¿Internet amplía o apalanca nuestra visión del mundo?
por Jose SalgadoLo malo de predicar en el desierto es que se te llena la boca de arena y no hay máquinas de vending para meterse entre el cuerpo y espalda una coca-cola y quitarse el sabor árido que da esa arenilla más reseca que la mojama. La condenada se te cuela entre las encías y te deja la lengua como un trapo mal secado. Pero ya me estoy despistando de nuevo, lo que yo venía a decir por aquí es que una de mis tesis, por supuesto nunca demostradas porque soy más vago que la chaqueta de un guardia, es que con la infantilización de la información se han creado lectores que no quieren aprender, sino que les den la razón. Este fin de semana, estaba yo sin desierto ni arena en mis quijadas y con una cocacola fresquita en mi terraza dándole la razón a Nicholas Carr, porque entre página y página me metía una dosis de twitter, y he aquí que me quedé ojiplático cuando leí este un artículo publicado en Mi mesa cojea titulado Lectores contra periodistas y periodistas contra lectores. Lo que me encandiló fueron dos párrafos en concreto.
La ignorancia de los lectores
Los lectores "son sectarios, ignorantes y sensacionalistas", dice Enric González en la mencionada entrevista. "Tú tienes que venderles las noticias a ellos y ellos quieren que les des la razón. (…) Si el periodismo se hiciese en serio, habría que vender unos paquetes de cojones y la gente se los tendría que estudiar. Empezando por el sesgo ideológico. El lector tiene su ideología, hay cosas que ya no admite porque no encajan con su cosmovisión."
Yo soy alguien al que le encanta llevar la contraria, creo que es la mejor manera de poder ver las debilidades y las fortalezas de tu discurso. Cada vez más me tengo que ver con personas que su fuente de información es un único medio o un único blog, su riqueza de argumentos es menos variada que la alimentación de una ameba y, más allá de entender lo que postulan, repiten frases idea sin saber realmente que significa.
La capacidad de análisis, espíritu crítico y el más mínimo sentido de la proporcionalidad ha desaparecido en pos del titular más impactante. Los usuarios, lectores o demás fauna (entre la que me encuentro yo mismo), tendemos a buscar fragmentos de información en formato grágeas para poder digerirlas sin tener que masticar. El esfuerzo mental del análisis ha caído en picado y vende más una frase que impacte que la más mínima lógica. Recuerdo ahora la magnifica frase del ministro de defensa que más ancho que largo afirmo: Prefiero morir a matar. Como frase tiene su impacto, pero lo que lo diga el encargado de las fuerzas armadas tiene su gracia. Imaginaos como se ha de sentir el soldado raso cuando quien decide dónde se va a ir a jugar los garbanzos prefiere que te maten antes que mates tu. No es que nos pongamos todos a pegar tiros como descerebrados, pero un poquito de conciencia de lo que son las cosas. O aquella ministra que soltó sin perturbarse que el dinero público es de todos. El caso es que palmeros, o agradaores, se dedican a replicarse unos a otros sin entrar en el más mínimo esfuerzo intelectual. Porque me parece tan insultante los que critican porque alguien no es de su cuerda intelectual como los que dicen que si a todo porque son más cercanos a su ideología. En resumen, todos gilipollas y aquí todos tan contentos.
El problema final, es que con esta estructura de información y análisis, es imposible tener un debate mínimamente serio, y como dijo aquel, si discutes con un idiota siempre perderás, porque te pondrás a su nivel y te ganará por experiencia. Con lo que las personas con más de dos dedos de frente optan por callarse, es mejor no opinar. Los círculos de amigos, conocidos y saludados se componen cada vez de gente más afín, de modo tal que más que parecer un grupo de personas, son más una secta con un mensaje.
Añoro los tiempos donde en mi grupo de amigos había gente de izquierdas, derechas, liberales, conservadores, pro-aborto, antiabortistas, creyentes, ateos, agnósticos… Nos podíamos tirar los trastos a la cabeza, pero usando argumentos, usando ideas, referencias cruzadas y gracias a esto, unos y otros ampliábamos nuestros conocimientos. Después, cuando los licores se habían consumido, el café ya estaba frío y la mañana amenazaba con salir, cada uno se saludaba, nos poníamos los abrigos y seguíamos siendo tan amigos como antes. Esto, lamentablemente, ya no ocurre. Es todo monocolor, o estás conmigo o contra mí.
Y no podemos negar que Internet ha ejercido cierta influencia en este aspecto, la gente acude donde le dicen lo que quiere oír, no lo que necesita oír, por lo que se producen nichos cerrados de información, donde la entrada de una opinión discordante es directamente amenazada, insultada, coaccionada y finalmente expulsada.
Tonterías a 0€
Cuando uno de esos gurús del 2.0 despliega sus gráficos circulares, siempre glorifica las cualidades democráticas del nuevo paradigma comunicativo. Por eso es un gurú. ¿Acaso no es maravilloso este modelo donde las redes crecen exponencialmente y, con ellas, el alcance del mensaje? Y claro que lo es. Sobre todo cuando te pagan por decirlo. Lo que olvidan decir los gurús del 2.0 es que buena parte de esos mensajes son basura. Que tener la posibilidad de decir no implica tener algo que decir.
Que gran verdad. El tener la ocasión de decir algo y el tener una audiencia no implica que debas decirlo. Pero como consecuencia del punto anterior las tonterías se reproducen de forma alarmante, y el símil que se usa es en si mismo preocupante: viral. Que yo sepa los virus nunca han sido buenos. Uno no se encuentra con el virus del constipado y le invita a unas cervezas y unas bravas. Pero aquí estamos todos, intentando conseguir un fenómeno viral. Pero a día de hoy es barato ser un ignorante, usar alguna cuenta de alguna red social o algún blog y ponerse a soltar burradas. Al final siempre encontrarás un seguidor, y con suerte y si lo haces bien, te convertirás en un referente de absurdos, no hace falta más que ver cuales son los vídeos más vistos en Youtube.
Los medios tienen gran culpa de lo que pasa ahora, pero deberíamos de mirarnos el ombligo y empezar a pensar si realmente nos estamos informado o simplemente estamos autoadictrinandonos con datos que nos dan la razón, descartando cualquier dato que amenace nuestra cosmología.
Pero como dijo aquel, la esperanza es lo último que se pierde, y quizás llegará un día que tocaremos fondo, podremos reflexionar y dejaremos de comulgar con ruedas de molino. En ese mismo día, cuando nuestra sociedad civil esté informada, será el día que nuestra clase dirigente debería ponerse a temblar.
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