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La universidad recupera el espíritu crítico del 15M y toma partido por Palestina

Estudiantes durante una sentada en el Edifici Històric de la Universitat de Barcelona (UB), este 6 de mayo de 2024.

La semilla que plantaron los estudiantes valencianos ha conseguido germinar con éxito. Tras ellos fueron los barceloneses, los vascos y los madrileños. Y está previsto que los sevillanos, malagueños y alicantinos sigan sus pasos esta misma semana. Las acampadas en apoyo al pueblo palestino frente a la universidad han dejado de ser imágenes que llegaban desde Estados Unidos y han contagiado, y con fuerza, a los campus españoles. "Íbamos un poco tarde, pero ha sido importante sumarse", defiende Pablo Castilla, miembro del Comitè Estudiantil en Solidaritat amb el Poble Palestí y manifestante en la Universitat de Barcelona. Tras la entrada del ejército de Israel en Rafah y el consecuente recrudecimiento de la crisis humanitaria en Gaza, los motivos para la protesta han crecido, si cabe, todavía más. Y pasan, en síntesis, por presionar para que España pase de las palabras a los hechos.

Todo comenzó fuera de nuestras fronteras. Francia, Reino Unido, Alemania o Italia han sido escenario de acampadas como las que esta semana se están replicando en varias ciudades españolas, pero todo surgió a miles de kilómetros de distancia. Fueron los estudiantes de Estados Unidos los pioneros y, a la vez, los que más represión han sufrido en sus manifestaciones. De hecho, ya hay más de 2.000 detenidos en los desalojos violentos que la Policía ha protagonizado en campus como el de la Universidad de California (UCLA).

Isaías Barreñada, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y coautor de Palestina: De los acuerdos de Oslo al apartheid, asegura que hay al menos dos razones que explican que el origen estuviera ahí. Por un lado, las manifestaciones se producen en universidades que dependen de financiación privada, entre las que hay "grupos de interés financieros comprometidos con Israel que realizan una especie de chantaje". Por otro, "hay una especie de macartismo contra las críticas a Israel". "Hay quienes se dedican a fiscalizar lo que dicen los profesores en sus clases o las lecturas que mandan a sus alumnos. Es un nivel de presión que forma parte del sistema político y universitario estadounidense que no hay aquí, nuestro contexto es diferente", señala.

Se ha podido constatar también en las posiciones oficiales de ambos gobiernos. Mientras que el presidente Joe Biden ha mantenido firme su apoyo a su socio Benjamin Netanyahu —intentando no obstante maquillarlo de cara a la opinión pública condenado, por ejemplo, la incursión israelí en Rafah—, Pedro Sánchez ha intentado marcar perfil propio en Europa apostando, por ejemplo, por un reconocimiento del Estado palestino que, según reiteró el Gobierno este martes, se producirá antes de julio. "El calendario y el plazo que el propio Gobierno y el presidente del Gobierno ha trasladado para hacer efectivo este reconocimiento es en este primer semestre del año 2024", dijo la portavoz del Ejecutivo, Pilar Alegría, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros.

Veinticuatro horas antes, fue el propio Sánchez el que pidió —tampoco era la primera vez que lo hacía— un alto el fuego. "Una ofensiva sobre Rafah aumentará el sufrimiento que ya padece el pueblo palestino", escribió en X. E instó a la comunidad internacional para que actúe y no se quede "impasible" ante "esta tragedia". Pero precisamente esa petición que lanza hacia fuera es la que ahora, desde la universidad española, le piden a él.

Ir "más allá de la retórica"

"Es cierto que en España la opinión pública es más cercana a la causa palestina, por lo que aquí el reto que tenemos, diferente al que se persigue por ejemplo en Estados Unidos, es conseguir que el posicionamiento español sea más coherente", destaca Barreñada. Se refiere, en concreto, a instar a los gobiernos, tanto a nivel nacional como autonómico, a romper las relaciones bilaterales con Israel. A ir, resume, "más allá de la retórica". "Llevamos meses diciendo que España va por libre en la política exterior europea, pero todavía estamos esperando a que dé pasos concretos, como el reconocimiento del Estado de Palestina o el planteamiento de sanciones a Israel", continúa.

Sumar insistió en lo primero, y de hecho pidió que se produjera este mismo martes. "Con urgencia queremos que llegue cuanto antes el reconocimiento del Estado palestino al Consejo de Ministros. Queríamos que fuera hoy, pero seguramente llegará pronto", dijo su líder, Yolanda Díaz. Podemos, por su parte, amplió su petición también a la segunda cuestión, exigiendo a Sánchez abandonar "la ambigüedad" y solicitando pasar "a la acción".

Pero no sólo debe hacerlo el Ejecutivo, sino también la universidad. ¿Y cómo? De la misma manera, opina Barreñada. "Se puede, por ejemplo, congelar la movilidad de profesores y alumnos con las universidades de Israel. O bloquear los fondos dedicados a proyectos de investigación de ambos países. O impedir que la universidad lave la cara de Israel organizando distintos actos en los que participan", reclama. Castilla coincide con él. "Exigimos a la universidad, a todas, que rompan todo tipo de relaciones con el Estado de Israel", señala desde el otro lado del teléfono.

Por eso se han unido en la Red Interuniversitaria de Solidaridad con Palestina, que cuenta ya con más de 2.470 firmas de estudiantes, profesores e investigadores. Barreñada es firmante. Y Elena Matamala, profesora asociada de la Universitat de València, también. "Para ciertas cosas la universidad se ha posicionado en seguida. Pasó con Ucrania, pero ahora, con el genocidio en Palestina, se mantiene al margen, con declaraciones tibias y con miedo al pronunciamiento", denuncia.

Uno de los pocos ha sido el de la Junta de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM, que el pasado 26 de abril pidió, a través de un escrito, la suspensión de la cuenta de la UCM con el Banco Santander "por financiar la industria fósil y la industria armamentística implicada en el genocidio sobre Gaza". "En pocos años lo que hoy todavía se ve normal en muchos sitios, será motivo de gran indignación. ¿Cómo es posible que las universidades colaboren con quienes financian genocidios, la deforestación mundial y un calentamiento global que puede llevarnos a la extinción?", se preguntaban en el comunicado.

Pero es casi una excepción. Porque lo realmente complicado, señala Barreñada, es que las protestas de las acampadas lleguen a los órganos de gobierno de las distintas facultades y universidades. No porque no quieran, opina, sino por "autocontención". "Creo que hay miedo a que puedan llegar críticas, simplistas y perfectamente discutibles, que les acusen por ejemplo de antisemitismo", apunta.

Los firmantes de la Red, explica Matamala, reclaman a la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) un nuevo posicionamiento más potente. En diciembre, el organismo se limitó a exponer "su preocupación y rechazo por la escalada bélica en Oriente Próximo".

Recuperar "el espíritu crítico"

Sin embargo, también hay quienes prefieren que la CRUE se mantenga al margen. Y que incluso la universidad no se levante en apoyo al pueblo palestino. En este sentido, la Consejería de Educación, Ciencia y Universidades de la Comunidad de Madrid ya aseguró este martes que trasladará al órgano de rectores la necesidad de mantener "la política fuera de las aulas", algo que la profesora de Ciencia Política en la UCM Ruth Ferrero-Turrión considera imposible. "La universidad no puede dejar de ser política. De hecho, no reaccionar es una forma de posicionarse", considera en conversación con infoLibre.

"Lo que están pidiendo, en realidad, es que no contemos lo que pasa en el mundo", continúa. Y celebra por ello que se hayan propagado las movilizaciones. "La universidad tiene la obligación de estar en la esfera pública. Las universidades se habían convertido en un espacio para hacer papers para los profesores y para intentar aprobar para los estudiantes, se había perdido el espíritu crítico", lamenta.

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Es el mismo diagnóstico que hace Matamala. "Las funciones de la universidad también deber ser estas: crear un espacio de debate, cuestionar lo que ocurre, denunciar los crímenes de guerra, las vulneraciones de derechos humanos y las desigualdades", señala. La propia ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, mostró este martes su "orgullo" por las protestas organizadas en espacios que no son "sólo de formación académica, sino también de pensamiento crítico".

Así había sido históricamente. De hecho, expertos como Robert Cohen, de la Universidad de Nueva York, ya han considerado las protestas en Estados Unidos como el mayor movimiento universitario en el siglo XXI, comparable incluso con las movilizaciones contra la guerra de Vietnam en la década de los años 60. ¿Y en España? El último ciclo movilizador, recuerda Ferrero-Turrión, tuvo lugar hace una década, cuando el 15M movilizó a todo el país. También en la universidad. Desde entonces, aunque también por culpa de la pandemia, los campus han vivido en un letargo de diez años que tan sólo ha tenido una excepción, considera Pablo Castilla, en Cataluña, donde el procès sí ha sido objeto de numerosas protestas del movimiento estudiantil.

A nivel nacional, quizás ahora la invasión de Gaza sea lo que marque el "punto de inflexión", considera Ferrero-Turrión. "Los jóvenes vienen arrastrando muchas crisis que les han hecho ver que no hay salida", opina. Es decir, el arranque de la movilización puede ser la causa palestina, pero los motivos pueden ir más allá. "La cuestión que habrá que ver es si será un golpe en la mesa con el que comenzar un nuevo ciclo", sentencia.

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