Trump sí puede ganar y podría poner en peligro la democracia en EE.UU.

Los desafíos de 2024

Su legado está más que presente en el mundo. Jair Bolsonaro (Brasil), Viktor Orbán (Hungría), Javier Milei (Argentina), Geert Wilders (Países Bajos), Giorgia Meloni (Italia) o Santiago Abascal (España)

FILE PHOTO: Republican presidential candidate and former U.S. President Donald Trump attends a campaign event in Waterloo, Iowa, U.S. December 19, 2023. REUTERS/Scott Morgan/File Photo

El expresidente estadounidense Donald Trump participando en un acto de campaña en Waterloo, Iowa, el 19 de diciembre

SCOTT MORGAN / Reuters

Si alguien planteaba a finales de diciembre del 2015, a menos de un año para las elecciones presidenciales en Estados Unidos, la posibilidad de que Donald Trump saliera vencedor, la reacción era más bien de carcajada colectiva. “¿Cómo va a ganar ese payaso?”, respondían muchos antes de entrar en la recta de las primarias.

Era The Don y se le retrataba en las portadas con la nariz de payaso. Su cartel personal, en especial en Nueva York, su ciudad, era el de un tipo zafio, sin clase, rechazado por los millonarios como él, pero más sofisticados. En definitiva, lo que se dice un impresentable. Incluso en el círculo del propio interesado se reconoció que, como en otras ocasiones en que había manifestado sus intereses presidenciales, solo buscaba marcarse un tanto propagandístico.

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Agencias
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No hace falta recordar qué sucedió. Las consecuencias resultan más que palpables. No solo ganó, primero la nominación republicana y luego la Casa Blanca, sino que marcó un cambio de tercio radical de repercusión global.

Su legado está más que presente en el mundo. Jair Bolsonaro (Brasil), Viktor Orbán (Hungría), Javier Milei (Argentina), Geert Wilders (Países Bajos), Giorgia Meloni (Italia) o Santiago Abascal (España) son algunos nombres que surgieron a su rebufo y que explican el efecto mimético en la escena internacional de la ultraderecha.

Ya no importan la verdad ni los hechos. Ahora se lleva la realidad alternativa y las teorías de la conspiración.

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La era de las democracias frágiles

Ramon Aymerich
La era de las democracias frágiles | Ramon Aymerich

A pesar del desastre electoral de noviembre del 2020 y de su intento golpista del 6 de enero del 2021, la respuesta hoy a aquella pregunta del 2015, faltando también menos de un año para los comicios del 2024, ya no provoca carcajadas. Más bien congela la expresión facial de los liberales, de parte de votantes independientes y de no pocos republicanos moderados, por la estupefacción de que sea favorito un aspirante con una retahíla de cargos penales que no esconde que quiere ser “dictador”, aunque matice que solo el primer día, y haga de la venganza el contenido principal de su próximo gobierno.

Esta vez la respuesta es un sí. Salvo accidente judicial, cada vez más improbable por el posible retraso de sus juicios, Trump tiene números para ganar en el 2024.

Un respetado historiador sugirió proponer a Nikki Haley como candidata de un tercer partido

Así lo indica la gran ventaja que saca a sus dos principales oponentes republicanos (Nikki Haley y Ron DeSantis), unos cincuenta puntos a escaso medio mes para el arranque de la campaña en el caucus de Iowa. Y lo muestran las encuestas en estados clave (Michigan, Arizona, Georgia, Wisconsin Nevada, Carolina del Norte o Pensilvania), donde lidera frente al presidente Joe Biden, y en la confrontación directa entre los dos a escala nacional, que supera o está a la par con su sucesor.

Biden también tiene muchas opciones. La economía cada vez va mejor, la cuestión del aborto pesa, el temor al autócrata unifica y los sondeos pueden ser tan prematuros como fueron los del 2015-2016, donde Trump carecía de opciones a estas alturas del calentamiento electoral y después, o en el 2020 en contra del actual presidente.

El fenómeno Trump sorprendió entonces y continúa sorprendiendo. Más allá de enrocarse en su gran mentira de que le robaron las elecciones, no oculta sus ardides y se prodiga cada vez más en el uso de la imaginería de la extrema derecha en la Europa de los años treinta del pasado siglo.

“Prometo que eliminaremos a los comunistas, los marxistas, los fascistas y a los matones de la izquierda radical que viven como alimañas dentro de los confines de nuestro país”, voceó en uno de sus discursos. El término alimañas causó consternación por ser extraído de Adolf Hitler.

Como remarcan los estudiosos, el aspecto más diabólico de sus habilidades autoritarias posmodernas es su forma de hacer un guiño a sus intenciones más oscuras. Su amigo Sean Hannity, estrella de la Fox, intentó en una entrevista que Trump diera marcha atrás y rompiera con su imagen “putinesca”. Pero consiguió que saliera con su promesa de ser dictador por un rato. Se sintió tan satisfecho, que esa expresión la ha ido sacando en actos políticos.

Lo más alarmante es la fidelidad de sus votantes o de los legisladores conservadores, que le quitan toda importancia a los instintos dictatoriales de Trump. Domina con puño de hierro el partido. Los que no están con él, están condenados al ostracismo.

Que Trump tiene muchas opciones en el 2024 se palpa en la psicosis instalada en el país. El “fin de año del pánico”, como denominan algunos ese sonido de alertas.

El expresidente saca una gran ventaja a sus rivales republicanos y va por delante de Biden en estados clave

“Estados Unidos está sediento de autoritarismo”, afirmó Charles Blow en T he New York Times para criticar esa complacencia. Solo el 10% de los estadounidenses cree que la democracia funciona muy bien.

La revista The Atlantic publicó este mes un número íntegro, con 24 artículos, en el que se explica por qué un segundo mandato sería mucho peor que el primero.

Liz Cheney, republicana de cuna, cuyo padre vicepresidente instigó la invasión de Irak y ella misma le apoyó, al igual que conspiró junto a Trump en la mentira de que el presidente Obama era ilegítimo por haber nacido en África, vio la luz con la insurrección del 6 de enero del 2021. En su reciente libro, Oath and honor (Juramento y honor), lamentó que “el país va sonámbulo hacia la dictadura”. El narcótico se llama Trump.

Entre otros, el historiador Robert Kagan expresó otra severa llamada de atención y la urgencia de actuar en un ensayo difundido por The Washington Post . “Dejemos de hacernos ilusiones y enfrentemos la cruda realidad. Hay un camino claro hacia la dictadura en Estados Unidos y cada vez es más corto”, clamó.

Ante el pesimismo generado, Kagan hizo una segunda reflexión para parar a Trump. Sugirió proponer a Nikki Haley como candidata de un tercer partido. Esto permitirá a los republicanos confiar en una de las suyas, debilitar a Trump y dar la victoria a Biden sin votar a Biden.

El candidato republicano ha recurrido varias veces a su promesa de ser “dictador por un día”

“La dictadura de Kagan (...) es un intento de asustar a los estadounidenses y distraerlos de los fracasos y debilidades de Biden, pero, sobre todo, rezuma el miedo de que una segunda administración Trump sea más exitosa que la anterior al implementar su agenda para deshacer políticas progresistas”, replicó Fred Fleitz, que sirvió brevemente en la administración Trump, en la página web de American Greatness .

“Cuando en el 2020 Trump, y un buen número de sus observadores, advirtió que nunca concedería la derrota, muchos descartaron esto como el tipo de hipérbole política que se desvanece tan pronto como se cuentan los votos”, sopesó Susan Glasser en The New Yorker , para apuntar la alarma. “Cuando Trump dice, abiertamente y claro, cosas extremas e inconstitucionales que planea hacer, escuchen. El pánico no es una táctica de negociación, es una advertencia que uno corre el riesgo de ignorar”, reiteró.

¿Y si Trump pierde? En la respuesta, según los analistas, también hay razones para el susto.

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