Delitos y faltas
por Jose SalgadoLos que gastan mucho en Power Point suelen incluir alguna frase estilo el fracaso es huérfano y el éxito tiene muchos padres a la hora de encandilar a la audiencia con ideas fuerza, ideas simples e ideas que se pegan como un chicle a la suela de un zapato, por mucho que rasques no consigues quitártelo de encima y tampoco acabas de ver la utilidad de tener un trozo de goma pegado en la suela.
En toda organización, en todo proceso, siempre hay espacio para el error, para cometer equivocaciones. En algunas ocasiones es por un mail diseño del sistema y otras porque se deja un margen de actuación a las personas para que puedan tomar decisiones saltándose las restricciones, reales o no, que hayamos definido.
Cuando un error aparece suele ocurrir lo mismo que con el acné, a la que ves que te sale un grano en la cara lo único que puedes ver ese punto rojo que crece a cada mirada que le das, que te hace poco atractivo y lo que es peor, te entran unas ganas irreflenables de acabar con él usando cualquier método disponible. En este proceso de centrar la concentración nos olvidamos que el resto de la cara está perfectamente, que no tenemos ojeras, que no hay arrugas y que si hiciéramos una estadística, el 96% de la piel en nuestra cara está en perfecto estado.
Una vez ese punto rojo ha atrapado nuestra capacidad de raciocinio todo nuestra capacidad cálculo se vuelca en buscar culpables: será el chocolate que me comí ayer, será que es uno de esos días, será que me desmaquillé mal, será, será, y no paramos en darle vueltas hasta que algo emerja con la suficiente claridad para desahogar toda nuestra furia y maldecir en siete idiomas distintos, y tres de ellos en lenguas muertas, para que podamos volver a tener un momento de calma.
Supongo que es nuestra forma de ser, el problema ahoga nuestro campo de visión y luego tenemos instintos homicidas con el culpable. Con estas bases no me extraña que nadie se atreva a dar un paso adelante y reconocer que la decisión que tomo era equivocada, buscar el porqué se llegó a esa decisión y preparar medidas profilácticas para evitar que vuelva a ocurrir. En una palabra, realmente aprender de los errores.
En vez de esto, en vez de abrazar la oportunidad que nos da un error, que recordemos que ya se ha cometido y no todavía no existe el Delorean que nos permita viajar en el tiempo, nos dedicamos a escondernos, a culpar todo el mundo e intentar evitar pasar la tormenta sin que no salpique demasiado y que nuestra nómina no estén en el lado de los afectados por la criba.
Tendríamos que aceptar que nadie nace enseñado, que uno aprende a base de estudiar y luego a base de práctica y que este proceso nunca tiene fin, cada día aprendemos algo nuevo, mejoramos alguna habilidad y poco a poco nos acercamos a la meta inalcanzable de alcanzar el conocimiento pleno. Pero la pregunta es, ¿como podemos alcanzar el conocimiento sino validamos nuestras teorías y aprendizajes?, podemos pasar una vida defendiendo un proceso, una estrategia sin saber que es errónea por la sencilla razón de que no la hemos sometido a un proceso crítico sino que en vez de afrontar la realidad nos hemos dedicado a parchear nuestras creencias con tal de no ser capaces de desaprender lo que nos ha costado tantos años entender.
Hasta que no reconozcamos que los errores son inherentes a todos los sistemas y que sino detectamos errores es porque algo estamos haciendo mal, nos haremos un flaco favor a nosotros mismos y a la empresa. Una vez entendido este principio, hemos de empezar a buscar no solo los culpables, sino los procesos por los que se han cometido. Tenemos que dejar de criminalizar a la persona que tomó una mala decisión y entender porqué se obró de una determinada manera y no de otra.
Una vez iniciado este proceso de aprendizaje, uno estará abierto a aceptar errores, a comentarlos abiertamente sin miedo y tendremos una oportunidad real de mejorar. Ahora bien, aceptar los errores significa aprender de ellos, si persistimos en repetir los mismos errores una y otra vez, quizás el problema sea del responsable del proceso, ya sea por miedo a despedir o por incapacidad de enseñar.
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