Running on a budget
por Jose SalgadoEs un anglicismo como un piano, pero creo que mi alma ya está perdida para la RAE. En mi sector si se te ocurre decir reunión en vez de meeting tienes menos posibilidades de prosperar que Inés Arrimadas, pero tanto ella como yo, queremos llegar a lo más alto, cabalgamos sobre nuestras contradicciones para seguir en la brecha. Así que por hoy, hablaremos de los budgets o de los presupuestos.
He tenido la suerte de estar siempre en proyectos donde he aprendido mucho, rodeado de personas que sabían más que yo. Esto me ha dado la oportunidad de crecer como profesional, como persona y hacia los lados a base de reuniones a altas horas de la madrugada a base de comida poco recomendable. En cada una de esas reuniones hemos trabajado codo con codo, en las trincheras, para lanzar productos, servicios, solucionar problemas o lo que nos lanzara dirección, pero siempre trabajando con un presupuesto muy ajustado, que consistía en básicamente en no hay dinero para esto, arreglarlo como podáis.
Estas restricciones avivaban la imaginación y conseguíamos recursos de debajo de las piedras, nos poníamos a programar y montar sistemas para ahorrarnos una herramienta que necesitábamos por una sola función, pero cuando esto de internet dejo de ser eso de when men were men and wrote their own device drivers?[1] Y aparecieron consultores, MBAs y adictos a plantas del altiplano, todo cambio.
En ese momento ya no era necesario ser creativo, sino tener una buena agenda para llamar a proveedores, contactos, expertos y profesionales que cobraban un dineral que no siempre teníamos y que ante la falta de presupuesto, se quedaban sentados en una esquina mordisqueando restos de pizza con piña quejándose de que nos puede trabajar así.
Supongo que en la escuela no le enseñaron a solventar problemas con sus manos y que habían tirado de agenda y de tarjeta VISA para resolver sus problemas, lo cual no está mal si tienes fondos, pero creo que poder sumergirse y solventar algo a base sinapsis y trifosfato de adenosina no tiene precio.
Es cierto que los que cobran por sus servicios pueden ser una fuente de inspiración, ver como trabajan, aprender de lo que hacen, es algo realmente útil. También es cierto que te ahorran tiempo, tienes un problema aquí está la solución, no has de estar días o meses peleando para solventar algo. El problema es que te hurta el proceso de aprendizaje hasta llegar a la solución. Aplicas algo directamente sin saber porqué, lo único que sabes es que funciona.
Este, creo, era uno de los problemas que veía a veces, sobretodo cuando muchos comenzaron a compartir experiencias y manuales de “paso a paso”, que la gente seguía unos pasos que no sabían que significaba. Que cuando todo funciona es maravilloso, pero cuando falla -y créeme que falla- están tan o más perdidos que antes que empezar.
Por lo tanto, ir con un presupuesto tan ajustado que te obligue a pensar, en determinadas ocasiones es un buen ejercicio mental y de trabajo en equipo.
[1] Post de Linus Torvalds en los inicios de Linux
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