INTERNACIONAL
Guerra en Europa

El putinismo ante su victoria

El Kremlin explota su rehabilitación por parte de la Casa Blanca con condiciones al alza sobre Ucrania

Vladimir Putin coloca una corona de flores en la Tumba del Soldado Desconocido este domingo cerca del Kremlin.
Vladimir Putin coloca una corona de flores en la Tumba del Soldado Desconocido este domingo cerca del Kremlin.Sergei BobylevAP
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Tres años después del inicio de la invasión a gran escala de Rusia, Putin cree estar más cerca que nunca de una victoria en Ucrania: una reversión de los resultados de la Guerra Fría y del regreso de Rusia al mundo en mejores condiciones que antes.

Así que el triunfo que concibe el Kremlin es que Rusia sea la que formule el acuerdo de paz, y Trump quien lo venda como una victoria.

La lista de condiciones para una paz duradera que Putin llevará a su primera reunión con Trump no será muy diferente del ultimátum que Moscú puso delante de Washington y la OTAN en noviembre de 2021, pero con algunos añadidos, como reconocer la anexión de los territorios ocupados desde 2022, lo que Rusia llama "realidades sobre el terreno".

Sin duda estará también la idea de rechazar la expansión de la OTAN hacia Rusia desprotegiendo parte de Europa central, limitar el ejército y el armamento de Ucrania, excluir la presencia de tropas y bases occidentales allí, levantar las sanciones contra Rusia y contaminar con narrativas putinistas algunas cuestiones internas de Ucrania como la política lingüística o la memoria histórica. En general reconocer a Moscú el derecho a veto en el espacio postsoviético y propiciar la indefensión de Ucrania ante nuevas amenazas.

"Rusia demuestra suficiente estabilidad en su economía y estructura política, pero claramente no tiene suficiente fuerza para apoderarse de toda Ucrania, y mucho menos de Europa", explica en Vilna el politólogo Vasily Zharkov. En los bálticos ha crecido la ansiedad con el nuevo enfoque de EEUU, pero Zharkov cree que los límites de la potencia agresiva rusa "ya se han establecido a costa de colosales sacrificios que ha sufrido el pueblo ucraniano", que ahora debe buscar un acuerdo. Mientras, Trump le está dando al presidente Putin lo que siempre ha querido: negociaciones bilaterales con Estados Unidos, normalización. "Desde el punto de vista de la reputación, esto ya es una victoria para Putin: no está aislado", apunta Anton Barbashin, director del 'think tank' 'Riddle'.

Escépticos contra pragmáticos

Rusia es un país que ha virado completamente hacia la guerra: las opciones de apertura han quedado sepultadas, el ecosistema mediático ha estado inundado por vociferantes belicistas, el empresariado ha sido forzado a aguardar —prietas las filas— tiempos mejores y los servicios de seguridad han culminado su toma de las riendas del Estado. El panorama prometedor que se abre tras la llegada de Trump y su abandono de Europa y Ucrania coloca de nuevo ante la incertidumbre a las castas que se han consolidado en Rusia.

Alexander Baunov, autor del libro Fin del régimen sobre cómo acaban las dictaduras, divide a las huestes del putinismo en tres grupos según su estado de ánimo y prioridades actuales. Primero, los escépticos: sólo creen en la ruptura de las normas del Derecho internacional en virtud del imperio y en el enfrentamiento con Occidente. Son los que más recuerdan la decepción del primer Trump, que en su primer mandato firmó más de 40 paquetes de sanciones contra Rusia. Creen que en EEUU manda un 'Estado profundo' que no permitirá al republicano hacer grandes cambios, por lo que EEUU seguirá conteniendo a Rusia y Rusia tendrá que seguir desafiando a EEUU. Sólo contemplan la negociación como una estación de paso hacia una victoria. Esta manera de pensar es la que predomina "entre las fuerzas de seguridad, los oficiales de inteligencia y los diplomáticos", sostiene Baunov.

La guerra ha aupado a otra casta, la de los entusiastas: gente que en el primer putinismo no era nadie y que ahora ve al presidente llevar al terreno de los hechos sus proclamas nacionalistas de los radicales de siempre. Aquí florecen los ideólogos rusos, como el llamado gurú del imperialismo ruso, Alexander Dugin; y el empresario ultraconservador Konstantin Malofeyev, ambos creen en el imperio en detrimento del vecino, la degradación de Europa, el radicalismo religioso como motor de cambio y el uso de la fuerza como derecho de los fuertes. "El giro hacia la derecha de Estados Unidos les resulta atractivo y creen que juntos podrían cambiar el mundo", dice Baunov.

La última categoría que define Baunov son los pragmáticos: los exponentes del putinismo que jamás desearon la guerra y que durante estos tres años han buscado su lugar bajo el sol luciendo obediencia y patriotismo pero sin pujar nunca por ir más allá de Ucrania. Para ellos Trump es una oportunidad para poner fin a la guerra y esquivar en el último momento las sombras de recesión que se ciernen sobre la economía rusa en 2025. No quieren otra Rusia, quieren la de antes del COVID pero con territorios nuevos. Este grupo incluye una parte importante de la élite empresarial, que ve con algo de preocupación la idea que se ha promovido desde 2023 de sustitución de la élite actual por combatientes. Confían en una relajación de la censura y en que los servicios de seguridad dejen de monopolizar el juego. Y sobre todo una restauración gradual pero más bien rápida de los lazos con Occidente, para que vuelva el negocio del gas y la posibilidad de viajar y obtener seguridad jurídica fuera para sus riquezas antes de que muera el zar y todo vuelva a estar en juego.