Enviado por Jose el
La felicidad, como el éxito, no es una meta sino un residual
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¿Os acordáis cuando en matemáticas y os tocaba resolver un problema[1]?. Era importante conocer las fórmulas, pero antes de ponerse a pensar o de aplicar soluciones, lo primero era entender el problema y como podríamos resolverlo. ¿Y cuantas veces hemos suspendido porque en vez de pensar, nos hemos lanzado sin comprender que es lo que estaban preguntando?. Esto nos ha ocurrido a todos alguna vez en la vida y también en todos los ámbitos, ya sea laboral o profesional.

Creemos que lo importante es ser feliz[2] o alcanzar el éxito, y enseguida bajamos la cabeza y nos ponemos a trabajar en pos de esa meta, ese concepto mágico que nos ha venido heredado por la cultura, al igual que el amor dramático y que en internet todo es gratis.

Pasan los meses, pasan los años y seguimos en busca del mismo objetivo. Vemos que en vez de estar cada vez más cerca tenemos la sensación de que el condenado se aleja, así que nos sumergimos en el mundo de la autoayuda, leyendo -y pagando a autores por que nos revelen la receta de la sopa de ajo-.

La meta sigue sin llegar y comenzamos a sentir esa punzada de culpa de que algo está mal con nosotros, opción uno, o bien que la sociedad nos tiene manía y que una casta dirigente y oculta conspira en secreto para que nosotros -o nuestra clase social- nunca triunfe.

Quizás, con suerte, un día te des cuenta que la vida se ha escapado entre tus dedos mientras perseguías fantasmas y entonces, una pequeña epifanía se abra ante tus ojos: el éxito y la felicidad no son una meta. Has gastado dinero, que no es que abunde en estos días, y sobretodo un tiempo que jamás volverá.

Pero con la sabiduría que te ha dado este momento, no dejas que ese ser negro y viscoso que es la desazón se apoderé de ti y decides dar espacio a esa luz que se ha encendido dentro de tu negocio y de tu vida.

Has comprendido que estas metas -felicidad y éxito- suelen ser un residual de otros factores, de otras prioridades que se han de fijar en la vida, y un detalle que no hemos comentado, tener claro qué es el éxito y la felicidad, que no suele ser lo que vemos en las películas con toda esas endorfinas por ahí corriendo por nuestro torrente sanguíneo estropeando todo proceso lógico en nuestro sistema nervioso central.

Por un lado la felicidad[3] sería un estado de grata satisfacción espiritual y física. Mientras que éxito[4] se definiría como resultado feliz de un negocio, actuación, etc… Interesante que las dos están relacionadas y la primera parece más el resultado de la influencia de alguna droga con nombre que lleva a la confusión. Pero no voy a negar que suena bien, grata satisfacción tanto espiritual como física. ¿Quién no querría estar todo al día cocido a sonrisas metafísicas y corporales? El problema es que no suele ser sostenible y no explica como llegar ha ese Valhalla de la drogadicción cultural.

No tengo nada en contra de poder experimentar esas sensaciones, pero si de experimentarlas en todo momento porque embotan los sentidos y anulan nuestra capacidad, pero si soy muy partidario de crear las circunstancias para que surjan en el momento apropiado.

¿Cual sería el camino para obtenerlo sin parecer un adicto buscando un chute en alguna calle maloliente del barrio más triste de nuestra ciudad? Aquí mi pequeña lista de consejos que espero que nadie siga porque cada hombre es un mundo y todos tenemos nuestra propia historia personal con la que tenemos que lidiar.

Lo primero de todo es conocerte, saber quién eres, cuales son tus capacidades y habilidades.

El segundo paso es ser consciente de que es lo que te apasiona, que te hace levantar las neuronas y bombear adrenalina en tus venas.

Cuando tengas claro estos dos conceptos toca mirar el mercado. ¿Pagan por lo que sabes hacer y te apasiona[5]?, si es que si, es el momento de ver si tienes el nivel necesario para entrar en el negocio, y si es que no, cuanto esfuerzo has de poner para poder vivir de ello. Es importante ser consciente de que la sección de esfuerzo no te la va a quitar nadie, porque o bien te esfuerzas por entrar o te esfuerzas por mantenerte, y que esta inversión no siempre es la misma para todos -por motivos de capacidad, clase social, amigos, físico, etc— y culpar al mundo de ello no hará que sea más fácil.

Si no consigues alinear tus cualidades, pasiones y mercado, toca saltar a la siguiente hasta que consigas una que te permita vivir. Y obviamente, si no conseguimos encontrar ninguna, no culpes al mundo. Puede ser, y no te lo tomes a mal, que no estás dispuesto a realizar el esfuerzo necesario.

Una vez ya tengamos el proyecto claro, toca trabajar. Olvídate de redes, promociones y marketing, has de trabajar y mejorar en lo que haces. Poco a poco, con paciencia, si puedes aprender de alguien mejor que tu perfecto, y sino, con el viejo método de ensayo y error.

Cuando tu trabajo empiece a hablar por ti, es el momento de activar lo que llaman marca personal[6] o lo que es hacer marketing de toda la vida o generar una potencial cartera de clientes. Es bueno que sepan que eres bueno, la modestia solo sirve como nombre, y haz que tu conocimiento sea la palanca que te posicione en el mercado.

Sigue trabajando, sigue siendo humilde -que no modesto-, ayuda como te han podido ayudar a ti, y sigue intentando dar el mejor servicio que puedas.

Y con el tiempo, si te aplicas, quizás tengas ramalazos de lo que debe ser el éxito y la felicidad, como resultado de todo ese trabajo que has dedicado y, no te olvides, sigues dedicando.

[1] Cómo describir un problema para que todos entiendan. SoftExpert

[2] Cómo la tiranía de la felicidad te amarga la vida. Psicodosis

[3] Felicidad. RAE

[4] Éxito. RAE

[5] Encontrando tu lugar en el mundo profesional. Mónica Mendoza

[6] Marca personal: Y tú, ¿qué marca eres?. Neus Arqués

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