Enviado por Jose el
The Apartment
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No deja de ser curioso que nos den ramalazos de indignación cuando vemos en otras culturas actitudes y prácticas que en la nuestra serían intolerables, un sesgo notable de antropocentrismo en lo que todo lo que esté fuera de nuestros valores es por definición demoniaco y maligno y no solo es malo, sino que coloca a otras culturas y civilizaciones un peldaño por debajo de lo que significa ser una sociedad moderna y con conciencia.

Uno de los temas que suelo escuchar es lo malvado que es el sistema de castas en la india, que es impensable que por nacer en un sitio o en otro estés marcado de por vida. Estoy totalmente de acuerdo, pero antes de ir por ahí rasgándome la camisa tendríamos que parar un momento y reflexionar un poco, poniéndonos católicos, ¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que tienes en el tuyo?[1].

Si nos fijamos un poco, tenemos un sistema que otorga un rango especial a la persona que es hija del Rey, sin ningún otro mérito adicional. Si esta anomalía de la meritocracia no nos parece mal -y yo no soy de los que está particularmente en contra- podríamos fijarnos en el resto de la sociedad, que sin tener un blindaje proporcionado por la constitución que se voto en su momento, funciona como un sistema de castas sin aplicar demasiado esfuerzo en disimularlo.

Hay una especie de mito, y digo mito porque no he conseguido obtener datos fiables en una búsqueda de dos minutos en google, que en Catalunya hace ya unos cuantos siglos hay unas cuatrocientas familias que son las que deciden el destino del resto de sus conciudadanos. Son empresarios, pensadores, políticos, afines al régimen que toque, y sobretodo, profesionales de sobrevivir, prosperar y medrar sea cual sea la época que les toque lidiar.

No se si este concepto se puede aplicar en el resto de España aunque yo creo que realmente es así, hay una clase que de una forma u otra se ha conseguido enquistar y no sueltan el poder que han ido acumulando por mucho que vengan repúblicas, monarquías o dictadores.

Uno es hijo de una generación que le inculcaron que si estudias mucho y trabajas al final conseguirás tener un nivel de vida más o menos decente. A la hora de la verdad, las diferencias de estudiar en centros privados o centros públicos marca una línea entre destacar o ser carne de cañón. La educación no sirve como ascensor social y por muy excelente que puedas llegar a ser en tu área, si vienes de una universidad pública no tendrás nada que hacer contra los que vienen de IESE, ESADE, IE, por poner algunas.

Se podría pensar que es que la educación es mejor en esas universidades ya que los que salen siempre acaban colocados en buenos puestos de trabajo. No dudo que esta correlación exista, pero como me ha metido entre pecho y espalda tres años de estadística, sabe que la correlación implica relación y no dirección, con lo que podríamos afirmar que los que están al cargo de dar trabajos escogen a gente de ciertas universidades para ciertos trabajos sin tener en cuenta el nivel académico.

Se podría pensar que esto es irrelevante, que si el gato caza ratones vamos a comprar uno. El problema es que cada vez más es mucho más caro acceder a la universidad y la mayoría de familias viven en una lucha constante contra los números rojos y desembolsar un importe superior a los cincuenta mil euros para pagar una carrera, por mucho que nos duela, es algo que la casi extinta clase media no puede permitirse y ya ni os cuento la clase trabajadora -y la clase trabajadora ya ni te cuento-

Con lo que me queda la sensación de que a las universidades de élite, o llamando a las cosas por su nombre, las universidades caras como un bocadillo de caviar, van gente de clase alta. Por la misma razón, la élite está al control y tiene los contactos para abrir ciertas ofertas laborales en función de sus intereses, con lo que es razonable pensar que darán prioridad a los hijos de los que tiene su mismo estatus social y una manera rápida y eficiente es usar estos centros. Es una ecuación en la que ganan siempre, los tienen controlados, conocen a la nueva camada de barbilampiños que están destinados a sucederles y bloquean el acceso a cualquiera que no sea afín a sus intereses.

Por otra parte, al entrar a estos entornos tienes acceso a una red de contactos que te puede dar acceso a los popes del país mientras el resto de humanos su lucha no es intentar aprender algo en un aula masificada, con un profesor con menos motivación que un oso perezoso, y saber que a pesar de quedar entre los mejores de su promoción es más que probable que tenga que acabar sirviendo hamburgesas.

Para mi, que soy un partidario de la meritocracia, esta realidad es una patada en las ingles y una señal de alarma porque tengo hijos y tarde o temprano tendrán que entrar en el mundo laboral y quiero que lo hagan con las mejores herramientas que les pueda dar, y con esta sospecha que tengo tengo la sensación que por mucho que me esfuerce va a ser inútil porque no serán hijos de la élite sino de un barrio obrero de Barcelona.

No tengo soluciones mágicas, pero ahora mismo el prestigio y el poder están en un lado de la ecuación y lo único que podríamos intentar cambiar es el prestigio ya que el poder costará algo más que una generación. Sería fantástico ver que la mejor universidad sea pública y que todos puedan acceder sin tener que vender el ajuar de la abuela. Que todos tengamos acceso a la mejor educación posible independientemente de nuestro nivel económico. Esto sería el primer paso, porque también tendría que ser exigente, dura y orientada a fomentar y expandir a los alumnos para que desplieguen todo su potencial.

Este sería el primer paso, una vez la educación pública tenga el nivel y el reconocimiento, el colar a gente de las privadas por puro enchufismo quizás pueda disimularse con algún caso, pero nunca sería la norma. Los empresarios tendrán sus cosas y las élites también, pero si algo no les gusta es perder dinero y que mejor forma para no perder dinero es contar con los más preparados.

Pero hasta que eso no pase, a veces tengo la sensación que en muchos puestos la entrevista se reduce a una sola pregunta: ¿A quién conoces y cual es tu familia?.

[1] La Biblia. Lucas 6, 41-42. “¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que tienes en el tuyo? 42 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando tú mismo no te das cuenta de la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.”

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