La libertad como elemento de control
por Jose SalgadoHace ya muchos años tener móvil era un claro síndrome de nivel social, no todos se podían pagar una aparato de más de cuatro kilos con una cobertura entre escasa y nula, además de el coste que representaba tener un aparato de este estilo. En resumen, era para gente con mucho dinero y que correlacionaba bastante con ejecutivos de alto nivel. Pero como nota curiosa, el mensaje que más se transmitía por esas incipientes redes de telefonía era *te quiero* o algo por el estilo, que no encuentro el enlace que lo comentaba.
Desde los principios, más allá de ese mensaje romántico, se destacaba la libertad que te daba el aparato. Poder llamar desde cualquier lugar, estar siempre localizable. Ser ese elemento imprescindible que tu ya eres para tu empresa, por eso te valoran, por eso te dan acciones y por eso tienes este teléfono exclusivo.
Con la llegada de los teléfonos inteligentes algo empezó a cambiar, todos empezaron a estar localizables, todos podían trabajar en remoto, todos eran susceptibles de estar disponibles las veinticuatro horas del día los siete días del año.
Por si fuera poco, aparecieron las redes sociales que dieron o como mínimo impulsaron la idea de captar datos para su explotación. Sabían a que hora te conectabas, con quien hablabas, desde dónde lo hacías, el uso que hacías en la pantalla, con quién hablaban. Una avalancha de datos deseando ser explotada por los data brokers.
Sino me equivoco, los primeros en darse cuenta de esto fueron los responsables de logística, o los dueños de empresas de este sector. Si damos un teléfono móvil a todos nuestros conductores y tenemos activado la geolocalización sabremos donde están en todo momento, podremos estudiar sus rutas, aplicarles análisis y todo tipo de torturas matemáticas para subir la eficiencia de nuestros empleados. Dicen los que prefieren no hablar, que el salto fue casi como pasar de ir andando a ir en avión supersónico. Después de tenerlos a todos localizados, ahora no se producían retrasos, se hacían más entregas y los ratios de ruta/entregas/tiempo habían mejorado de forma exponencial.
Otro sector que pasó a mejor vida fue el del transeúnte amable. Cuando tenías que ir algún lugar ya no tenías que preguntar a la gente que encontrabas por la calle, simplemente sacabas el teléfono con la aplicación de turno y en dos segundos te ubicaba y te indicaba el camino más corto a tu destino. Cierto que al principio algún había acabado en lugares de sospechosa reputación, a día de hoy creo que no quedan más de cien taxistas que se conozcan el callejero de su ciudad, todos van con el asistente activado. Y está llegando el momento que ni necesitaremos conductor, sino que simplemente diremos *A casa de mama* y el sistema sabré quienes somos, quién es nuestra madre y dónde vive, y me juego un pinrel que incluso nos dará conversación de los temas que nos interesan porque los hemos buscado y leído en la app de noticias que tenemos instalada.
Esto también se aplica a más sectores, las apps de trading acumulan tendencias para ir por delante de ellas y sacar un beneficio por eso diferencial de tiempo.
Incluso hacienda va a hacer uso de los datos tu móvil para controlar tu residencia fiscal y ver si cuadra con tu residencia real.
Todo suma en el control que cada vez creemos tener y en realidad hemos cedido, hemos delegado nuestro conocimiento, nuestra capacidad de relacionarnos y nuestra capacidad de ser humanos a los algoritmos que llevamos pegados a nuestro corazón, o en su defecto, a la nalga.
Ahora ya no eres una persona eras una modelización de datos residuales para no solo vender publicidad segmentada, sino noticias que no solo no te informaran, sino que te reforzaran las ideas que ya tenías, o como elemento más conspiranoico, añadir elementos en tu cosmología para luego explotarlos más adelante.
Lo interesante de este viaje es que la gente con poder ahora no lleva móvil, lo gestiona la secretaria, sus hijos estudian sin tecnología y tienen un aprecio al papel que rivaliza con la afición que tenía Bob Marley con las hierbas medicinales. Y todo esto me hace preguntar, ¿valía la pena este viaje?
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