Enviado por Jose el
Euros
Dirección | Finanzas y Seguros, Gestión de Empresas | 

Uno de los modelos de negocio que más se comentan esta basado en el concepto Freemium. Básicamente consiste en dar el servicio gratis, y a los que quieren pagar, darles un servicio ligeramente superior. La idea es captar una masa importante de personas para que en base de pura estadística, el 5 por ciento, consiga sufragar el coste del servicio que se ofrece a todos los usuarios. Normalmente, esto acaba en que casi nadie se hace premium o que sale otra empresa que ofrece ventajas parecidas y gratis para todos, con lo que al final, la diferencia entre los que pagan y los que no, son detalles tan insignificantes que en vez de ser el 5 por ciento, con suerte llega al 2.

Este modelo suele ser clásico de internet, pero esta mañana me he dado cuenta que está vigente en muchas partes del mundo off-line. Quizás con cierta picaresca en algunas ocasiones, y otras directamente robando. El detonante de que hoy escriba este post ha sido el desayuno. Pol y yo solemos desayunar cada día a las 9 durante 15 minutos en el mismo bar durante casi ya diez años de forma continuada. Bajamos a la calle, comprábamos la prensa y nos metíamos en el bar a que nos dieran algo para poder afrontar la jornada laboral. Llegó un momento, que entre tener el sueldo congelado cuatro años seguidos, los precios subiendo, el desayunar y el periódico era un importe importante. Así que optamos por desayunar y leer el periódico que suelen tener en el bar.

Ahora el proceso que utilizamos es ir al bar y otear quién tiene los periódicos. Normalmente son personas que se han pedido un café, un vaso de agua o con suerte un palillo. No sentamos y mantenemos siempre un ojo avizor para ver como evoluciona la lectura de estos personajes. Son concienzudos, leen detenidamente cada página de principio a fin, asintiendo con la cabeza cuando están de acuerdo, o negando cuando les desagrada lo que leen. El café hace ya horas que está frío o que ha sido ejecutado a golpe de sorbo, pero no sueltan la prensa. Pasan las páginas lentamente. Nosotros, pedimos nuestros bocadillos y seguimos vigilando. Ellos siguen leyendo, normalmente a estas alturas, usan el comodín del palillo para alargar su estancia, lo deslizan por sus labios e intentan rascar todo resto de cafeína de sus bocas. Nos sirven los bocadillos y nadie suelta la prensa, resignados comenzamos a comer. Parece que uno ha terminado, palillo en boca, vaso de cortado vacío, pero es una maniobra de distracción, le da la vuelta y comienza de nuevo desde el principio, con más intensidad que antes no sea que se le hubiera pasado alguna noticia. Pol y yo, ya hemos terminado el bocadillo y ellos siguen ahí, concentrados, leyendo, los codos clavados en la mesa, la mosca atrapada en fondo del vaso por culpa del azúcar y el palillo buscando restos de café en orificios perdidos de sus dentaduras.

Resumen financiero, Pol y yo, 8€ por quince minutos, resto del bar, 1€ por 40 minutos. Creo que en este ejemplo, queda claro que yo soy premium con servicios freemium.

Podría seguir con el ejemplo de los transportes públicos. Tu vas con tu tarjeta, tu identificador que te define como premium, y luego vienen los fremium que se dedican a saltar por encima de las taquillas sin pagar ni tropezarse. Digo yo que si se cuelan, al menos nos den una anécdota para el resto del día, pero ni eso. La taquillera mira al techo como si no fuera con ella la historia. Tu pagas, entras, y cuando ves un asiento libre para descansar tus posaderas ves que el freemium se ha adelantado y se ha sentado. Tu piensas que eres idiota, pagas y encima de pie, y el cabrón (porque no tiene otro nombre), se cuela y encima se sienta.

Y que os voy a decir del bicing, no hay nada más emocionante que ir por la acera, esquivando peatones de cilindrada menor que la tuya para ver un desgraciado a dos ruedas haciendo eslalom entre la gente mientras le da al timbre, que por cierto, que odio de timbre. Tu te indignas, el te enseña un dedo, tu miras a un guardia urbano y le haces gesto de “pero que coño pasa aquí” y que el arquee los hombros como diciendo “tengo ordenes de no hacer nada”.

Definitivamente, vivimos en una sociedad freemium y o bien ponemos un poco de orden o los pocos premium que quedamos, vamos a dar el salto al lado oscuro de la vida y va a pagar Rita la cantaora.

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