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Papirus para el porrus. No se porqué pero esta es la frase que me ha venido a la cabeza cuando he visto un comentario de Èlia Guardiola[1] sobre la educación. La verdad es que me ha costado cinco minutos descubrir de dónde salía la frase de marras, al final he descubierto de que película la había sacado lo malo es que todavía no tengo claro porqué me hacía reír en su momento, y ahora en este pero lo que si tengo claro es que he usado ese momento para adornar el artículo y ya puestos, escribir mi punto de vista no tanto sobre la educación sino sobre los medios y los fines.

Hace ya mucho años se decía que sólo existía una única inteligencia, con el paso del tiempo nos han empezado a salir inteligencias hasta debajo de las piedras, que si la emocional, que si la lógica, que si la matemática, que la musical. Los psicólogos, pedagogos y demás fauna somos para darnos de bofetadas hasta que se nos caigan las córneas, todas las ciencias van locas para encontrar la teoría del todo y nosotros no paramos de buscar tres pies al gato.

No voy a liarme a discutir si estas inteligencias son ciertas o son una pura invención para vender libros, cursos y seminarios o si en el fondo existe una única forma de inteligencia, lo único que tengo claro es que al final todas estas aproximaciones debería de dar unos resultados que nos puedan ser útiles para contrastar y tomar decisiones. Y es en este punto dónde veo los mayores problemas, los defensores de ambas corrientes han dejado de lado el objetivo final de encontrar la verdad, si es que se puede encontrar, para cambiarlo por el más lucrativo negocio de que la gente crea que tienes razón.

En esta pelea de formas y maneras, lo que me cuesta ver son datos, datos duros y fríos que demuestren que una aproximación es mejor que otra, o que una aproximación para determinadas personas es mejor acometerla con otros parámetros. En vez de esto soltamos frases que suenan bien, que no aportan nada, y no se habla de los resultados. Es más, cuando los resultados no son lo que esperábamos nos dedicamos a culpar a todo aquel que tenga pinta de chivo, por lo de expiatorio, en un afán de salvar nuestra concepción del mundo pero no de encontrar algo que nos de más información que una diapositiva de un power point.

Acepto que hay millones de formas de aproximarse a un problema, y todavía más formas de fijar resultados y centrar objetivos pero en algún momento tendremos que ponernos de acuerdo que estamos haciendo y que queremos buscar más allá de tener cinco minutos de fama. Que tu crees que es mejor una aproximación basada en expandirse y el de al lado busca más la de consolidación, es algo normal y perfecto, pero una vez entendidas las diferencias deberíamos de fijar que medimos como resultado y obrar en consecuencia, porque todas las teorías no pueden ser ciertas al mismo tiempo y para todos, tiene que existir unos márgenes de error que hemos de conocer y estudiar para mejorar, no solo la teoría, sino nuestra propia visión de la realidad.

Dicen que yo soy muy alemán, al igual que mi hermano, pero del mismo modo que él acepto que hay caminos que no siguen una línea recta yo no solo lo acepto sino que me ha ocurrido en más de una ocasión. Ver un proyecto, una idea, o algo que me presentan y sin tener todos los datos soy capaz de adivinar que va a pasar y el entrar a pelearse conmigo en porqué lo tengo tan claro es un ejercicio fútil porque ni yo sabré explicártelo ni tu sabrás entenderlo. Lo relevante es que en casi un noventa por ciento de las veces acierto, y es esto por lo que se ha de medir, no por si la racionalización de un proceso sigue unas normas algorítmicas.

Así que menos teorías, más práctica y fijarnos en el resultado final que es el que dará o quitará razones.


[1] Comentario de Èlia en Twitter.

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