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El Gobierno se encomienda a una salida airosa del ciclo electoral para reconducir el rumbo de la legislatura

Pedro Sánchez, durante la cumbre europea de este viernes

José Enrique Monrosi

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Gobernar en Euskadi, ganar y gobernar en Catalunya y salvar los muebles en las europeas. Ese es el escenario ideal al que se encomiendan en el PSOE para que el clima político se reconduzca a la vuelta de primavera y saque del atolladero actual a la legislatura y, de paso, al Gobierno. Una vez asumido el paréntesis del bucle primaveral de cita con las urnas, que de momento ya ha supuesto la renuncia del Ejecutivo a siquiera presentar los Presupuestos, en la Moncloa se aferran a la idea de que la izquierda pueda salir reforzada tras el desgaste del batacazo de las gallegas, de la aprobación de la amnistía y del escándalo del ‘caso Koldo’. 

“Nos va a ir bien en Euskadi y muy bien en Catalunya. Y el PP se va a estrellar en las dos. Eso ayudará a serenar las cosas”, asegura un alto dirigente socialista, que descarta de plano un escenario de elecciones generales anticipadas el próximo otoño. En Ferraz sí admiten que la hoja de ruta prevista por Sánchez era muy diferente allá por el mes de noviembre, cuando fue investido presidente. “La idea era haber agilizado un poco más la tramitación de la amnistía y haber aprobado unos Presupuestos que dieran cierta estabilidad, pero no ha dependido de nosotros”, reconoce ese mismo dirigente, que aún así traslada la tranquilidad de su partido respecto a la legislatura. 

El propio presidente del Gobierno se mostró el viernes igual de convencido que siempre de lo que cada vez más gente en el Congreso ve que se complica por días: una legislatura de cuatro años sustentada en grupos políticos que se jugarán a cara de perro en abril y mayo sus opciones de gobernar en Euskadi y en Catalunya. “El camino será aprobar los presupuestos de 2025 y continuar con nuestra hoja de reformas”, dijo Sánchez en Bruselas.

Sin embargo, nadie niega en el Ejecutivo que no faltan incógnitas sobre el panorama político que puedan arrojar los resultados en Catalunya y que no será hasta que no se diluciden cuando puedan hacerse planes a medio plazo. La confirmación de que Carles Puigdemont será candidato es una variable que ya se contemplaba en la Moncloa y a la que oficialmente intentan restar trascendencia.

“El señor Puigdemont se presentó en 2017, se presentó en 2021 y se va a presentar ahora en el año 2024. Pero sucede que estamos en un tiempo completamente distinto, en un tiempo nuevo. Y creo que la ciudadanía catalana el próximo 12 de mayo tiene una disyuntiva que resolver con su voto: si quiere una Catalunya que mire hacia adelante o una Catalunya que mire hacia atrás”, dijo el viernes Pedro Sánchez en Bruselas.

La duda que nadie sabe despejar es qué cómo influirá en el Congreso el papel que juegue Puigdemont a partir del 12 de mayo. Si gobierna, en las filas socialistas se teme un refuerzo del independentismo más ortodoxo que complique las relaciones con Catalunya y diluya los efectos de la ley de amnistía para provocar algo parecido a un relanzamiento del procès. Justo lo contrario de lo que se busca con la medida de gracia. Otra pregunta es qué pasará si Junts no entra en el nuevo Govern y si, en ese caso, Puigdemont mantiene algún aliciente por sustentar al Gobierno de Pedro Sánchez en Madrid.

Maquinaria electoral en marcha

Por el momento, la maquinaria electoral de los socialistas despliega una contraofensiva en toda regla dirigida a Alberto Núñez Feijóo y a Isabel Díaz Ayuso como respuesta a los ataques del PP. No sin críticas y discusión interna, desde el PSOE y desde el Gobierno se ha decidido imprimir una dosis extra de agresividad en el cuerpo a cuerpo con la oposición, convencidos de que lo contrario supuso un lastre en las municipales y autonómicas del año pasado. 

“La pasada legislatura aprendimos que no nos podemos quedar callados ante las mentiras. Vimos que no confrontar su ataques y sus mentiras tiene un desgaste. Y por eso ahora respondemos”, explicaba esta semana en el Congreso a los periodistas una de las personas de mayor responsabilidad en el Ejecutivo de Pedro Sánchez.

Ese convencimiento no es fruto solo del análisis de lo que ocurrió en la campaña del 28M, sino de un hecho mucho más reciente que ha provocado que el equipo del presidente toque a rebato: la reacción de los populares al escándalo de la pareja de Isabel Díaz Ayuso en contraste con la respuesta de los socialistas en el denominado ‘caso Koldo’. 

Ese caso de corrupción surgido en el seno del equipo del ministerio de Transportes de la pasada legislatura se cobró ni más ni menos que la figura política de José Luis Ábalos, el todopoderoso ministro y Secretario de Organización del PSOE. Su expulsión del partido y su paso al Grupo Mixto por las responsabilidades políticas derivadas de los presuntos delitos cometidos por su principal asesor fueron asumidos como un paso indispensable en la muestra de ejemplaridad, pero también supuso un duro golpe anímico por el simbolismo de la figura del propio Ábalos. 

Por contra, cuando elDiario.es desvela el escándalo de la pareja de Isabel Díaz Ayuso por dos presuntos delitos fiscales previos a la adquisición de un piso de lujo del que también disfruta la presidenta madrileña, interpretan en el PSOE que la reacción de los de Feijóo ha sido poner el ventilador y atacar personalmente a la pareja del presidente del Gobierno para desviar el foco. Algo que, aseguran, les llevó a tomar la decisión de “poner pie en pared”. 

Durante los plenos de esta semana, envueltos en un ambiente de toxicidad política irrespirable, se ha podido constatar esa reacción de los socialistas. A los continuos ataques de la oposición a Pedro Sánchez y a su pareja, Begoña Gómez, respondieron miembros del Gobierno como María Jesús Montero, Félix Bolaños o el propio Sánchez con más ataques directos a Ayuso, a Feijóo e incluso también a su propia pareja. Un tono bronco que abandera el actual ministro de Transportes, Óscar Puente, convertido de facto en azote de la oposición y cuyos mensajes ya despiertan recelos entre su propia bancada. 

De hecho, hay quien en el PSOE empieza a pedir contención para no alimentar la escalada que la derecha acometió desde la primera investidura de Pedro Sánchez. “Responder al machismo y a las mentiras de la derecha con machismo y mentiras desde la izquierda puede ser una tentación, pero desde luego no parece la mejor idea”, plantea un diputado tras ser cuestionado por el tuit de Óscar Puente en el que señala a la pareja de Ayuso como “testaferro con derecho a roce”.

En Ferraz recuerdan que eslóganes como “que te vote Txapote” o “me gusta la fruta” se han convertido casi en lemas de campaña para el PP que buscan “la deshumanización y el insulto perpetuo” al presidente del Gobierno. Pero admiten ciertas dudas sobre el efecto que pueda tener el actual nivel de ruido político en un electorado progresista hastiado. “Por la parte que nos toca, moderaremos”, se comprometió el portavoz socialista en el Congreso esta semana. 

Durante quince días no habrá ruido en el Congreso porque a las vacaciones de Semana Santa le seguirá una semana no habilitada para plenos. Y justo después volverá a ser campaña, seguramente el terreno menos propicio para las promesas de moderación. 

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