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Tengo un amigo que me lo hace más barato
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Hay una máxima que he aprendido de los abogados, y quizás es el comportamiento que les ha convertido en una categoría de chiste por si mismos, es que el tiempo se ha de valorar, y en un entorno mercantilizado la mejor herramienta es con dinero.

Si alguien quiere usar mi tiempo, mi conocimiento adquirido a base de estudiar durante muchas horas durante muchos días, fines de semana y vacaciones incluidas, que pague por ese esfuerzo que yo realice en su momento para ser mejor profesional, dar mejor servicio, y por supuesto, poder valorar más y mejor mi tiempo.

Entiendo que cada cual tiene una percepción distinta del valor, para lo que para unos es un simple favor que son sólo cinco minutos, para otro han sido necesarios muchos años de experiencia para saber que el botón que hay que pulsar el es el rojo, no el azul, no el verde, y evidentemente, si se presiona el de color amarillo corres el riesgo de borrar toda la información.

En el mundo profesional la idea está clara, cobro por mis servicios y si te parezco caro puedes pensar cuanto te costaría no tenerlos. Es como las copias de seguridad, todos los directores que conozco insisten que no es necesario porque en su memoria no recuerdan que nunca hiciera falta hasta que un día lo pierdes todo y empiezan los lloros por no pagar la cantidad que te pedían, no ya por una solución integral ni automatizada, sino por un simple disco extraíble para volcar la información básica de la empresa.

Este cálculo no es fácil de hacer y siempre pecamos de optimistas, por eso lo valoramos por debajo de lo que realmente cuesta, pero al final, a gato escaldado del agua fría huye y entonces el grifo de financiación fluye hasta que de nuevo, la memoria se diluye y se vuelve a regatear presupuestos importantes.

Si esto ocurre en el sector empresarial, en el sector donde no se suele pagar con dinero es todavía más flagrante. Se abusa de la condición de amigo, la de ya que estás por aquí o a ti no te cuesta nada. Se podría afirmar que si lo medimos todos por el factor pecuniario el mundo sería un lugar frío y desolador -y ciertamente a mi tampoco me gusta-

Existe la alternativa de pagar en eso que ya ha dejado de tener sentido que se llama salario emocional, ya que no se puede pagar porque los presupuestos son más escasos que el buen gusto en la telerrealidad, se podría optar por dar otro tipo de pago, y sólo hay que tener imaginación y ganas.

El reconocimiento sería el más sencillo, no apuntarse logros de los que te han ayudado para aumentar tu influencia.

Otra vía seria el incluir a esta persona en el grupo de decisión y no sólo como último recurso cuando todo falla. Ser parte de un proyecto suele incrementar la posibilidad de que se ayude con más facilidad que si solo te hablan cuando existe un problema.

Porque si obviamos estos dos recursos, y unos cuantos más que existen, podemos acabar con la frase de que tengo un amigo que me lo hace más barato. Y no es tanto que sea más barato, sino lo que implica, que no se busca la excelencia sino salir del paso al precio más económico sin que nadie pueda tener acceso a la realidad de porqué está la gente corriendo como pollo sin cabeza.

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