Enviado por Jose el
Cuando el mérito deja de ser la variable fundamental
Dirección, RRHH | Educación, Gestión de Empresas | 

Las sociedades, como el agua, han de ser entes dinámicos, casi líquidos. Los elementos de la misma han de fluctuar entre todos los estados y posiciones posibles para evitar zonas estancas, y por definición, que se acaben pudriendo con el tiempo.

Todos sabíamos que el ser amigo, hijo o sobrino de alguien influyente es una ayuda innegable para la carrera profesional, vamos, la constatación de nuestro refrán de quién tiene padrino se bautiza. No decíamos nada porque hasta cierto punto y en la medida de nuestras responsabilidades, siempre hemos intentado ayudar a los más cercanos a nosotros.

Lo ideal sería que fueran procesos abiertos y los mejores preparados accedieran al puesto, pero por razones complejas e interconectadas, los contactos[1] son el mejor currículum para progresar en el trabajo.

Yo soy el primero que acepto este sesgo de la psique humana, al menos en la empresa privada, porque si al final no me convence me puedo cambiar y marcharme a otra. Otra cuestión es en el entorno público, dónde en teoría se ha de pasar una oposición y sólo los mejores acceden al puesto, al menos en teoría ya que los puestos de libre designación es un insulto en toda regla[2].

Pero básicamente, seguimos creyendo en lo que nos decían nuestros padres, si estudias y te aplicas, tendrás un futuro mejor[3]. Horas hincando los codos, repasando temas a cada cual más absurdo para conseguir la mejor nota y destacar sobre el resto, ser de los primeros de la promoción.

En esta carrera por ser el mejor estudiante podías confiar en la escuela pública al menos hace ya algunos años. Pero actualmente esta demostrando sus carencias para ejercer de ascensor social y conseguir que el que se esfuerza y lo demuestra, pueda cambiar de clase social. Si aplicamos un simple estudio, veremos que una parte importante de los políticos de nuestro país envían a su hijos a la escuela privada[4]. Esta es la prueba más palpable que los garantes de la calidad educativa de nuestros hijos no confían en la misma y optan por esquivarla.

Y Es posible que esta sea la razón que seamos un desastre educativo -con algunas honrosas excepciones- que nuestras universidades solo aparezcan en los rankings de turismo de cerveza y que lo único que se salva de este panorama sean las clásicas IESE, Instituto de Empresa y algun que otro centro privado de educación.

Lástima que para un sueldo medio, pagar una carrera en una universidad privada de las mentadas anteriormente es un ejercicio financiero digno del FMI y del Banco Mundial. Si tienes suerte y brillas más que una supernova en sus últimos estertores, puede que consigas una beca que te permita asumir las cifras que piden para codearte con las élites del mundo. Estarás abogado a barracones, con profesores funcionarios que más buscan vender sus libros que formar estudiantes y con una desgana y desidia general, que el reto no es sacar buenas notas, sino no quemar la facultad.

En resumen, hemos cortado la esperanza y el futuro al 99% de la población. Da igual que te esfuerces, da igual que te dejes los ojos, al final son contactos los que deciden quién progresa y quién no. Los medios que el estado debería poner para maximizar tus capacidades son cada día más reducidos e impartidos por funcionarios más preocupados que no le quiten sus días de fiesta que descubrir la siguiente generación de mentes que eleve a la humanidad de sus miserias.

Este año nos toca otra reforma educativa[5], no se si la anterior era mala, o la anterior a la anterior, pero lo que está claro es que no vamos bien. El esfuerzo y el mérito individual se ha cambiado por un igualitarismo que no beneficia al global de la sociedad. Siempre ha existido mejores estudiantes, niños con problemas y vagos y maleantes. ¿Tan complicado es premiar a los mejores, ayudar a los que tiene dificultades y castigar a los últimos? Tan raro es entender que visto el panorama, muchos padres huyan de la educación pública como alma que lleva el diablo, está mal financiada, tiene lastres también llamados profesores -no todos, cierto- y lo peor de todo, que son incapaces de extraer lo mejor de cada alumno.

Me entristece como padre ver que mis hijos, llegan a casa del colegio sin tener curiosidad, sus maestros son incapaces de motivarles, de encender la chispa de la curiosidad para investigar por ellos mismos más allá del temario. No, mis hijos, por mucho que me pese y que mi mujer y yo peleemos por abrirles la mente a lo maravilloso del mundo y sus facetas: arte, ciencia o tecnología. Ellos saben que han de memorizar lo que el profesor les dicta en clase -joder, que les dictan en clase en el mundo de internet- y luego vomitarlo sin ser capaces de comprehender lo que dicen. Es más, incluso lo que vomitan está mal pero no lo discutas porque te pueden bajar nota por díscolo.

Y esta es la generación que estamos creando, sin motivación, sin valorar el concepto del mérito y el esfuerzo, en el que todos nos merecemos lo mismo independientemente de nuestro rendimiento, y que finalmente, se va a dar una hostia con la realidad del que no los sacará la última Play Station.


[1] Enchufes y contactos: así se encuentra trabajo en España - El Confidencial

[2] El Gobierno tiene 1.200 asesores contratados a dedo, la mayor cifra de la democracia - Voz Populi

[3] ¿Es suficiente estudiar para lograr un buen trabajo? - Factor Trabajo

[4] Los políticos eligen la educación privada para sus hijos - El Economista

[5] Una ley educativa cada diez años - La voz de Galicia

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