Enviado por Jose el
V for Vendetta
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Todos tenemos un jefe, una persona que está por encima nuestro y nos puede hacer la vida imposible o convertir nuestro entorno laboral en un paraíso. Pensamos que a veces lo mejor es no tener jefes y no tener que obedecer a nadie, o incluso llegamos a soñar que por algún milagro nos nombran el CEO de una empresa y que ahora somos nosotros los que cortamos el bacalao.

El error es de bulto y considerable, un CEO responde ante un consejo de administración y ha de acatar las indicaciones de sus inversionistas. Por otra parte, si nos creemos toda la historia de la marca personal y nos lanzamos a esto de emprender o ser autónomo, nos daremos cuenta que quizás nuestros jefes no lleven el título de Chief, pero que sin duda tendremos jefes: será el banco, será el cliente, será la administración, pero siempre tendrás a alguien con poder suficiente para que tu vesícula biliar trabaje al máximo de su capacidad.

En estos tres escenarios, veo tres formas de transmitir las órdenes y las necesidades, ya sean tuyas o de tus jefes -con título formal o no-. Puedes obligar, puedes informar o puedes convencer, y aunque el objetivo es común en las tres opciones, hay una diferencia sustancial en como se distribuye y se ejecuta el proceso.

Por suerte para la mayoría de nosotros, no suele ser habitual las personas que funcionan bajo el parámetro de obligar. Creen que por el mero hecho de ostentar un cargo son infalibles y que no hay que realizar ningún esfuerzo adicional porque su palabra es la ley. Ellos hablan, dicen lo que se ha de hacer y como y la gente escucha, toma notas, asiente y si tiene dudas se las guarda porque no conviene contrariar a la autoridad suprema.

En estos casos, los trabajos puede que salgan o puede que no, pero al no existir margen para el desarrollo del equipo lo más habitual es que se trabaje bajo mínimos, no se busque la mejora con la excusa de sino lo ha dicho el jefe esto yo no lo toco, y por supuesto, errores y más errores que conlleva la consiguiente bronca convertida en despidos, expedientes o humillaciones públicas. No aceptan que quizás la equivocación ya venía desde el principio y por supuesto, alguien ha de pagar por ello y hemos de dar gracias de que se ha abolido la inquisición porque sino, otro gallo cantaría.

Los que tienen la desgracia de caer en estos parámetros suelen vivir con bastante ansiedad ya que han de cumplir objetivos que suelen ser inalcanzables, no se les tiene en cuenta a la hora de mejorar o desarrollar el producto y por supuesto, no tienen ningún tipo de plan de carrera o de formación. Queda claro que la rotación en estas empresa no es que sea alta, sino que parece que se trate de una empresa de contratos por relevos más que cualquier otro tipo de sector.

Los segundos en aparece son los que informan, les podríamos llamar los señores teletipo porque se limitan a leer el email que han recibido, el memorandum o reproducen la última llamada de quien sea su otro superior. A diferencia del anterior, que no da opción a opinar, con este si puedes pero con la salvedad de que en el fondo, no te va a hacer caso ya que solo escucha a los que están por encima suyo. Para más desgracia, tampoco funciona como canal bidireccional de información porque todo lo que le puedan decir lo tiende a olvidar. Por suerte, si te cae un jefe de este estilo, el equipo puede organizarse sin que le molesten, mejorar estrategias y sacar el proyecto a tiempo y sin fallos. Eso sí, esto sólo funciona cuando tienes un buen equipo y un buen gestor de equipos dentro de manera informal. Lo malo, es que esta persona acaba por marcharse ya que no se le reconoce el trabajo, ni verbal ni en sueldo, y lo que antes funcionaba puede convertirse en el rosario de la aurora.

Por último, la rara avis, los que son capaces de convencerte. Son aquellos que motivan a su equipo y les presentan argumentos lógicos y emotivos para ejecutar un proyecto, saben escuchar, saben añadir las opiniones valiosas y sobretodo, respetan y valoran a su equipo. Estos jefes son los que convierten los imposibles en realidades y que hacen milagros, aunque quizás con estos tarden un poco más. Los reconocerás pronto porque todos están motivados, dedicados, reciben formación y funcionan como realmente como una unidad, valorando las cualidades específicas de cada uno para hacerlas destacar.

Yo he tenido de los tres tipos de jefes, y aunque si tu alma es de funcionario la mejor opción es la segunda, os aseguro que nunca os vais a divertir, aprender y crecer como profesionales como con el tercero.

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