Pudo ser bonito
por Jose SalgadoCuando escuché por primera vez el término de economía colaborativa y todo el resto de derivados no puedo negar que me emocioné. Gracias a la tecnología y al desinterés de muchas personas podíamos dar un paso adelante para reciclar, recuperar y las dos erres más que ni me acuerdo que significan. Dar la opción a las personas de poder dedicarse a algo con la libertad de no estar atados a una estructura empresarial, libertad económica, profesional y personal a la vez que maximizamos los recursos y no generamos residuos innecesarios.
Por desgracia ya es la hora de despertar de ese sueño, la economía colaborativa no ha sido capaz de mantener ninguna de sus promesas y se han convertido en el aludid del capitalismo en su versión más radical. Empresas que antes velaban por el bienestar de su comunidad no dudan en rapiñar, explotar y evitar la responsabilidad del poder que van acumulando mientras gastan fortunas en campañas de PR para que la gente los medios miren hacia otro lado.
Casos emblemáticos como Uber, AirBnB y las financieras son el paradigma de lo que podía ser un salto precioso en la historia de la humanidad se ha convertido en una vuelta de tuerca en el retorno a la explotación. Autónomos, freelancers, que trabajan a tiempo completo sin poder definir ni horarios, ni condiciones y con toda la responsabilidad de un servicio a cambio de absolutamente nada ya que nadie vela por ellos, ni seguro, ni médico, ni reparaciones, ni nada, indefensos ante monstruos que han perdido su corazón cuando pasaron de tiernos bebes a crueles adolescentes.
Mi pareja está dada de alta en uno de estos servicios, está orientado a copys y cada vez que la veo entrar para ver que trabajos ofrecen se me caen las lágrimas al suelo: post de más de mil palabras, más dos menciones en redes sociales a cambio de cinco euros a repartir entre el proveedor y ellos. ¿De verdad hemos llegado a este punto?, explotar a la gente a cambio de no ofrecer nada y abusar de la situación de necesidad que se encuentran. Por supuesto que trabajarán por tres euros, tienen familia, gastos y responsabilidades, pero los directivos de estas empresas ¿tienen algo de sentido común?, ¿algo de corazón o de decencia? Realmente esperan algo de calidad a base de abusar, humillar y despreciar el trabajo de profesionales que por avatares del destino se ven abocados a esta locura de la gig economy y trabajar para hacer más ricos a los que lo único que no necesitaban era más dinero.
Esta falta de escrúpulos me parecen tan salvaje, tan vergonzosa que a veces me dan ganas de borrar todo rastro de ética y de moral y ponerme a su misma altura. ¿Uber no es una empresa de transportes?, ¿AirBnB no se dedica al negocio del turismo?, seamos serios. Podemos bailar encima de la delgada línea gris, pero todos sabemos a que dedican realmente, por mucho que periodistas pagados, periodistas atontados y profesores de ilustres universidades nos canten las loas de las maravillas de esta economía. Bajaos de vuestro pedestal y comer las migajas que nos dejan estas corporaciones y entonces me construís una teoría sobre los marcos regulatorios, la libertad individual y el respeto a la iniciativa privada.
En el camino de madurar estas empresas han dejado de lado los sueños compartidos con toda la humanidad para abrazar el sueño húmero de los inversores, gente conocida por su buen corazón como Goldman Sachs. ¿Tenéis que reflexionar porque se invertido?, no por mejorar el mundo sino porque este tipo de negocio les da la fantástica oportunidad de ser más ricos -y sobretodo más poderos- sino además saltarse todas las regulaciones que costaron años de implementar. Unos se saltan todas las normativas de seguridad vial y los requisitos para transportar personas, AirBnB se pasa por el forro la normativa hotelera, y todos, uno detrás de otro, son pantallas que solamente sirven para enriquecerse y saltarse la ley -la cual cumplimos casi todos-.
Se repite de nuevo los trucos que ya usan muchos para hacer de su capa un sayo y encima, muchos aplaudimos. No acepto esta realidad, me niego a usar sus servicios, y si en su momento opté por el comercio de barrio, a día de hoy me reafirmo más en esta decisión. El tendero de debajo de casa es tu vecino, la panadera, el mecánico, la tienda de electrodomésticos, todos ellos viven donde viven tu. Ellos tienen el mismo interés que tu barrio sea lo mejor posible, que tu colegio sea una institución que enseñe y eduque, y para que ellos puedan invertir tiempo en reflexionar y actuar sobre estos temas, han de tener cierta tranquilidad económica. Es por esto que hay que estar a su lado y no dejarse cegar por luces de neón que no hacen más que empobrecerte moralmente y degradar tu entorno.
Piensa dentro de quince años, cuando no haya nadie en tu barrio, donde todos estén sin trabajo, donde no quede esperanza. ¿Vas a llamar a alguien?, ¿alguna empresa vendrá a darte cariño?, ¿algún directivo te dará un poco de pan cuando pases hambre?, lo dudo bastante.
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