Influencer o currante
por Jose SalgadoSiete de la mañana, sentado en la cocina tomando un café leyendo la prensa mientras hacía tiempo para despertar a los niños y empezar la rutina. Voy deslizando el dedo por el lector de feeds y me encuentro con este titular: 'Influencer' sociable o trabajador incansable... ¿Qué prefieres ser?. Me atraganto con el café, se me caen los ojos al suelo, y al intentar recuperarlos me piso globo ocular derecho, resbalo y el móvil cae de forma majestuosa y precisa, en el cubo de la basura. Ya en el suelo, tuerto, dolorido y con iPhone rebozado con los desechos de la cena de ayer, pienso para mi: yo lo que quiero es poder vivir tranquilo sin tener que leer este tipo de sandeces.
Según he podido entender, asumiendo que a esas horas de la mañana solo tengo activa una de mis tres neuronas, es que existen tres tipos de trabajadores: el profesional que realiza su función de forma profesional y eficiente. Llega, realiza sus tareas y se va a su casa o con sus amigos, lo que más le guste. El segundo prototipo no está tan claro que haga su trabajo, pero se acuerda de los cumpleaños de todos, felicita a la gente, socializa en la empresa como si fuera la última discoteca de moda, y cuando acaba la jornada laboral, que no su trabajo, da la paliza a todos los demás para ir a tomar unas cañas. Y por último, el rara avis que es capaz de unir las dos vertientes, es tan profesional como el primero y tiene una habilidad social para liar a todos para montar un partidillo de fútbol entre solteros y casados.
Sobre este último perfil no tengo nada que decir, nunca he conocido a ninguno a excepción de aquella vez que fui al British Museum donde tenían una foto de una mujer llamada Rita, que por lo visto, es la que hace todos los trabajos que nadie quería ni podia hacer, y encima era conocida desde el primero hasta el último de los habitantes de un país llamado España.
En cuanto a los primeros, que os voy a decir. Yo le contrato para hacer un trabajo y lo hace, le doy más trabajo del previsto, y lo hace. Le cae un marrón de dimensiones cósmicas y se pone el traje de astronauta y lo hace. Nada que objetar, quizás no sepa como se llaman sus hijos y no me llama para felicitarme porque ahora ya corro los cinco kilómetros en veinte minutos porque lo ha visto en el Twitter. Si, parece increíble, pero hay personas que comparten en las redes sociales el éxito que representa ir corriendo del punto A durante diez minutos para volver al mismo punto A.
Y me quedan los segundos, los influencers a palo seco. Esas personas que no hacen todo su trabajo pero que influyen a las personas y son los que más rápido suben en el escalafón de la empresa. De estos si que he conocido a unos cuantos, y doy fe de que trabajar no trabajan mucho, pero relacionarse es algo que parece que lleven en los gentes.
Como es un perfil que está de moda, todo aquel que se dedica a esto de la Marca Personal, porque como decía aquel hay gente pá tó, defienden con unas y dientes e incluso con el coxis, este tipo de perfiles. Andrés Perez, que aparece citado en el artículo, los defiende pero tiene la suficiente inteligencia como para defender a los que viven en la categoría número tres y no se mete en ciertos jardines de los cuales es difícil de salir.
Así que por pura estadística y por mero ROI, los que no valen ni para hacer la o con un canuto y muchos de los que realmente trabajan, intenta entrar en este selecto grupo. No voy a criticarles, se trabaja menos, se hacen amigos y encima cobras más y tu promoción está asegurada. Con lo que acabamos con una empresa llena de influencers pero el trabajo real lo acaban haciendo los becarios. Estos, como tampoco son tontos, se aplican el cuento y quieren subirse al carro. Como resumen, nadie da un palo al agua pero cada día hay algún evento que celebrar, ir o comentar el último cotilleo de turno junto a la máquina de café.
Un problema que veo ya no es tanto para la empresa como para sus clientes. Si tu quieres tener un sitio lleno de gente que va por ahí socializando como si no hubiera mañana, me parece perfecto. La cuestión es que esto tiene un precio, y o bien tienes trabajadores o gente del tercer grupo, el negocio no se sostiene y la calidad de tu producto cae por los suelos. Yo, como cliente busco un cierto trato a nivel comercial, pero sin duda, hay ciertos límites en los que el tema persona deja de tener importancia. Con lo que ya puedes recordarme mi cumpleaños, que yo buscaré otra empresa que si tenga profesionales de los que curran.
Claro que con esta moda, cada vez es más difícil distinguir entre influencers y trabajadores, así que el trabajo más difícil para mi, como cliente, es encontrar una empresa seria, profesional y que me ofrezca un buen trato humano sin comprometer la calidad de mi producto. Pero cada vez tengo más claro que cuanto más tweets e intervenciones en las redes sociales, menos calidad del trabajo. Y la razón es simple, el tiempo es limitado y puedes escoger el trabajar o vivir en Facebook, pero no las dos cosas a la vez. A esta regla hay que añadir la excepción de los comunity managers y toda la fauna que viven de este tipo de cosas.
También te podría interesar
Congreso de Pragma: Londres 2024, abogados y a pesar de eso, amigos
Esta semana pasada hemos finalizado el congreso anual de Pragma. Son casi seis meses largos de trabajo concentrados en tres días donde se juntan todos los miembros de la red para compartir experiencias, conocimiento y negocios, pero no solo es eso, es la ocasión de vernos, saludarnos, darnos la mano y recordar que detrás de esa cara que vemos en las videoconferencias hay una persona.
Quién es el mejor
Hay un refran que refleja con bastante claridad algo que ocurre cada vez con mayor frecuencia cuando nos enfrentemos al trabajo de encontrar a un profesional externo para que nos solvente un tema puntual.
Ser un experto en un área no te convierte en experto de todo
Hace poco me lei el libro El conocimiento inutil y mira tu por donde que hoy me acabo de encontrar un caso que creo que le va como un guante, el post de Enrique Dans en respuesta a un articulo de Bieito Rubido. Enrique Dans, y tantos otros, es el paradigma que refleja Revel en el libro.