Recta final de una gran promoción pública

Glòries: 10.000 aspirantes para 238 pisos arquitectónicamente novedosos y seductores

Un error impide a los autobuses articulados atravesar las Glòries

La nueva Glòries ya deja ver su nuevo aspecto a un mes del estreno

Imagen virtual de las 'calles vecinales' de la promoción de Glòries.

Imagen virtual de las 'calles vecinales' de la promoción de Glòries. / EPC_EXTERNAS

Carles Cols

Carles Cols

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Será la próxima primavera, quizá en mayo, cuando por primera vez en 150 años un barcelonés podrá decir que vive en la plaza de las Glòries, en concreto en el número 2. Se habrán sorteado antes las 238 viviendas de los cuatro bloques de promoción pública que allí se han levantado, unos pisos a las que aspiran unas 10.000 familias. Pero, más allá de la necesidad que tienen esos candidatos de esos apartamentos a precios asequibles (los más económicos, a unos 430 euros mensuales), ¿serán esos cuatro bloques un hogar al que apetezca mudarse. Los arquitectos autores de esas cuatro fincas han realizado, por ahora a través de diapositivas y planos, una cautivadora aproximación a qué tipo de pequeño pueblo de casi 1.000 habitantes será aquel lugar, con amplias pasarelas que recorrerán la mayoría de las plantas por el exterior y que, en la práctica, serán como calles en las que, si les apetece, los vecinos podrán socializar. Lo podrán hacer allí, en esa suerte de calles con vistas, o en los patios de la planta baja o en los tejados de como mínimo dos de las fincas.

Lo dicho. Son 10.000 aspirantes para 238 pisos. Es matemáticamente mucho más difícil que toque la lotería, pero parece indudable que ha habido lo que se comienza a conocer como el ‘efecto Glòries’, una suerte de despertar del interés general, y no solo de determinados colectivos, por la vivienda pública. La plaza se inaugurará también durante la próxima primavera, así que los primeros vecinos del número 2 de Glòries contribuirán a darle vida desde el primer instante. Pero lo interesante, o como menos los novedoso ahora, cuando faltan dos o tres meses para esa fecha, es el viaje virtual que los arquitectos han realizado en una reunión a la que han asistido varios de sus colegas de profesión y algunos dirigentes vecinales de la zona.

Una imagen virtual de los bloques de Glòries, muy ajustada al resultado final.

Una imagen virtual de los bloques de Glòries, muy ajustada al resultado final. / EPC_EXTERNAS

No hay, eso para empezar, un piso prototípico que defina, como si fuera un mínimo denominador común, a todas las viviendas. En el Bloque A, el más encarado a la Gran Via, las habitaciones y el comedor son intercambiables al gusto del residente, es decir, que son pisos tanto compatibles para familias como para dos o tres amigos. En el Bloque B hay hasta 12 tipologías distintas de apartamentos. El Bloque C cambia de piel según cuál sea su altura. En las primeras plantas, esas pasarelas que unen todas las puertas dan a la calle. A partir del tercer piso, el jardín interior pasa al otro lado de la fachada. El Bloque D es distinto de los demás, pero no convencional. Cada piso tiene una terraza cubierta de unos 10 metros cuadrados de superficie. Es un espacio que puede ser cerrado. Las vistas desde los pisos más altos, como la undécima planta, son impagables.

Una imagen real de uno de los pisos, durante la presentación.

Una imagen real de uno de los pisos, durante la presentación. / A. de Sanjuan

Los cuatro bloques tienen un sistema de climatización central compartido, pero las técnicas constructivas, con mucha madera y un juego de persianas que le cambiarán la cara a las fachadas según decidan los vecinos, ya contribuirán, y mucho, según los arquitectos, a que las viviendas sean confortables a la par que económicamente asequibles cuando lleguen los recibos de las empresas suministradoras de servicios. Son, por resumirlo, pisos muy luminosos y, lo que resulta más chocante, casi una rareza en Barcelona.

La ciudad se ha abonado durante décadas a una especie de sota, caballo y rey inmobiliario, con pisos formalmente no muy distintos unos de otros, como herederos de un ‘nuñeznavarrismo’ irrenunciable. Las tipologías que se salen del canon son escasas. Como mucho, en este últimos años, con el aterrizaje de los fondos de inversión en la ciudad se ha fomentado, a través de reformas de viejas fincas, lo que a esas empresas les gusta anunciar como ‘alto standing’ o ‘luxury’, nada que ver con la esencia de una vida de barrio. En Glòries, la novedad es que los cuatro bloques, gracias a esas pasarelas, serán poco menos que un minúsculo barrio, como en su día lo pretendió ser el Walden 7 de Sant Just Desvern o, en un caso poco conocido pero muy interesante, el edificio de Escorial, 50, que en su fachada posterior ya tiene esas pasarelas y que, según sus habitantes, efectivamente promueven aquella socialización pretendida por los arquitectos del racionalismo y muy poco practicada en Barcelona, a pesar de que sus condiciones climáticas son óptimas para ello.

El tiempo, como siempre, juzgará si lo deseado se hace realidad. Por lo pronto, en opinión de algunos dirigentes vecinales que han asistido a esta reunión en ‘petit comité’, quedan las dudas de qué acogida tendrán los bajos de las fincas, no sea que sufran, como si de tratara de un agujero negro, la cercana presencia del centro comercial de Glòries y queden desiertos. También se han quejado de que ninguno de esos locales esté previsto por el momento destinarlo a la vida vecinal. El principal pero que se le ha puesto al proyecto, sin embargo, ha surgido con la pregunta final de alguien del público. Los cuatro bloques tienen un párking gigante en el subsuelo, con plazas para coches, motos y bicicletas, y estas últimas tienen, además, una rampa de acceso especial para mayor comodidad. ¿Habrá plazas para poder cargar los coches eléctricos? Pues no. Eso no se ha previsto.