Estados Unidos se ha despertado este jueves con un mensaje en mayúsculas de su presidente: “HOY ES EL GRAN DÍA: ¡¡¡ARANCELES RECÍPROCOS!!!”, ha exclamado Donald Trump en Truth Social a las 6:46 horas. Siete horas después, ha firmado en el despacho oval de la Casa Blanca un memorando por el que inicia el proceso para gravar todas las importaciones de EE.UU. con tasas de igual tamaño a las que sus socios imponen sobre los productos americanos.
Los aranceles no serán inmediatos: el memorando ordena al departamento de Comercio y la oficina del alto representante comercial investigar “cualquier acuerdo comercial no recíproco adoptado por cualquier socio comercial” y presentar un informe con medidas recíprocas y sus impactos en un plazo máximo de 180 días. Esto incluye, además de aranceles, identificar en los terceros países todos los “impuestos injustos, discriminatorios o extraterritoriales”, incluido el impuesto sobre el valor añadido (IVA); “costes para empresas, trabajadores y consumidores estadounidenses derivados de barreras o medidas no arancelarias”; “políticas que hacen que los tipos de cambio se desvíen de su valor de mercado, en detrimento de los estadounidenses”, y cualquier otra práctica que “imponga cualquier limitación injusta al acceso al mercado”.

Donald Trump junto al secretario de Comercio, Howard Lutnick, en el Despacho Oval de la Casa Blanca.
Trump da un plazo máximo de 180 días para plantear medidas y el secretario de Comercio avanza que los primeros aranceles podrían llegar el 2 de abril
De este modo, Trump pondrá la diana no solo sobre los aranceles, también sobre los impuestos que cobran los terceros países a los bienes estadounidenses, entre otras medidas regulatorias y comerciales, y ha asegurado que responderá también con “aranceles no monetarios”. El secretario de Comercio estadounidense, Howard Lutnick, ha avanzado que los primeros aranceles podrían entrar en vigor el próximo 2 de abril.
En el caso de la Unión Europea, ha sido muy crítico sobre el elevado IVA que impone sobre el consumo, que interpreta como una barrera al comercio, por lo que podría ser especialmente damnificada. “Tienen un IVA del 20%, que consideramos igual que un arancel, además de que cobran muchas tasas”, ha señalado Trump. “La UE ha sido muy dura con nuestras empresas. Demandaron a Apple, a Google, a Facebook, y a muchas otras empresas estadounidenses. Las cifras son asombrosas, y el sistema judicial de allí no es muy bueno para nuestras empresas“, ha añadido: ”Todos amamos a los países europeos, pero la Unión Europea ha sido absolutamente brutal en el comercio”.
“Vamos a hacer a América rica de nuevo”, ha sentenciado el presidente en su anuncio, horas antes de su reunión prevista con el primer ministro indio Narendra Modi, líder del socio comercial que impone los aranceles más elevados a los productos americanos. Su mano derecha, Elon Musk, junto con su hijo de tres años, X, también se han reunido con el mandatario asiático antes que Trump en la Casa Blair, la residencia oficial de invitados del presidente de EE.UU.
“A cualquier país que cobre a EE.UU, nosotros se lo cobraremos. Ni más ni menos”, ha señalado Trump. “Es muy sencillo. Nadie sabe cuál es esa cifra. Si vamos por país individual y miramos lo que nos cobran, en casi todos los casos nos cobran muchísimo más que nosotros a ellos”.
Los asesores de Trump deberán ahora concretar la forma que toman los aranceles, lo que será una tarea titánica. Cada uno de los 186 países miembros de la Organización Mundial de Aduanas impone un conjunto de gravámenes, impuestos y regulaciones distintas, lo que supone un desafío para la Administración Trump. La imposición de aranceles y otras medidas que igualen las de terceros países podría ser contraproducente y generar desequilibrios, además de dar a los socios comerciales la capacidad de decidir el tipo arancelario que EE.UU. impone sobre sus productos. Por ejemplo, Colombia tiene tarifas elevadas para el café, con el objetivo de proteger esa industria clave; si Washington iguala esos gravámenes, el consumidor americano será el más perjudicado porque EE.UU. no produce apenas café.
A diferencia de lo que dijo el domingo, la medida no se aplicará de forma inmediata, con lo que el presidente da un margen temporal a sus socios comerciales para negociar nuevos acuerdos que equilibren el déficit existente entre EE.UU. y el mundo. Es una nueva muestra del uso que da Trump a las amenazas comerciales como un instrumento de negociación.
El tipo arancelario medio ponderado de EE.UU., que presta especial atención a sus principales socios comerciales, fue del 1,5% en el 2022, según datos del Banco Mundial. Si Washington iguala los tipos con los que imponen los otros países sobre importaciones de sus productos, esa tarifa media aumentará hasta casi el 5%, según un análisis de Deutsche Bank. En el caso de India, la disparidad es todavía mayor: si la media de aranceles que impone EE.UU. a sus importaciones era del 3%, el arancel que impone Nueva Delhi fue del 9,5% en el 2022.
En el caso de la Unión Europea, los nuevos aranceles podrían afectar especialmente al sector de la automoción. En la actualidad, la UE impone aranceles del 10% a los vehículos importados desde EE.UU., mientras que los suyos son exportados con una tarifa adicional del 2,5%.
Trump denuncia el déficit comercial existente con otros países: “Nos han tratado muy mal”
Los nuevos aranceles recíprocos se sumarán a los ya impuestos del 25% a todas las importaciones de acero y aluminio, que entrarán en vigor el 12 de marzo, así como del 10% a China, que ya replicó con aranceles recíprocos. El presidente también declaró la guerra comercial a sus vecinos norteamericanos, México y Canadá, con gravámenes del 25% que incumplían el tratado T-MEC, firmado por los tres países en el 2020, pero finalmente aplazó un mes su entrada en vigor tras alcanzar acuerdos con sus líderes, la presidenta Claudia Sheinbaum y el primer ministro Justin Trudeau.
El presidente vende la implantación de aranceles como un impuesto a los países que “nos han tratado muy mal”, cuando en realidad es la empresa importadora y, en última instancia, el consumidor final estadounidense, quien asumirá la carga adicional. Aun así, también lo sufrirán las empresas que tengan entre sus principales mercados de exportación a EE.UU. El objetivo de Trump es proteger y revitalizar la industria americana, especialmente en el Medio Oeste, en decadencia tras décadas de deslocalización de la producción hacia terceros países, como China.
Pero los efectos de esta guerra arancelaria mundial serán dañinos para la economía estadounidense y causarán en el corto plazo un “dolor” que ha sido reconocido por el propio Trump, aunque solo después de su victoria electoral en noviembre. Es previsible que desemboque en un aumento generalizado de precios, una inflación contra la que el republicano prometió luchar en campaña, y que ello lleve a la Reserva Federal a volver a la senda de escalada de tipos de interés. Los esperados efectos de los aranceles han llevado al Wall Street Jorunal a plantearse en su editorial del miércoles la siguiente pregunta: “¿El presidente Trump entiende cómo funciona el dinero?”
La Casa Blanca ha insistido en que los aranceles harán el comercio internacional “más justo” y combatirán el enorme déficit comercial existente entre Estados Unidos y sus principales socios comerciales: con China en bienes de electrónica y maquinaria, con México en el sector de la automoción (con unos vehículos eléctricos que en ocasiones vienen de China), con Alemania en la automoción y la industria farmacéutica, con Canadá en el petróleo y productos forestales y con Vietnam en los textiles.
La interpretación de Trump es que estos gravámenes ayudarán también a la administración a recolectar el dinero que dejará de percibir cuando el Congreso apruebe la rebaja fiscal prometida para las grandes fortunas. Entre otras medidas, el presidente pretende extender las que ya impuso durante su primer mandato, cuando redujo el impuesto de sociedades del 35% al 21%. Durante la campaña, dijo que lo reducirá al 15%. En paralelo, el equipo externo liderado por Musk, el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), trata de reducir el gasto público con “reducciones a gran escala” de la plantilla de funcionarios y de programas federales, que facilitó Trump esta semana con la firma de una orden ejecutiva que expande los poderes del DOGE.
Sin embargo, numerosos expertos –y 16 premios Nobel en una carta abierta– coinciden en que el ingreso obtenido por los aranceles no dará para tanto. En las últimas décadas, los ingresos procedentes de los aranceles solo han representado alrededor del 2% de los ingresos federales. En el año fiscal 2024, por ejemplo, se recaudaron 77.000 millones de dólares en aranceles, lo que representa aproximadamente el 1,57% del total ingresado por la administración.
Además de las medidas ya anunciadas, el presidente ha avisado que pronto aplicará también aranceles específicos para la Unión Europea, sin determinar el tamaño, y “del 100%” para la alianza económica de los BRICS (Brasil, Rusia, Indonesia, China y Sudáfrica, entre otros), así como para industrias concretas, como la automoción, los semiconductores y los productos farmacéuticos.