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Europa

La rebelión del agro contra las leyes ambientales en Europa / Análisis Mauricio Vargas

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Cientos de tractores han bloqueado las entradas a París y varias ciudades europeas. ¿Qué pasa?

Docenas de tractores y unos cuantos camiones de transporte de pacas de heno bloqueaban el lunes la autopista A-10, a la altura de Longvilliers, unos 55 kilómetros al suroeste de París. El corte de la vía, una de las más importantes para ingresar a la capital, hace parte de una serie de protestas en los accesos a las principales ciudades francesas en la misma línea contestataria vivida en Alemania, Bélgica y media docena más de países europeos en estos meses.
Una ola recorre a Europa: la rebelión de agricultores y ganaderos que se sienten asfixiados no solo por la competencia de las importaciones, sino sobre todo por el cúmulo de trámites y permisos, y los importantes costos asociados a aplicar las normas de la Unión Europea (UE) en la lucha contra el cambio climático, una carga tan pesada que los campesinos del Viejo Mundo la han bautizado como “la ecología punitiva”.
El levantamiento popular del campo coincide con el arranque de la campaña para las elecciones al Parlamento Europeo que se celebrarán entre el 6 y el 9 de junio en los 27 países de la UE. Los analistas advierten del riesgo de un avance de la derecha radical, opuesta al llamado Green Deal (Pacto Verde), el mismo contra cuyas normas protestan agricultores y ganaderos.
Imágenes de los bloqueos

Imágenes de los bloqueos

Foto:AFP

El primer campanazo de la revuelta del campo sonó en los Países Bajos, en junio de 2022, cuando decenas de miles de granjeros marcharon a las ciudades, bloquearon vías y sitiaron estaciones de policía y residencias de líderes políticos. Buscaban arrinconar al gobierno del primer ministro Mark Rutte, que acababa de anunciar una reducción, en un 30 por ciento, de las cabezas de ganado del país.
Los Países Bajos son una potencia láctea, y la reducción de su ganado en semejante proporción no era un asunto menor. La medida hace parte de un paquete que busca, en ese país, bajar en un 50 por ciento la emisión de gases de efecto invernadero producto de la agricultura y la ganadería. Más de 10.000 explotaciones agrícolas podrían desaparecer si las medidas entran a operar de lleno.
Del campo neerlandés, los vientos de revuelta soplaron hacia Bélgica, y de ahí a Alemania –que vivió hace un par de semanas gigantescas protestas del campo que paralizaron Berlín– antes de llegar a Francia, donde se concentran esta semana los principales bloqueos, que incluyen un intento por taponar la central de abastos de Rungis, que surte a París.
En septiembre pasado, mientras los ministros de Agricultura de los 27 países de la UE se reunían en Córdoba (España), más de 6.000 agricultores y ganaderos ibéricos se manifestaron para protestar, entre otros motivos, contra “las insoportables exigencias medioambientales de la Comisión Europea”, el órgano ejecutivo de la UE.
Protestas en París por parte de agricultores

Protestas en París por parte de agricultores

Foto:AFP

Para Arnaud Rousseau, el presidente de la FNSEA, la gran federación sindical del campo francés, “el fermento de estas protestas es el mismo: hay un malentendido entre la realidad del campo y las decisiones tomadas por los gobiernos”.
Y eso que, según le recordó hace pocos días Rousseau al diario parisino Le Monde, “30 por ciento del presupuesto europeo se destina a la agricultura”.
A pesar de ese monto, Rousseau explica que urge “replantear los objetivos de decrecimiento del Green Deal europeo”, el conjunto de normas de la UE para luchar contra el cambio climático, con el ambicioso objetivo de convertir al continente en una región carbono-neutral en 2050, y que pasa por decrecer la actividad agropecuaria de modo significativo.
El lunes, el filósofo francés Robert Redeker resumió en una columna del diario parisino Le Figaro las críticas a los ecologistas radicales del movimiento “Levantamiento de la Tierra, que han protagonizado violentas protestas contra explotaciones agrícolas que los militantes verdes consideran dañinas para el ecosistema. “La revuelta de los agricultores (...) es el verdadero levantamiento del pueblo de la tierra (...) contra los ecologistas que han querido una tierra sin ese pueblo”.
Agricultores franceses en el punto de bloqueo de la autopista A4 en Jossigny, al este de París.

Agricultores franceses en el punto de bloqueo de la autopista A4 en Jossigny, al este de París.

Foto:EFE

Los motivos de la protesta

El malestar de los agricultores viene de tiempo atrás. En cada país europeo hay motivos puntuales relacionados con lo que los sindicatos agrarios consideran “la competencia desleal del tercer mundo”. Para ellos, la importación de carne brasilera, cereales de América del sur y Asia, y frutas de África y las Antillas, es estimulada por los bajos costos de producción en esas regiones del mundo.
Allí los jornales son más bajos, pero sobre todo hay menos restricciones al uso de pesticidas, a la acumulación de reservas de agua y a la tala de bosques. A esa competencia, que viene de atrás, se suma el aumento en Europa de los precios de los combustibles fósiles como el diésel, de uso intensivo en la maquinaria del campo y en los vehículos de transporte para sus insumos y productos.

La revuelta de los agricultores (...) es el verdadero levantamiento del pueblo de la tierra (...) contra los ecologistas que han querido una tierra sin ese pueblo.

Las alzas y las sobretasas que castigan esos combustibles hacen parte del Pacto Verde, que busca desestimular su uso. “Eso lo pueden asumir los citadinos, que tienen metro, tranvía y buses eléctricos para moverse –le explicó a EL TIEMPO un responsable del Ministerio de Agricultura y Soberanía alimentaria de Francia–. Pero en las zonas rurales es muy difícil renunciar a los vehículos y máquinas de combustión interna”.
Dentro del Pacto Verde hay otras medidas que apuntan a eliminar pesticidas para convertir toda la agricultura en bío, limitar el uso de aguas subterráneas, ríos y lagos, y exigir a los propietarios rurales destinar un área importante de su granja a la protección de la biodiversidad. “Todo eso está muy bien intencionado –explicó el funcionario, que cuestiona la dureza de algunas de esas medidas y por eso habla bajo reserva–, pero implica esfuerzos costosos para la gente del campo”.
Incluso, entre quienes se acogen a estas restricciones, todo esto implica una sobrecarga de papeleo y trámites, “de manera que agricultores y ganaderos pasan hoy casi tanto tiempo en el computador llenando formularios como al frente de las labores”, agrega la fuente. Eso ocurre en Francia, pero también en los demás países de la UE.
Agricultores en Francia participan en una protesta convocada por sindicatos.

Agricultores en Francia participan en una protesta convocada por sindicatos.

Foto:AFP

Entre criadores de res, pollo, cerdo, ovejas y cabras, la molestia se ha convertido en indignación. Un reporte de la FAO (el organismo de la ONU que se ocupa de la agricultura y la alimentación) divulgado a inicios de diciembre sostiene que la cría de estos animales origina el 12 por ciento de la emisión de gases de efecto invernadero –principales culpables del cambio climático, según los expertos–, relacionada con la actividad humana.
Según el reporte, la ganadería bovina es fuente del 62 por ciento de este bloque de emisiones, seguida por la cría de porcinos (14 por ciento), la actividad avícola (9 por ciento), los búfalos (8 por ciento) y las ovejas y cabras (7 por ciento).
Estos señalamientos, por bien sustentados que estén, estimulan en la gente del campo una sensación de incomprensión, agravada por el hecho de no constituir una masa importante de votantes: en Francia, por ejemplo, agricultores y ganaderos solo representan un 3 por ciento de la población.
Como explicaba hace pocos días a un periodista de Le Monde el sociólogo Klaus Dörre, de la Universidad de Jena, en Turingia: “Los agricultores viran hacia métodos más agresivos de protesta porque tienen la sensación de no ser tenidos en cuenta (...). Muchos pequeños y medianos productores están preocupados por su futuro, y les indigna ser vistos (sobre todo) como contaminadores...”.
Tractores para bloquear rutas

Tractores para bloquear rutas

Foto:AFP

Freno al ambientalismo

A pesar de su limitada representatividad, las demandas de los productores del campo despiertan gran simpatía en el conjunto de la población. Un sondeo de Le Figaro reveló este fin de semana que un 55 por ciento de los franceses apoyan plenamente el movimiento de protesta, y un 34 por ciento más le da un apoyo relativo, con apenas poco más del 10 por ciento de encuestados que lo rechazan.
Los partidos de la derecha radical, opuestos a la inmigración, pero también a las normas del Pacto Verde, quieren aprovechar este ambiente para ganar puntos con miras a las elecciones al Parlamento Europeo en junio. Los centristas y la derecha moderada, temerosos de perder votos por esa vía, se están distanciando de las medidas más radicales del Pacto, y piden a las autoridades de la UE que avancen más despacio.

Los agricultores viran hacia métodos más agresivos porque tienen la sensación de no ser tenidos en cuenta. Muchos están preocupados por su futuro, y les indigna ser vistos como contaminadores.

Otro que enfrenta una prueba de fuego es el recién designado primer ministro de Francia, Gabriel Attal, de apenas 34 años –el más joven de la V República–, quien ha sostenido varias reuniones con los dirigentes de la protesta. El problema es lo reducido de su margen de maniobra, pues muchas de las normas contestadas por el campo son del Pacto Verde de la UE, y no del Gobierno francés.
Los dirigentes de los partidos ecologistas están inquietos: podrían perder el gran impulso que recibieron de los votantes en 2019, cuando duplicaron su presencia en el Parlamento de la UE al alcanzar 10 por ciento de los escaños. La escritora parisina Azelma Sigaux, portavoz de uno de los partidos ecologistas, hizo un llamado ayer, en una columna en Le Monde, a “luchar contra los intentos de oponer los ecologistas a los agricultores”.
Pero, a la luz de lo que está pasando, esa confrontación luce inevitable. Por un lado, hay razones valederas para tomar medidas con miras a frenar el cambio climático que amenaza al planeta, y eso incluye una serie de restricciones a la producción agropecuaria. Pero, por otro, esas medidas pueden terminar de asfixiar a un sector que, en Europa, viene en franco retroceso desde hace décadas.
Los productores del campo han visto reducir sus ganancias como consecuencia de precios bajos y costos cada vez más altos, entre otras razones por las restricciones medioambientales. Muchos apenas consiguen llegar a fin de mes. Como decía este fin de semana el editorialista de Le Figaro, es un conflicto “entre el fin de mes y el fin del mundo”.
MAURICIO VARGAS
ANALISTA DE EL TIEMPO
mvargaslina@hotmail / Instagram @mvargaslinares
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