Enviado por Jose el
Listas, rankings y otros criterios de ordenación
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No hace mucho me confesó un jurado de uno de esos tantos premios que pululan por internet que tenían un problema muy grave a la hora de premiar y seleccionar a los candidatos. Si optaban por una selección basada en los propios miembros del jurado se dan cuenta que su universo de conocimiento es limitado y no conocen a todos lo actores que puedan estar implicados, y si por el contrario abren las candidaturas a todo el mundo y que sea el público que decida a base de sus votos corren el riesgo de que no se selecciones al mejor -desde un punto de vista formal- sino al que más fans, apoyos o mejor campaña de promoción haga.

Relacionado con este tema leí hace poco este artículo[1] sobre los listados de restaurantes de alta cocina y veo que el problema que me comentaban es algo que ocurre de forma recurrente en casi todos los sectores. ¿En base a qué y quién selecciona a los candidatos?, ¿y cuanta parte es mérito y cuanta parte es marketing?.

Todos los que tengáis una web con el clásico apartado de los artículos más leídos habréis experimentado la falacia del mejor artículo -usualmente el más leído. En el momento que haces público el listado, el que es el primero automáticamente empieza a sumar más y más visitas creando una diferencia entre él y los demás que no está basado en su contenido sino en la percepción de aparecer como el número uno.

Si esto nos ocurre en nuestra web, imaginaros cuando consigues aparecer en un medio de comunicación de masas. A la que apareces en televisión tus números suben como la espuma, y no por ser mejor que otro sino por que llegas a más personas. Por este mismo razonamiento, a la hora de seleccionar de nuevo a los mejores, este factor va ayudarle para ser escogido de nuevo, y otra vez el factor de exposición le hace subir todavía más puestos en la clasificación sin que nadie sepa todavía si está por méritos propios o por pura psicología social.

Podríamos argumentar que si los jueces son los que realizan la criba, y dónde digo jueces digo periodistas, el sesgo deja de existir. Lamentablemente, y como ya he comentado antes, se produce una desviación sobre el total de candidatos posibles sobre el total de candidatos conocidos. Sumado a este diferencial, hay que añadir el ingrediente hijo de vecina, favor con favor se paga o cualquier eufemismo o símil parecido. El concepto fundamental es que la imparcialidad es complicada y siempre hay elementos que distorsionan nuestro criterio, unos muy humanos como el que nos cae extraordinariamente bien la persona, se sabe vender o quizás factores más mezquinos como ayudar a alguien para que luego te ayuden a ti llegado el caso.

Este factor de arribismo se ve claramente cuando haces un poco de análisis de los que están en las posiciones de arriba, normalmente siempre se nombran entre ellos y en muy contadas ocasiones aparece alguien que no sea parte de su tribu de elegidos. Se que es duro decirlo, pero es importante saber que hay ciertas barreras no visibles para los que no tienen esta afición de fijarse en estos pequeños detalles. Personas que están y no se sabe porqué están pero si rascas acabas encontrando patrones que son sospechosamente parecidos entre todos ellos.

Los más tecnólogos dirían que usemos un algoritmo, que apliquemos el BI y la AI, que lo pongo en siglas para aparentar que se mucho y que tengo nociones de Business Intelligence y de Artificial Intelligence. El problema, y quizás el problema más interesante, es que los algoritmos que usan están programados por personas, que tienen sus pequeños sesgos -conscientes o inconscientes- y que trabajan en empresas que a pesar de ser tecnológicas también tiene su corazoncito[2] colocado en un lugar que no siempre es el centro. Porque por aunque suene todo muy sofisticado, no siempre significa que sea más neutro o mejor a la hora de seleccionar a las personas, un simple cambio en un criterio puede alterar por completo los resultados, y no vamos a meternos aquí en la física del caos y lo de mariposa que se fue a comer sushi a Japón y por su culpa Dorothy tiene que aprender claqué.

Pero voy a ser honesto, y no es que pura envidia lo que tengo, no me voy a engañar, carezco por completo de las habilidades para hacer networking, socializar y ejecutar el bot de SmallTalk en eventos y canapeses variados. Pero del mismo modo que reconozco que el color verde que adorna mi cabeza es producto de una envidia malsana, me gustaría que se reconociera que no siempre están todos los que son, ni son todos los que están, del mismo modo que la lista de los 50 mejores restaurantes del mundo.


[1] Ayuso, Miguel. La gran estafa de la alta cocina: así es la mafia de los “mejores 50 restaurantes”. El Confidencial. 2016-05-03

[2] Beck, Glenn. What disturbed me about the Facebook meeting. Medium. 2016-05-17

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