Enviado por Jose el
Fried Green Tomatoes
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Todos tenemos, o deberíamos de tener, una amplia variedad de intereses. No lo digo solo por no ser un adicto al trabajo sino para poder usar el cerebro de la forma más creativa posible, cuanto más profundo sea tu conocimiento en un área y cuanto más amplia sea la base es mucho más fácil realizar conexiones entre disciplinas diferentes y sectores que a priori no tendrían ninguna relación pero que con la amplitud y el conocimiento se pueden conectar y crear algo nuevo desde la nada.

En esta amalgama mía de aficiones está cocinar, me relaja, me divierte y cuando tenía un sueldo digno y no como ahora que llego a fin de mes con el viejo truco de esperar sentado a que pasen los días, tenía como costumbre comprarme algún que otro libro de cocina. Me compraba libros que no eran de recetas, porque no me divierte copiar lo que otros han hecho, sino libros de costumbres gastronómicas, de tradición, de técnica y sobretodo lo que tenga que ver con el proceso que va desde el crecimiento del ingrediente hasta que llega transformado al plato del comensal.

Un libro que encontré realmente interesante era uno sobre química gastronómica -son casi las doce de la noche y estoy escribiendo esto para poder cumplir mi promesa de un post diario así que no voy a levantarme a buscarlo en mi colección- El argumento base de todo el libro era que la química no era la culpable de que cada vez los alimentos tengan cada vez menos sabor y si no os habéis dado cuenta hacer la prueba de toda la vida, acudir a un campesino que cultive tomates y darle un mordisco al primero que veáis y luego compararlo con el que compráis en la tienda. No tienen nada que ver, uno tiene sabor, textura, aroma y el otro es como un simple trozo de corcho pintado de rojo que no aporta nada más que la ilusión de que hemos puesto algo parecido al tomate al plato que nos vamos a comer.

La razón más importante de esta decepción gustativa reside principalmente en nuestros gustos y costumbres como consumidores. Hemos perdido la noción de temporalidad y queremos tener todos los productos en todo momento y esto tiene un precio. La comida tiene unas épocas para que estén en el punto perfecto de recolecta y no está siempre disponible todo el año, hay una época para comer mandarinas otra para naranjas y sobre esta base se construyó la rutina gastronómica de todas las culturas.

En nuestros tiempos modernos y con la excusa de la globalización asumimos que todo ha de estar disponible, lo cual es geográficamente cierto no es factible en bienes perecederos. Puede que en el sur sea ahora verano, pero transportar productos de una punta a otra del globo tiene unas consecuencias que afectan al resultado final. No queremos aceptarlas y no somos conscientes de que es imposible que todo sea fresco y sabroso en cualquier momento.

Si nos vamos al mundo empresarial también vivimos esta esquizofrenia de quererlo todo sin ser conscientes de las consecuencias, y cuando las conocemos no queremos aceptarlas y lo peor es que tampoco queremos cambiar nuestro comportamiento. Nos molesta la gentrificación pero todos aprovechamos la demanda de pisos de precios para alquilar nuestro apartamento al precio más alto, no queremos que la vida de barrio desaparezca pero nos vamos todos a los grandes almacenes dejando de lado el comercio de proximidad. Queremos vestirnos a la moda a un precio irrisorio pero luego nos sorprende que esta ropa se fabrique en el tercer mundo, luego nos quejamos de que las empresas abusan de las condiciones, pero siguiendo con nuestra lógica nos negamos a pagar una ropa fabricada con personas que viven a nuestro lado porque es demasiado cara porque hay que pagar unos sueldos dignos.

Nuestra inconsistencia y nuestra falta de coherencia es lo que nos lleva a un mundo de principios absolutamente idílicos que se ven rotos de forma contante por nuestra falta de consciencia y de visión. ¿Porqué?, porque lo queremos todo, lo queremos ya, y no queremos pagar por ello, y cuando nos enfrentan a nuestras condiciones lo único que sabemos balbucear es culpar a otros en vez de ser responsables y aceptar que han cerrado todos los comercios de tu barrio porque tu has ido a comprar a esas grandes corporaciones porque nos era más barato que colaborar con nuestro dinero la vida de los que si aportaban calidad a nuestra sociedad.

En resumen, y como dicen los ingleses, no me digas en lo que crees dime dónde va el dinero que gastas y entonces podré creerme que realmente defiendes lo que dices o si eres otro de esos pijos progrese que con una mano insultan al capital y con la otra llevan un iPhone de último modelo mientras vistes ropa de marca comprado en el gran almacén de turno a las afueras de tu ciudad.

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