Enviado por Jose el
Si hay mapas y si hay límites
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Es cierto que como frase, la idea de sin mapas y sin límites queda muy bien. Está muy en sintonía con esto del coaching, mentoring o vete tu a saber que otro anglicismo, pero por muy bonita que quede la frase en un power point, cualquiera que tenga dos nociones de cualquier cosa sabrá que si hay mapas y si hay límites.

Esta filosofía de ignorar a más de dos millones y pico años de vivencias, experiencias y conocimientos de toda la humanidad y ponerse en plan bricomanía a construirlo todo de cero y con nuestras propias manos desnudas me parece una locura intelectual, un esfuerzo vano, y sus resultados más que discutibles.

Te gustará más o te gustará menos, pero todos somos productos de nuestro mapa social. No tendríamos este concepto del amor sino hubiéramos pasado, como civilización, por la época del romanticismo con su manía de verlo todo como una tragedia y como un sufrimiento que nos ha de conducir irremediablemente hacia una muerte agónica, seríamos incapaces de entender el modelo de democracia sino hubiera pasado por encima nuestro el renacimiento, y así con cada una de esos pequeños detalles que pensamos que es lo más normal del mundo. Os equivocáis por completo, el resultado de hoy es producto de las sumas del ayer, y sobre esta ecuación tenemos que expandir o redefinir nuestra propia escala de valores, pero siempre partiendo de dónde estábamos. No se puede crear nada desde cero, a no ser que seas una partícula cuántica pero eso es otra historia.

Así que si te gusta la frase fuerza de Sin mapas, te recomiendo encarecidamente que estudies el mapa que te ha tocado vivir, y sino te gusta lo intentes cambiar, pero no cojas una hoja en blanco y te pongas a dibujar lo que gustaría que fuera porque por mucho que te haga ilusión tener un piso cerca de dónde vive Papa Noel, el polo norte sigue estando bastante lejos de Vallecas.

Y que te puedo decir sobre los límites, existen. Fastidia tenerlos, sobretodo si es en un examen de matemáticas y vas más perdido que un existencialista en una convención de catecúmenos, pero están ahí. Curiosamente, y del mismo modo que con los mapas, la tendencia es a pensar que no hay límites, y que si los hay no se nos aplican a nosotros. No se si existe alguna base científica al respecto o simplemente nos lo creemos porque hemos sido tocados por el dedo de Dios, y aunque muchos afirme que todos llevamos un pequeño Dios, ese argumento por si sólo no es suficiente para romper los límites. Los hermanos Wright quería romper un límite y no se lanzaron de un acantilado convencidos de que podían volar, se pasaron media vida estudiando ese límite para poder superarlo.

Porque esta es la clave, los límites existen pero no se pueden romper, se pueden rodear. Un ser humano no puede volar, nos podemos poner todo lo marketinianos que queramos pero no va a volar a no ser que se exceda con el ácido lisérgico, lo que si puede hacer es buscar una manera de sortear ese límite, aplicando nuevas técnicas, tecnologías o modificando los parámetros iniciales.

Pero de nuevo, para poder sortear los límites hay que estudiar, ser capaz de esfuerzos constantes y prolongados y tener la capacidad de recuperarse de los reveses que la realidad insiste en ponernos cada día para comprobar nuestro compromiso.

Otro detalle interesante es esta filosofía de ir retando a las personas y querer cambiar el mundo. Yo no me veo con ganas de ir acosando a la gente con preguntas existencialistas para que piensen, seamos serios. Imaginaros que estáis en la plaza comprando y empezáis a preguntar a la pescatera: ¿Todo pasa o todo permanece?, ¿el concepto es ontológicamente superior al objeto?, ¿a cuanto va la merluza?, la verdad es que no y os recomiendo no hacerlo si no queréis que os den dos guantazos en toda la cara con una caballa. Lo sensato sería retarte a ti mismo y si hay alguna persona que le interesa el camino que has tomado, aconsejarla, guiarla, ser su Sócrates -el filósofo no el futbolista, que ya veo como os tira la afición balompédica- y que el pueda ser el nuevo Platón -aunque a mi me gustaba más Aristóteles-.

Sobre cambiar el mundo, ya lo dijo John Lennon en su canción Revolution, ¿quieres cambiar el mundo?, enséñame los planes. Porque quizás tu quieras, pero yo no. Y si quieres hacerlo explícame el porqué y como, porque las revoluciones son divertidas si las lees en los libros de historia, pero vivirlas en directo sin comerlo ni beberlo hacen menos gracia. Y es más, no hay nada más cansino que el cambio por el cambio, así que ten claro a dónde quieres llegar.

Para finalizar, quiero insistir en el concepto del éxito. A pesar de tener mucha filosofía basada en ignorar al resto del mundo para hacer lo que nos apetezca, veo que seguimos basando el concepto del éxito en compararnos con otras personas. Y no es por parafrasear a Ana Botella, pero eso es comparar peras con manzanas. Cada persona es distinta de la otra, afortunadamente, y por consiguiente comparar sus logros es valorar más los celos que el camino que han tomado. El éxito es un concepto puramente personal e individual, y es tan sencillo como conseguir ser la mejor versión posible de uno mismo. No hay que compararse con nadie. Si puedes inspirar a un millón de personas pero solo has conseguido hacerlo con cien mil has fracasado, pero si sólo puedes inspirar a cuatro y lo consigues, eso es el éxito, has llegado tan lejos como podías. Comparar al del medio millón con el de cuatro personas es injusto, el triunfador, el que ha tenido éxito de verdad has sido la segunda persona, aunque numéricamente nos parezca que no.

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