No importa que sea falso, importa que me creas
por Jose SalgadoYa lo decía Harry el Sucio1, las opiniones son como los culos, todos tenemos uno y creemos que el de los demás apesta2. No es algo que me escandalice porque es fundamentalmente cierto, cada uno de nosotros tiene una estructura de valores e ideas y al confrontarlas con planteamientos diferentes partimos de la base de que el otro está siempre equivocado.
Es un proceso lógico y normal, yo tengo claro que un concepto y trataré de defender mi postura, lo que sería de estudio para los psicopatólogos son las personas que dicen tener un cierto criterio pero que a la que se les presenta una alternativa, a adoptan como propia sin tener el más mínimo proceso intelectual o crítico.
Con esta base, está claro que cada cual defiende su postura y usa los argumentos que cree oportunos para desarmar y desacreditar a la parte contraria, aunque me gustaría ver argumentos para apoyar la propia visión que intentos de derribos de la posición contraria. Este tipo de estrategias las podemos ver en cualquier debate de cualquier tema, dimes, diretes y más obsesión por desacreditar que en tener razón.
En estos juegos entramos todos y sin necesidad que nos paguen por ello, influencers que apoyan una marca sin recibir nada a cambio por la simple razón de que creen en ello, defensores de un equipo de fútbol por razones peregrinas e insustanciales, debate de economía que independientemente del nivel de los que intervienen, lo sustancial es demostrar que el otro está equivocado, y ya ni hablamos de política porque entraríamos en un sector demasiado escatológico para mi gusto.
Ahora bien, aceptando estos preceptos, lo que no acabo de entender es el uso de la información con intención de mentir. El omitir datos, añadir datos que no están relacionados o directamente inventárselos con el simple objetivo de engañar a nuestra percepción y derrotar a la posición contraria.
Pensándolo bien, si que lo entiendo, lamentablemente acabas entendiendo algunas estrategias que se siguen, basadas más en el fin que en el medio, y pasándose por el arco del triunfo lo de que el fin no justifica los medios. Todo vale, pero todo vale para hundir al contrario, no para reforzar la propia cosmovisión. Si mi visión del mundo tiene errores, el objetivo no es encontrarlos y arreglarlos, sino demostrar que el otro tiene más errores y de mayor calado que la mía. Es un triste resumen de que lo mío, aunque malo, siempre será mejor que cualquier otra cosa.
De estos barros vienen muchos de los lodos que embarran nuestra vida, pero los que más me duele es que los que se supone que han de vigilar y ser notarios de la realidad también han entrado en este juego, y me refiero a los propios periodistas. Yo puedo entender, aceptar y en cierto modo, disculpar que uno de marketing me muestre una realidad sesgada, que un político me mienta en la cara conservando la mejor de sus sonrisas, pero no me cabe en la cabeza que un periodista, no ya un medio de comunicación, mienta con conocimiento de causa para dañar a otra postura.
Quizás soy un poco iluso, quizás soy de los que pienso que si una prensa que realmente informe con datos es fundamental para que el pueblo, esa palabra que gastada por uso y abuso, tome decisiones con conocimiento y no en base a propaganda.
La llegada de internet tampoco es que haya mejorado mucho, porque a los que antes se les podía exigir cierto criterio -aunque se lo pasaran por el forro- han sido desplazados por blogueros que de ética profesional saben tanto como de física cuántica, quizás la cumplan pero no tienen ni la más remota idea de lo que es.
Soy consciente de que todos hemos de comer y un periodista ha de cobrar un sueldo, pero me pregunto una y otra vez, ¿tan difícil es monetizar un medio basado en datos y no opiniones?, o es que nosotros mismos como sociedad hemos caído víctimas de este juego y no aceptamos posturas contrarias, y lo que es peor, ya ni queremos pagar por leer a medios que nos den la razón.
Sino no tenemos criterio, sino queremos pagar a nadie para que nos ofrezca los datos en crudo y si encima boicoteamos cualquier intento que se haga para mantener una plantilla decente de reporteros, ¿que futuro nos espera sin información sino lleno de publirreportajes?. Páginas llenas de colores, gráficos sin valor añadido, y letras con un tamaño más propio para miopes que para ojos sanos, y siempre frases diseñadas para un niño de cuatro años: imperativo + acción, ni sujeto ni nada, para que no se pierdan en el proceso.
Mientras reflexiono sobre este punto, me doy cuenta que yo también soy uno de esos bloggers que escribe sin tener la más remota idea de periodismo aunque si sepa algo de ética, que aporto más opinión que datos, y que no cobro por ello, lo hago porque me apetece y mantengo el medio abierto para que la gente que le interese pueda leerme de forma gratuita.
Repasando sobre esto, me entran las dudas de si soy parte de un problema, de si lo mejor que podría hacer sería cerrar el blog -porque escribir voy a seguir escribiendo- y dejar de llenar internet de datos sin valor, o al menos no demasiado valor-.
Luego me lo pienso de nuevo, y aun siendo consciente del flaco favor que hago por una sociedad bien informada, creo que tengo la suficiente humildad para saber que en el fondo, no tengo ni la más remota idea de nada en absoluto, que mi blog es un medio que uso para darme cuenta de esta verdad y de poder confrontar mi visión del mundo con los siete billones de alternativas que existen. En resumen, es algo más para hacerme reflexionar que una fuente de datos fiable, y así ha de ser tomado.
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