Normativas y regulaciones
por Jose SalgadoAceptamos que las empresas han de generar un beneficio razonable para que su negocio siga en pie. Depende si es una PYME, un autónomo una gran multinacional, o una empresa que cotiza en bolsa, hay diferentes parámetros para decidir si el crecimiento es razonable o está por debajo de lo esperado.
Esta claro, no todos juegan a lo mismo aunque estén todos encima del mismo tablero. Un autónomo pedirá poder pagar las facturas y cuanto más mejor, pero no se rasgará las vestiduras si su crecimiento es menor del diez por cierto. Esta verdad no siempre es aplicable a las grandes empresas, y esta presión -justificada o no- nos lleva a un maravilloso abanico de color donde la ética, las normas y las regulaciones se dedican a bailar un juego al que pocos están invitados, por contactos y por capacidad financiera.
Si eres una gran empresa, puedes estructurarte para pagar menos impuestos desviando fondos a filiales fuera de tu país, contabilizar gastos como inversión, forzar situaciones para tener mejores ventajas fiscales, y un largo número de palancas de las cuales tirar si necesitas que la realidad se adapte a tus necesidades.
Sin ir muy lejos, podemos ver como en mi comunidad -Catalunya- han aceptado bajar los impuestos del juego para el Barcelona World. Esto sería ciencia ficción para cualquier pequeña empresa, ni emborrachando a base de ratafía al señor Artur Más conseguirían que los fontaneros gozaran de tamaño privilegio fiscal.
Por otro lado, sino consigues cambiar la ley a base de contactos, siempre te queda la opción de estar bien asesorado y navegar por esas aguas grises del la ley. Si cambiando ciertos parámetros y ciertas estructuras puedes pasar de pagar el treinta y cinco por ciento a pagar solo el dos por ciento, ¿quién es el honrado que hará lo correcto?, y si hay alguno, ¿que honrado quedará después de que sus accionistas se enteren de la decisión que ha tomado?
Un camino más salvaje, y porque no decirlo, más emocionante, es directamente saltarse la ley. Para que vamos a intentar retorcer la norma si aunque me pillen, siempre se gana. Por poner un ejemplo no del mundo de los negocios. En mi ciudad, si viajas sin billete en el metro la multa es de unos seiscientos euros, así que debería de ser un aliciente para cumplir la norma. El problema, es que llevo toda mi vida viajando en transporte público -no tengo coche- y en mi vida he visto a un revisor en el metro, con lo que si hago el cálculo de lo que me habría ahorrado, si me pillaran me compensaría de sobras el no haber pagado. Y no os creáis que no lo pienso cada día cuando veo que cada vez menos somos los que abonamos el viaje, mientras el resto se dedica a saltar las vallas ante la antena mirada del personal de TMB, que no se si tienen prohibido actuar o si es que acaban de desayunar y no pueden hacer esfuerzos.
Aunque para ser honesto, el modelo que más me gusta es el que nos ha traído esta moda de los modestos emprendedores del sector tecnológico. No solo se pasan la ley por el forro de los caprichos, sino que además hacen ostentación de ello, y para colmo de males, nos culpan a todos de ser unos inútiles, unos ignorantes y unos luditas -que a veces dudo que sepan lo que significa- El caso de Google es fantástico, no cumple la normativa pero en vez de intentar adaptar su negocio a la ley, lo que hace es contraatacar -gracias a su acérrimos defensores-, con lo que el resultado es sigue haciendo lo mismo que hacía, sigue eludiendo la ley, y para colmo de males, los que la señalan son culpables. Creo que la Standard Oil, Bell y alguno que otro monopolio de antaño habrían pagado por estar en su situación.
Pero que le vamos a hacer, las normas y las regulaciones ya no son lo que eran -o quizás nunca lo fueron- quienes las intentan seguir ven como les adelantan por la izquierda y encima le saludan con el dedo anular con los vítores del respetable.
Queremos precios bajos, pero no queremos saber como lo consiguen. Luego nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, pero para ser honestos, gran parte de la culpa es nuestra.
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