Las denuncias por delito de incitación al odio desbordan a la policía escocesa

Leyes polémicas

Una nueva ley para proteger a las minorías frente a las agresiones siembra el caos

Manifestación en contra de la ley que ha causado el alboroto en Escocia

Manifestación en contra de la ley que ha causado el alboroto en Escocia

Lesley Martin | Reuters

Yo odio, tú odias, él odia, tonto el que no odie... Hace solo dos semanas que ha entrado en vigor en Escocia una nueva ley para proteger a todo tipo de minorías (trans, homosexuales, personas mayores o discapacitadas, negros, asiáticos...) de las agresiones de que son con frecuencia víctimas, y la policía se ha visto desbordada por un tsunami de acusaciones.

La intención de la ley impulsada por el primer ministro nacionalista Humza Yousaf, y aprobada por el Parlamento de Holyrood, era sin duda buena, pero sus patrocinadores no esperaban que fuera utilizada para vendettas de tipo personal y político, que es lo que está ocurriendo. Si alguien tiene una cuita con otro, demanda de incitación al odio al canto, y que se defienda como pueda.

Si se mantiene el ritmo, a final de año habrá más denuncias por odio que por todos los demás delitos juntos

El alud de acusaciones es tan imponente –ocho mil tan solo en la primera semana– que la policía ha advertido que no da abasto y que a este paso solo podrá dedicarse a investigar el odio de unos escoceses contra otros, sin tiempo para asesinatos, violaciones, robos, asaltos a mano armada y todas los demás delitos que figuran en el Código Penal (Escocia tiene su propio sistema de justicia napoleónico, independiente del inglés). De entrada se han cancelado las vacaciones de los agentes.

En el 2023 se reportaron en el país un total de 416.000 crímenes. Si se mantiene el ritmo actual de más de treinta mil alegaciones de odio al mes, las acusaciones por ese delito serán más que por todos los demás juntos (hasta ahora, el más común era la agresión, 58.000 al año), una aberración que no estaba prevista por los políticos al modificar la ley.

Desde el pasado 1 de abril existe un nuevo delito de “conducta amenazante, abusiva o insultante con el propósito de alentar al odio por razones de edad, discapacidad, religión, orientación sexual, identidad transgénero o variaciones en las características sexuales”. Una ley escocesa sobre identidad de género muy parecida a la española fue tumbada hace unos meses por el Tribunal Supremo.

La escritora J. K. Rowling en una imagen del 2018

La escritora J. K. Rowling en una imagen del 2018

Joel C Ryan/AP

El aluvión de acusaciones de incitación al odio se produce en un contexto de recortes en el número de policías (el más bajo en quince años) y del cierre de 29 comisarías, cuando ya desde hace años los delitos considerados menores (como robos de coches, de pisos y de comercios) no son ni tan siquiera investigados. Las autoridades han advertido que a este paso no tendrán recursos para luchar contra el terrorismo y el crimen organizado, y que las mafias camparán a sus anchas.

La oposición se siente reivindicada porque había advertido que la nueva ley antiodio era demasiado vaga en cuanto a la definición del delito, sin entrar en detalles de lo que es “conducta amenazante o abusiva”, y dando pie a una interpretación muy laxa por parte de ciudadanos deseosos de buscarles las cosquillas a vecinos o personas con quienes discrepa políticamente (la división entre unionistas e independentistas ha creado desde hace una década fracturas incluso dentro de las familias). Mientras el SNP considera la ley progresista, los conservadores la ven como una deriva autoritaria.

La idea era frenar incidentes como los insultos en la calle a los transexuales, mujeres cubiertas con el velo, hombres que van de la mano, personas en sillas de ruedas, pakistaníes y católicos, o la destrucción de banderas arco iris en cafés inclusivos frecuentados por la comunidad LGBTQ+.

Por su parte, la escritora escocesa J.K. Rowling, autora de los libros de Harry Potter, es una de las críticas más duras de esta nueva ley y ha desafiado a la policía a que la detenga, Hay elementos radicales de la comunidad trans que la acusan en las redes sociales de “incitar al odio” por alegar que para ser mujer no basta con decirlo y denunciar la presencia en cárceles y vestuarios femeninos de hombres que se identifican como mujeres. 

Feministas críticas de las nuevas políticas de identidad de género, para quienes el sexo es fundamentalmente un hecho biológico, se sientan “desprotegidas” por la nueva ley y ven amenazada su libertad de expresión si, por manifestar sus opiniones, pueden ser denunciadas de “incitar al odio”. Los intelectuales ven asimismo el peligro de que cualquier chiste o broma sobre transexuales pueda ser considerado un crimen. La policía ha aclarado que las opiniones de Rowling no constituyen delito.

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