en la que se convence por argumentos, por emoción y por todas las variables que pueden afectar en la toma de decisiones. Es capaz de escuchar, sumar las opiniones ajenas y construir una solución que incluya a todo el equipo. Esto suele ser más lento, pero garantiza una cohesión del equipo y un recorrido más largo así como una solidez más importante ante las posibles desviaciones que tengan nuestra definición de realidad.

Por supuesto, existe una tercera opción, que tengas a un trabajador que sea capaz de seducir y además a un jefe. El desastre es perfecto, porque el seductor va a aglutinar a todo el equipo entorno suyo y el jefe va a despreciar todo ese trabajo de equipo para imponer su versión. Esta es la peor de la situaciones pero es la que se suele dar por una sencilla razón, en los grupos siempre acaba surgiendo un líder, normalmente informal, sobre el que el resto interactúa y a la que añadimos personas que cortan este rol por imperativo legal más que por convencimiento, se produce una reacción similar a lo que ocurre en las dictaduras, la gente obedece pero con muy mala gana y los resultados tienden a ser muy pobres.

[1] De esto no yo no tengo ninguna duda, arroz a la cubana.

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