Enviado por Jose el
Eres un producto y te has de vender
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Como suele pasar con las sentencias lapidarias, no tengo ni la más remota idea de que quién lo dijo, pero es de una honestidad que raya lo cruel: En internet, sino pagas por el producto, tu eres el producto.

Y esta afirmación cobra su máximo esplendor en las redes sociales, dónde todas las redes que conozco, siguen sin aportar nada por si misma, sino que el valor lo aportan sus productos o usuarios. En estos entornos, todos nos convertimos en auténticos pavos reales, intentando demostrar lo valiosos que somos y que nuestra competencia no es más que un pálido reflejo de nuestra calidad. Esto es más cierto todavía en las redes sociales profesionales, las que se suponen que te ayudan a buscar trabajo o mejorar tu marca personal.

Al ser todos un producto colocado en un lineal de una red social, ocurre lo que ocurre lo mismo que hacemos nosotros cuando vamos comprar. Miramos los productos, los toqueteamos, miramos el precio, el diseño del packaging, si hay oferta, en definitiva, manoseamos y volvemos a manosear hasta que por alguna razón que no siempre tenemos muy clara, acabamos por tirarlo dentro del carrito sin muchos miramientos y nos vamos a pagar. Ahora bien, imaginados la misma escena con nosotros mismos, bueno no tanto imaginar sino distorsionar un poco la realidad para que parezca un poco más inquietante.

Lineales y lineales de personas sentadas en las estanterías mientras los departamentos de recursos humanos se van paseando con sus carritos y su bloc de notas con la lista de la compra que han de hacer. Cada vez que vemos pasar a uno cerca nuestro, nos dedicamos a dar botes y a usar cualquier truco que conozcamos para llamar la atención, dar saltos, hacer chistes, cantar, lo que sea. Si conseguimos captar su atención, nos cogerán por el pescuezo y miraran nuestra etiqueta, todas las cosas que sabemos hacer, las que hemos hecho, las habilidades que tenemos y si nos pueden planchar, meter en la secadora y si hay que lavarnos en frío, además, y gracias a la tecnología podrá consultar que otros RRHH han intentando comprarnos, que chismorreos contamos cuando se cierran las luces y la tienda se convierte en una versión de Toy Story gigante, y cualquier otro dato que se haya recabado en algún momento de nuestra vida, preguntará a conocidos para ver que opinión tiene de nosotros, y tomará nota de todo lo que crea que es relevante.

RRHH mirará su lista de la compra y mirará si le cuadra, sino es así barruntará para sus adentros es mono, pero es un pelín caro y nos volverá a dejar en la estantería mientras escudriña las estanterías entre todos nosotros que seguimos intentando llamar la atención, si hay algo que le pueda interesar. Si tenemos la suerte de que le gustemos, empezará a realizar un listado interminable de preguntas a las que tendremos que contestar de un modo positivo y proactivo, si le has gustado, es posible que te toque hacer alguna prueba extra más, como hacer abdominales, volteretas o cualquier otro tipo de test sacado del medievo. Si hay suerte, te vas al carrito, sino te quedas tirado en el suelo y te toca volver a trepar a tu estantería a esperar a que pase otra e intentar llamar su atención de nuevo.

¿No suena muy esperanzador, verdad?, pero es mejor despertar pronto y asumir que con las circunstancias actuales de exceso de oferta de personal calificado, o mejoramos nuestra visibilidad, nuestros argumentos de venta, nuestros contactos o acabaremos en la sección de dos por uno. Y os puedo asegurar entrar en esa categoría no es agradable. Así que dado el panorama que tenemos, es mejor dejarse de utopías y ponerse el casco de trabajar. Existen varios vectores que tenemos que cuidar para mejorar nuestra propia imagen, la primera sería el propio perfil que estemos proyectando en las redes sociales, la segunda parte sería fomentar y cultivar los contactos y por último la entrevista cara a cara.

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