Algo huele a podrido en la nueva economía
por Jose SalgadoLa semana pasada tuve la suerte de poder asistir al último Update de Infonomía, concretamente el número 10. Según ellos mismos este sería el último y francamente es una lástima porque para la gente que no está en el día a día de seguir tendencias, innovaciones y nuevos espacios para los negocios era una buena forma de estar actualizado sin tener que cribar miles de noticias. Simplemente tenías que ir a la conferencia y sentarte para que te dieran un esbozo de lo más relevante que había ocurrido y lo que podía ocurrir. No voy a mentir, este último update fue tan o más interesante que los anteriores, pero habían un par de ideas que flotaban en el fondo que no me han acabado de convencer, y son las que después de unos cuantos días, me han animado a escribir este post.
Durante toda la sesión se respiraba un aire a nueva economía que se podría basar en el compartir. La sociedad de consumo está llegando a su fin y una nueva filosofía de prosumidor, consumidor o pringado (depende si te apellidas Borbón o no) estaba empezando a emerger. La nueva filosofía era compartir, reciclar, fabricártelo tu mismo, alquilar y por último, comprar. Esto es debido a una nueva conciencia social y cosmogénica sobre los finitos recursos de la tierra y una nueva harmonía entre nosotros mismos como especie y con la madre tierra.
Nos empezaron a dar ejemplos de negocios basados en estos ideales, y uno de los cuales era una web dedicada a trabajos específicos como montar muebles de Ikea, ir a buscar a los niños al colegio, etc.. La idea es que la gente o no tenía tiempo o no sabía como hacerlo y por otro lado otro grupo de personas que si tenía el tiempo o el conocimiento, lo hacía a cambio de un importe más pequeño. La presentadora estaba superexcitada con esto, según ella, las personas al final se volvían tan buenos que se convertían en profesionales por la demanda que tenían. En este momento un click hizo en mi cabeza… vamos a ver, estas personas, en vez de contratar a un profesional que se dedica a estos menesteres, van y pagan un precio mucho más económico a otra persona sin saber si es bueno y sin tener garantías, se conoce que el fulano no lo hace mal y consigue hacerse un nombre tirando los precios. El profesional, el que se dedicaba a esto, ve que ya no tiene clientes y le toca cerrar y dedicarse a vender hamburguesas en el McDonalds. Mientras tanto, el que otrora fue un aficionado se convierte en profesional pero con precios más bajos. Y claro, esta rueda puede seguir y seguir, porque siempre puede aparecer otro que lo haga más barato y volver a expulsar del negocio al nuevo profesional.
Esto da que pensar, la nueva economía, la nueva conciencia consiste en usar aficionados a precios extraordinariamente bajos para que los profesionales acaben cerrando su negocio. No lo acabo de entender. Yo siempre he pensado, y la experiencia me ha enseñado, que si quieres algo bien hecho te toca llamar a un profesional y pagarle lo que vale, pero resulta que ahora estamos en un modelo que lo que buscamos no es un mundo sostenible, sino un mundo donde los costes se reduzcan independientemente de la calidad del servicio recibido.
Siguiendo con esta línea se habló de Airbnb, donde millones de personas ponían sus casas a disposición de la gente que quisiera usarla, un ejemplo de compartir que estaba perfectamente alineado con la nueva filosofía que nos venía encima. Y le parecía escandaloso que las ciudades intentaran frenar esta nueva forma de entender la vida porque para ella era lo más bonito que había parido madre después de la tortilla de patata. Otra vez ese click en el fondo de mi pensamiento. ¿Compartir?, ¿no querrá decir esta señora subarrendar una habitación sin garantías legales a un desconocido? Yo juraría que unos pagan y otros cobran por este servicio, aquí no hay nada que se parezca a compartir, al menos en la versión new age del término. Y sobre la manía persecutoria de las ciudades, ¿sabe esta señora la cantidad de leyes y normativas que ha de cumplir un hotel?, ¿sabe que tipo de seguros ha de tener contratados?, ¿quién es responsable en Airbnb si algo va mal? Que narices con lo de compartir, es ganar dinero con un realquilado y por otra parte, es ir de viaje pagando lo menos posible. No veo por ningún lado la magia del compartir.
Y este proceso de explicación y click en mi subconsciente se repetía constantemente durante toda la conferencia. Al final, mirándolo con ojos fríos, todo se resumía en dos conceptos, obtener ingresos extra y reducir costes, el resto es pura charlatanería. No somos mejores personas, no tenemos más conciencia y no somos diferentes en absoluto a los seres humanos que vivían en los sesenta y setenta que derrochaban energía y petróleo. Somos como somos porque las circunstancias nos han obligado a reducir gastos y buscar vías alternativas de ingresos.
Todo esta palabrería me recordó a una frase que no se quién soltó sobre la privacidad en internet, que más o menos venía a decir que si las empresas no podían traficar con nuestros datos, al final tendrían que cobrar por usar Facebook, Twitter y demás, y claro, esto sería un drama para la población. Os juro por mis hijos que en ese momento mis ojos se desprendieron de sus cuencas, se fueron al armario de los espirituosos dando saltos usando las córneas como muelles y se zamparon media botella de Jura.
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