La UE se resigna a ver cómo Trump y Putin negocian el futuro de Ucrania tras tres años volcada con Zelenski

La Unión Europea ha sido ninguneada por Donald Trump una vez más. Bruselas es consciente, se lamenta en público e intenta de momento sin éxito no ser un mero espectador en la apertura de negociaciones que el presidente de los Estados Unidos ha pactado con su homólogo ruso, Vladimir Putin. “El proceso” lo llaman con resignación en la Comisión Europea, sin poder delimitar cómo y cuántas serán las fases hacia la paz en Ucrania, si ven bien un inicio de conversaciones en Arabia Saudita, si la futura conclusión sería justa al respetar la integridad territorial de Ucrania o si la voz de la UE se tendrá en cuenta pese a los años de ayuda militar y económica a Kiev.
Trump no informó a Bruselas ni a las principales capitales de su iniciativa del miércoles por la noche y eso que su vicepresidente, J.D. Vance, está de gira en el viejo continente, acababa de verse con la presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, en París y participa en la importante Conferencia de Seguridad de Munich. Washington tampoco adelantó su movimiento pese a que este jueves su secretario de Defensa iba a verse con los europeos en la sede de la OTAN en la capital belga.
En la propia Comisión confirman este desprecio del dirigente norteamericano cuando de lo que se está hablando es precisamente de un conflicto bélico en suelo europeo. “No, la Unión Europea no estuvo en contacto con el presidente Trump en relación con esa llamada en particular”, reconocen en el equipo de Von der Leyen sobre la conversación con Putin. “Y no sabemos cuál será el siguiente paso de ese proceso”, explican sobre la eventual reunión de los mandatarios estadounidense y ruso en Arabia Saudí, admitiendo que Bruselas va a ciegas sobre esta iniciativa.
Y eso que en los últimos días la UE intentó contemporizar a la nueva Administración norteamericana no activando automáticamente represalias comerciales por los aranceles sobre el acero y el aluminio, y la propia Von der Leyen actuó en París con mano de seda en su encuentro con Vance, sin mencionar públicamente la guerra comercial, Bruselas no tiene contacto directo con la Casa Blanca. “No sabemos cuando van a tener la oportunidad de reunirse, pero obviamente estamos trabajando para ello”, explican en el gabinete de Von der Leyen sobre una posible reunión con Trump. Ni la alemana ni el presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, han podido hablar siquiera por teléfono con él.
La diplomacia comunitaria y las capitales europeas intentaron revolverse ante ese ninguneo. Pocas horas después de que Trump llamase a Putin, explicase desde el Despacho Oval los términos de su conversación y también se comunicase por teléfono con el presidente ucraniano, Volomir Zelensky, los Estados Miembros y la Alta Representante Exterior de la UE reaccionaron conjuntamente. En un comunicado a medianoche, Alemania, Francia, Italia, España, Polonia, la propia Kaja Kallas más el Reino Unido, recordaron el “compromiso con la independencia, soberanía e integridad territorial” de Ucrania para “alcanzar una paz justa, completa y duradera”. Al tiempo, las potencias europeas exigieron que “Ucrania y Europea deban ser parte de cualquier negociación” porque “la seguridad del continente es nuestro responsabilidad común”.
Desde el inicio de la invasión en 2022, la UE y los Estados Miembros han entregado a Ucrania asistencia militar por valor de 48.000 millones de euros, se creó un fondo específico dentro de los presupuestos comunitarios para proveer a las fuerzas armadas del país y se están movilizando hacia la hacienda ucraniana otros 35.000 millones de euros procedentes de los beneficios generados por los activos rusos congelados. Desde 2022 y hasta 2026 por los cuarteles europeos se han entrenado o pasarán cerca de 70.000 soldados ucranianos, formación financiada por los 27 y el presupuesto común. Y todo ello sin contar los miles de ciudadanos de ese país que se han beneficiado de un proceso exprés de asilo y protección como refugiados, además de la integración acelerada que Bruselas está aplicando para que Ucrania se incorpote a corto plazo, tras el fin del conflicto, como un nuevo Estados Miembro.
Por eso, muchas capitales europeas se han sentido traicionadas por la nueva administración estadounidense, y esa palabra sobrevoló en incontables ocasiones en la reunión de este jueves en la OTAN. El sentimiento surgió incluso en nuevos gobiernos que podrían simpatizar con las posiciones de Trump. Theo Franken, ministro de Defensa belga, reconoció que el marco negociador planteado es “toda una victoria” para Vladimir Putin y que son “malas noticias para Occidente”, ya que el presidente ruso “siempre ha dicho que no quiere que Ucrania se convierta en miembro de la OTAN y que no tendría que renunciar a ningún terreno conquistado”, justo la renuncia que pidió a Kiev el nuevo jefe del Pentágono durante la reunión de la Alianza en la capital belga.
Grietas en el cuartel de la OTAN
La llegada de la Administración Trump ha fracturado también la unión de los aliados. La conversación con Putin, su intención de acabar con la guerra de Ucrania sin defender públicamente las demandas de Kiev pactadas con los europeos y las declaraciones de su secretario de Defensa de que las fronteras de 2014 no pueden respetarse rompen los principios pactados con la UE.
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Durante el pasado mes de julio, en la cumbre de la Alianza en Washington, los países de la OTAN reafirmaron su apoyo al plan de paz de Zelensky, el cual pide una restauración completa de los territorios tomados por Rusia, y apoyaron “una paz completa, justa y duradera” al tiempo que declaraban su “compromiso incondicional una Ucrania libre, independiente, soberana con sus fronteras internacionalmente reconocidas”. En la reunión de este jueves este consenso saltó por los aires, aunque países como España insistiesen dentro de la sede de la Alianza en ello. La ministra Margarita Robles reiteró que “no se puede llegar a un final sin hablarlo con Ucrania, que debe decidir su propio destino”y que “la Unión Europea tiene que tener un protagonismo porque hemos apoyado” a ese país.
El primero en secundar el movimiento unilateral de Trump fue el propio secretario general de la OTAN, Mark Rutte. Antes de comenzar el encuentro, el antiguo primer ministro neerlandés evitó por cinco veces pronunciar el término “paz justa” y sólo habló de “duradera” y “cuanto antes mejor” porque “no podemos tener a Putin tomando un kilómetro cuadrado más en el futuro” de Ucrania. Rutte obvió la integridad territorial del país, una equidistancia que mantuvo de nuevo tras finalizar la reunión de los ministros de Defensa.
El encuentro en Bruselas mostró que los países europeos no sólo son ninguneados a la hora de decidir sobre un conflicto en su suelo, sino que también en la OTAN los Estados Unidos imponen su voz como mayor contribuyente y potencia militar y que la UE está sola en sus demandas. Las quejas del alemán Boris Pistorius calificando como “lamentable que los Estados Unidos hagan concesiones antes de empezar las negociaciones” no sirvieron de nada en la Alianza, donde hasta los propios canadienses rechazaron que Trump haya traicionado a los europeos y a los ucranianos.