Enviado por Jose el
Billy Eliot
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Tengo pendiente un post y pensaba escribirlo hoy, pero como siempre Murphy ha hecho de las suyas, primero me ha quitado el café que suelo tomar antes de ir a buscar a los niños y que aprovecho para escribir ya que tenía reunion por la tarde con los profesores de mis enanos.

Cuando he salido creo que he pasado justo por la puerta porque estaba tan orgulloso de ellos que mi perímetro debe haber crecido unos veinte centímetros y he pesando que si cada vez que se me quedo sin mi ración de Juan Valdés me van a dejar con el orgullo a este nivel, por mi ya pueden extinguir el cafeto como plante de la faz de la tierra.

Pero como os he dicho, Murphy estaba al acecho y no ha dudado en esperar agazapado el momento adecuado para torcer la alegría que me recorría el cuerpo como un esquiador inexperto por una pista negra, es decir, chillando como un loco. Hoy, como todos los Lunes, toca entreno y ya estaba mentalizado a sentarme en un lado de la cancha para ver las progresiones del equipo, como van aprendiendo poco a poco, y lo que antes era fustración por no tocar ni aro, cada vez más se convierte en sonrisa porque son capaces de meter más de dos tiros seguidos. Además, hoy nos han dejado a cargo a un amigo de mis hijos y como no podía dejarlo sentado al lado mío mientras sus compañeros de clase corrían arriba y abajo, unas veces riendo y otras concentrados, opté por preguntar al coach si podía participar y realmente se lo ha tomado como uno más y sin dejarse llevar por la rabia que da cuando ves que no te sale nada: ha participado, ha corrido, ha jugado y realmente se lo estaba pasando bien y quizás el año que viene ya tengamos a un miembro más para jugar partidos.

Han practicado trucos de habilidad, como pasarse la pelota alrededor de la cintura y otro tipo de tácticas para mejorar el control de la pelota y se partían de la risa al ver que lo que hacía el entrenado parecía fácil pero cuando les tocaba a ellos no había manera de que les saliera, pero les daba igual, lo seguían intentando y cuando a un niño le salía algo parecido gritaba de alegría “me sale, me sale”. Pero cuando ha llegado el momento de hacer el clásico partido entre niños antes de acabar el entreno, Murphy ha salido de su escondite y la sobredosis de felicidad que tenía se ha desvanecido como si me hubieran clavado una inyección de despierta guapo, que ahora te enseño un poco de realidad.

A la hora de hacer los equipos el entrenador les ha dejado que ellos los escogieran, y como son niños, todos han buscado a sus amigos para jugar juntos. Hasta aquí todo perfecto si tienes un grupo con el que sentirte integrado, pero si se da el caso que no eres del curso mayoritario, si ese día eres el único de tu clase, es posible que te quedes solo. Incluso es posible que aunque tu pidas ir con una persona esta te diga que prefiere a otro antes que a ti.

Es obvio que es una actitud normal, todos tenemos nuestro corazoncito y tiramos para quién mejor nos cae, pero no es menos cierto que duele verte rechazado y no siempre los niños tienen las herramientas para gestionar este tipo de fustración, y de este hecho que no tiene mayor trascendencia se ha escalado en un cruce de insultos y barbaridades que me duele oírlo. Me duele oírlo en boca de niños, me duele ver que todavía no tienen edad para integrar a los que no están con nosotros, me duele el que no se sepa gestionar el rechazo por muy bien intencionado que sea.

Por suerte, creo que los padres de ambos niños sabrán gestionar este momento, sabrán enseñar a uno la importancia de hacer hueco a todos y también de lo importante que es aceptar situaciones que no nos gusta y que no están buscadas para marginar, sino que vienen dadas por los mismos motivos que tendría si el estuviera en el otro bando.

Si, a pesar de todo, a pesar del mal cuerpo que me ha quedado hoy y que me ha llevado a escribir esto, creo que los niños son buenas personas, tienen sus cosas como todos los hijos pero básicamente son bondadosos, pero también están caminando a la adolescencia y tienen estos momentos de tensión y agresividad que han de aprender a controlar, a gestionar y a sacarle provecho, más que para insultar al otro, sino para mejorar y entender.

Quizás por esto, me siento mal pero tengo esperanza, tengo fe que todos los padres -al menos los del equipo de basquet- no solo les estamos llevando a hacer deporte porque es sano, sino porque también pueden aprender valores que serán útiles y que están reflejando que viven en casa, que formamos parte de un equipo, que no hay egos e individualidades cuando el grupo es lo que importa y que nadie gana cuando todos pierden.

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