Enviado por Jose el
Dr Strange
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Hay frases que cambian la vida de muchas personas, algunas por ignorantes, otras por atrevías. El clásico conjunto de decir tres veces el nombre de Bloody Mary en el espejo, hablar de la chica de la curva cuando vamos en coche en una noche lluviosa y unas cuantas más. Pero a pesar de todas las creencias que tenemos al respecto, la frase que más miedo y más terror ha creado a ancho y largo de esta esfera de color azul a la que llamamos tierra es la siguiente: creemos que eres el más adecuado para liderar el proyecto.

Este conjuro nunca viene solo, por definición va a acompañado de plurales extraños donde el verbo hemos crea una falsa sensación de grupo, de equipo, de camaradería que es fundamentalmente falsa. No hay un nosotros sino directamente un tu -o en vuestro caso- un yo y en el momento que el éxito empiece a asomar por la puerta, esta primera persona del singular se deslizará desde ti mismo hacia la siguiente persona en el escalafón de mando, y siempre en orden ascendente.

Estos momentos en los que te otorgan la responsabilidad de un proyecto pueden parecer interesantes. Estar al frente de un cambio, de una idea a implementar que puede ser interesante que a la par de loca. Ser la persona que puede cambiar la forma de trabajar y llevar una mejora sustancial tanto a la empresa como a los clientes, y más que nada, lo que puedes aprender durante el proceso. Lo que no suelen comentar cuando te otorgan esta responsabilidad, cuando colocan el hemos en todas las frases, es que te dan la responsabilidad de que todo salga según lo previsto, siendo responsable de los fracasos que puedan ocurrir y compartiendo el éxito en el caso de que todo funcione.

La clave, el detalle que convierte ese momento en una potente maldición es que te dan la responsabilidad pero no la autoridad. Si alguien no responde no tienes el poder para presionarle, no puedes acudir a la escala de poder para arreglar las situaciones y te ves a ti mismo presionado en una situación que no provocas tu, que no te han dado las herramientas para solventarlo, y que la superioridad no tiene el más mínimo interés en arreglar porque esto les podría poner a ellos mismos en una situación incómoda.

El porqué se dan estas situaciones es básicamente por miedo a perder el control por parte del equipo de gestión. No quieren ceder poder ni control, pero tampoco quieren ser vistos como un impedimento para el desarrollo, así que nombran a alguien para que se pueda justificar que algo se intenta, pero a su vez le quitan toda capacidad de cambiar la situación por miedo a que realmente funcione y ellos mismos se queden retratados por su ineficacia.

Es en este proceso de encontrarse más cerca de la espada que de la pared en los que te toca gestionar una situación imposible cuando uno ha de destapar el tarro de sus esencias. Sino puedes convencerlos través de la autoridad es cuando has de hacerlo en base a otros vectores, apelando a sentimientos, apelando al orgullo, creando competición entre miembros -pero competición de la sana- y rezar que todas estas técnicas de motivación distribuida y orientada, al final cuajen en un mismo punto común para lograr el éxito del proyecto.

Con suerte, habilidad, quizás lo consigues y te darás cuenta que el ego puede crecer más de lo que tu cuerpo soporta y sentirás esa satisfacción de haberlo conseguido incluso luchando contra los elementos. Si por el contrario, topas con un muro, te tocará aprender a resistir, a negociar en trincheras y cultivar tu capacidad de resistencia.

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