Que inventen (o trabajen) ellos
por Jose SalgadoEstamos viviendo el mayor proceso de externalización de trabajo desde hace mucho tiempo, el problema es que ya no es la estructura de subcontrata más subcontrata, sino que incluso la relación empleado-trabajador-cliente se ha roto en todos los sentidos posibles. Se ha dado el salto de subcontratar a la gestión de freelances, de trabajadores por cuenta ajena con las limitaciones de los asalariados y los riesgos de los autónomos. Estos se han de plegar a las condiciones del intermediario y aceptar los costes y riesgos.
No vamos a rasgarnos la vestidura, el autónomo siempre ha funcionado a su aire, pero el poco poder que tenían para negociar ha desaparecido víctima de influencers y generosas -y onerosas- campañas de marketing. Y todo hay que decirlo, les ha funcionado a la perfección, una multinacional con reservas financieras para sacar a Grecia de la crisis es vista como la víctima y los autónomos los que se resisten al cambio, y los clientes -el público en general- aplaudiendo con las orejas sin darse cuenta que la próxima vez que doblen las campanas será por ellos y ya no quedará nadie para defenderlos.
A mi no me sirve el argumento que todos son libres para negociar, porque en el fondo esto es una pérfida mentira, o aceptas los contratos o no entras. Del mismo modo que tampoco me sirve que quién quiere aceptar las condiciones es libre de hacerlo porque nadie le obliga. Es de cajón que nadie va con una pistola para obligarle a firmar, pero no es menos cierto que las condiciones socioeconómicas fuerzan a muchos a aceptar condiciones que no se aceptarían en un país normal.
Tiene su gracia esta esquizofrenia hipócrita en la que vivimos. Nos parece bien que un trabajador de estas empresas estén ejerciendo una posición de abuso, saltándose -o ellos o sus freelances-, pagando unos salarios que cubren en pocas ocasiones los costes, y por otro lado nos escandalizamos de las condiciones laborales de empresas en el tercer mundo, del trabajo infantil y de que malas son las multinacionales clásicas. Me resulta sorprendente que no vean los paralelismos entre las dos situaciones.
Otro punto que hace que mi fe en la sociedad vaya disolviéndose cada vez más como un pez de hielo en un whisky on the rocks es como la sociedad, desde posiciones políticas absolutamente incompatibles, defienden a este tipo de empresas como si les fuera la vida en ellos. Los liberales porque no se pueden poner vallas al campo, y los comunistas porque odian a muerte cualquier tipo de empresa, ya sea un taxista o un hotelero, pero curiosamente veneran como un nuevo dios estas corporaciones surgidas de la era de la tecnología.
Soy un fan de la responsabilidad, y acepto que quién arriesga su dinero, tiempo y trabajo, ha de tener su retorno en beneficios. Lo que no puede ser es que se tengan los beneficios sin aceptar la responsabilidad. Del mismo modo que me sangran los ojos cuando se rescataron a los bancos, me duele en el alma cuando estas empresas siguen en su senda de expulsar a cualquier disidente, no sean responsables en absoluto de como se ofrece su servicio, de respetar la normativa legal, y de garantizar cierto nivel mínimo a sus trabajadores.
Me podréis decir que en una empresa clásica el directivo va a apretar las tuercas al trabajador hasta límites poco éticos. Es cierto, pero del mismo modo que hará eso, también será responsable de cumplir las normativas, de tener los trabajadores asegurados, de darles vacaciones, de proveerles de todo lo que reclama la ley para protegernos a nosotros como sociedad, y a ellos como personas. Si omite algún punto, puede ser demandado, lo cual no ocurre con este nuevo modelo de economía.
Además, en las empresas clásicas puedes -y depende de cuantos trabajadores tengas están obligados- a tener sindicato. Vale que han perdido gran parte de su valor por dedicarse a comer marisco, pero tienen la capacidad de forzar ciertos aspectos, lo que no ocurre cuando todos son trabajadores autónomos y externos, no existe el requerimiento legal de tener un representante, lo han de montar ellos mismos con sus propios recursos. Y si alguno tiene la tentación de decir que “lo monten” deberían ser consciente de la disparidad de fuerzas entre ambos lados.
Con lo que yo si estaría a favor de todo este tipo de la mal llamada economía colaborativa, lo lógico sería llamarlo capitalismo salvaje- pero con un pequeño detalle, que sean responsables de su cadena de producción, no se hasta que punto se puede legislar pero no por ser complicado no debemos de dejar de mirarlo.
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Entiendo que cada cual defiende su zona con unas y dientes, que todos intentamos que nuestro sector sea de vital importancia para la empresa.
¿Y si alguien dijera no?
En un programa de televisión escuche a Manuel Castells una frase que me dejó un poco preocupado porque no solo sacaba a relucir una idea que he oído muchas veces y como esta manipulación de la realidad por parte de ciertas partes, ha cuajado en el subconsciente colectivo.
Buenas Intenciones
Si hiciéramos caso a las películas de Hollywood, no existe nadie realmente malo. Cada uno de los malvados que aparecen tienen una causa noble, o fueron muy desgraciados de jóvenes, o les cayo encima una dosis de radiación que les convirtieron en lo que son. Pero fundamentalmente ellos buscan un noble fin, que si entras en su lógica, está plenamente justificado: o somos demasiados humanos en el planeta, o que te puedes fiar de los poderosos o que somos violentos por naturaleza, hay un amplio abanico de buenas intenciones salteadas de principios bastante dudosos.