El teletrabajo no era esto
por Jose SalgadoHace más tiempo del que quiero recordar, desde anorta habíamos apostado por el teletrabajo[1]. Han sido años no solo proclamando las virtudes y ventajas de este sistema, sino que éramos de las pocas empresas que lo aplicában. En algunos sectores nos escuchaban, barruntaban para sus adentros “mmmm, interesante” y con un poco de suerte implementaban soluciones técnicas para dar esta opción a sus trabajadores. Pero a pesar de nuestros esfuerzos, habían un gran número de empresas reticentes, seguían muy pegados al refranero español y su el ojo del amo engorda el caballo. El presencialismo[2], lacra de la productividad, los mandos más pendientes de agradar a dirección que a conseguir objetivos [3]y una escasa y mala normativa[4], hacía que el 90% del país se levantara cada mañana para colapsar las arterias de las ciudades, saturar el transporte público y usar todas las permanencias que el colegio nos ofertaba -en el caso de tener hijos-
Pero en estas que nos pilló un virus y, como solución del siglo XXI, los que ostentan el poder optaron por una solución del siglo XIV: confinarnos. Descontando los servicios esenciales, la mayoría de las empresas se quedaban sin recursos humanos al no poder acudir estos a sus puestos de trabajo. ¿Solución?, teletrabajo. Informáticos, gestorías laborales, abogados, y actualizaciones a última hora para poder tenerlo todo en marcha y no tener que bajar la persiana. Un gran número de empresas, con mayor o menor fortuna, movieron la mesa del despacho de la oficina al comedor de sus trabajadores. Empezaba una nueva era en el teletrabajo.
Pero esto ha sido como dar los códigos nucleares a un psicópata con ansias de sangre. Se ha exprimido al máximo la idea de 24/7, también conocido como disponibilidad absoluta, y el trabajo ha desbordado todas las fronteras de nuestra vida privada. No hay horas para los correos electrónicos, las reuniones -ahora videoconferencias- son a cualquier hora y sin límite de duración, los whatsapp caen con tanta urgencia como nocturnidad, y nosotros nos vemos solos, desconectados y rodeados de cada vez más marrones. Los trabajadores se tiran de los pelos, y los directivos, también. Los que tienen cargos que empiezan por C (CEO, CFO, CMO, CPO, etc….) ven que los resultados mejoran de una forma sustancial[5].
Pero del mismo modo que vamos a descubrir que la infancia va a pagar un precio por este confinamiento, veremos a ver un repunte del fenómeno burn-out[6] en las empresas. Quizás no sea ahora, pero ocurrirá y será cuando menos lo esperemos, así que vamos a ver que detalles podemos considerar para evitar que nos ocurra.
Lo primero y lo más importante es que el teletrabajo no es trabajar desde casa. Si uno piensa que moviendo el ordenador de sitio uno ya tiene teletrabajo es que no ha entendido absolutamente nada de como se gestionan y se motivan a las personas.
Los límites existen más allá de las matemáticas. Del mismo modo que no llamamos cada cinco minutos a una persona para enviarle información, no se pueden usar las herramientas de mensajería instantánea para enviar la última ocurrencia sin importar la hora. Hay que centrarse y respetar un marco de comunicación para whatsapp y derivados, y lo que no es urgente puede ir por otro canal como el correo electrónico que es menos invasivo. Incluso hay aplicaciones para programar la hora de envío de los mensajes y no molestar a las personas a las once de la noche.
El suspense queda bien en las películas. Hay que agrupar la información y darla de forma coherente y junta. Ir dejando migas como quién escribe una novela de suspense no es práctico, es un abuso de poder y crea situaciones de estrés que afecta a las personas. No se puede trabajar sin tener toda la información y dar por supuesto ciertos datos es abrir la puerta de par en par para que Murphy entre y haga de las suyas.
Que venía yo a hablarle de Dostoievski[7]. Que no tengas nada que hacer, o incluso, que hayas acabado todas tus tareas no es motivo suficiente para convocar una reunión. Se que es tentador abrir el programa y llamar a cualquiera para pasar el tiempo con la excusa de revisar un proyecto. Las reuniones, todavía más que en el mundo presencial, han de estar limitadas en tiempo y forma. Se necesita una agenda de temas a tratar, un tiempo límite en el cual se ha de solventar los puntos de la agenda, y sobretodo, un listado de acciones y conclusiones. No menciono lo de no incluir a gente por cortafuegos político o por hacer el marrón más grande, asumo que esto ya viene aprendido de antes.
Klaatu barada nikto.[8] Como diríamos en nuestra piel de toro: semos tos personas nen. A veces olvidamos que lo que está al otro lado de la computadora es un ser humano, una persona que otrora era nuestro compañero de cafés y con quién desahogábamos nuestras frustraciones ante tiempos de entrega, clientes exigentes y que buena era la última serie que estabas viendo. Con lo que antes de descargar nuestra frustración, que la tienes porque trabajar solo y aislado nos vuelve paranoicos, nos estresa y eleva la ansiedad hasta límites medicables, recuerda la de veces que le dijiste: ¿hacemos un café?
Fechas de entrega si, horarios no. Si el cliente es lo importante, da igual que horario tenga uno de trabajo, siempre y cuando entregue en la fecha asignada, el proyecto tenga la calidad estipulada y esté disponible si el cliente lo requiere o si existe una urgencia. El horario de nueve a cinco ha de desaparecer. Se han de crear rutinas de reuniones, sin duda alguna, para ver la evolución del proyecto, pero el resto del tiempo se ha de gestionar como mejor le vaya al trabajador. Si es padre o madre, quizás prefiera trabajar en horarios fuera del clásico de oficina, o si es una persona nocturna querrá trabajar de madrugada, o viceversa. Aprovechar las ventajas que nos da el entorno para maximizar la productividad del trabajador sin destrozarle la vida sentándolo delante del ordenador todo el día.
No voy a mencionar herramientas básicas que se tendrían que tener implementadas como videoconferencia, compartición de pantalla, sistemas en la nube, etc… pero si voy a insistir en un punto importantísimo. Hay que ir a la oficina al menos dos veces por semana, de hecho, este sería mi consejo más importante. La tecnología no es capaz de suplantar la cercanía ni el contacto humano.
Esto ha llegado para quedarse, aporta ventajas indudables si se aplica correctamente. Es una ventaja para todos y es un primer paso para la conciliación familiar, por lo que es fundamental que ya que un virus nos ha obligado a comprar una idea, al menos hagámoslo bien.
[1] Tu patria mis zapatos. anorta
[2] Un país de 'calientasillas' y gente sociable: el teletrabajo no logra despegar en España. El Confidencial
[3] Los jefes se han inventado las reuniones para mantenerse como jefes. ABC
[4] La nueva ley del teletrabajo entra en vigor este martes. El Periódico
[5] Casi el 50% de las empresas nota un aumento de la productividad con el teletrabajo. Merca2
[6] El síndrome burn-out en las empresas. UCM
[7] Frase que usa Luis Ciges para dormir bajo techado en la película Amanece que no es poco.
[8] De la película The Day the Earth Stood Still. El profesor de filosofía Aeon J. Skoble describe la famosa frase como una «palabra de seguridad» (lo que los ingleses denominan safeword), como parte de un dispositivo para evitar grandes daños ante un fallo del sistema
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