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Europa

Así está sobreviviendo Rusia al bloqueo

Reunión de Vladimir Putin con Mijaíl Mishustin, primer ministro de Rusia, en el Kremlin.

Reunión de Vladimir Putin con Mijaíl Mishustin, primer ministro de Rusia, en el Kremlin.

Foto:Getty Images

La economía mundial tuvo cambios con sanciones a un país que está en el corazón de la globalización.

Al terminar este año, según pronóstico del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía de Rusia crecerá más rápido que la de Alemania o el Reino Unido, y seguirá el ritmo del crecimiento de Francia e Italia.
Se espera que su economía se mantenga contra o incluso supere a cuatro de los países del G7 que han estado liderando los esfuerzos para mantener y fortalecer las sanciones internacionales impuestas al régimen de Vladimir Putin, luego de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia.
Faltando menos de dos meses para terminar 2023, las predicciones del FMI parecen cumplirse: se conoció esta semana que la economía rusa creció un 2,8 % en los primeros nueve meses del año y, paralelamente, según la agencia europea de estadísticas Eurostat, el producto interno bruto (PIB) de la eurozona se contrajo 0,1 % a septiembre, con una desaceleración similar de Alemania, la mayor economía del bloque y una de las duramente golpeadas por el alza en los precios de la energía tras el inicio de la invasión a Ucrania.
Este no era el plan. La primavera pasada, los líderes occidentales creían que las armas económicas y financieras podrían abrumar a Rusia. A principios de abril de 2022, Mario Draghi, entonces primer ministro de Italia, canalizó esta convicción cuando defendió las sanciones a las exportaciones de energía rusas diciendo que la gente tenía que elegir entre la paz y el aire acondicionado.
Afortunadamente, la confianza en la eficacia de las sanciones no impidió que Estados Unidos y sus aliados enviaran armas y otras ayudas a Ucrania. Pero la expectativa inicial era que la incautación de las reservas de divisas de Rusia en el extranjero, las duras restricciones a los bancos e individuos rusos y los cortes en el comercio de tecnología y materias primas causaran el colapso de la economía rusa, lo que podría obligar a Putin a abandonar su “operación militar especial”. Menos de dos meses después de la invasión, el FMI pronosticaba que la economía de Rusia se contraería un 8,5 % en 2022 y un 2,3 % este año.
Desde entonces, el Fondo ha revisado al alza su estimación del PIB ruso para 2022 y 2023 en un acumulado de 9,4 puntos porcentuales. Esto no fue un simple error de pronóstico, sino más bien un reflejo de la sobreestimación de Occidente de su capacidad para controlar el comercio internacional y otros aspectos claves de la economía mundial. La verdad es que el Occidente colectivo ya no reina sobre la globalización. Además, la mayoría de los Gobiernos occidentales han tardado en comprender que los regímenes autoritarios revisionistas no siempre ponen en primer lugar las consideraciones económicas racionales.
Putin ha seguido adelante con su guerra contra Ucrania sin prestar atención a los costos materiales y humanos, y las élites económicas de Rusia, aunque horrorizadas, no han hecho ningún esfuerzo por contenerlo. De hecho, los oligarcas han cooperado con Putin y su máquina de guerra, incluso cuando en privado les decían a los extranjeros que no les gustaban sus políticas. Esto no debería haber sorprendido a nadie, ya que la relación Kremlin/oligarca se basa en una especie de lealtad negativa, característica que se ha vuelto típica de la Rusia de hoy y de las relaciones corporativas entre Rusia y Occidente en una era de sanciones.
Ahora sabemos por qué las predicciones optimistas sobre el impacto de las sanciones económicas eran insostenibles. China, India, Malasia y Singapur han aumentado las compras de petróleo ruso, y empresas de las democracias occidentales han aumentado sus importaciones de productos petroleros que estas economías emergentes derivan del crudo de los Urales.
China, empoderada por su nuevo papel como principal socio comercial de Rusia, está suministrando a los rusos semiconductores, drones y otras tecnologías de doble uso. Países como Turquía, los Emiratos Árabes Unidos, Kazajistán, Armenia y otras antiguas repúblicas soviéticas han prosperado como intermediarios entre los exportadores occidentales y Rusia para todo, desde teléfonos inteligentes hasta herramientas mecánicas (después de colapsar en un 43 % en los primeros meses de la guerra, las importaciones rusas volvieron en gran medida a sus niveles anteriores a la guerra en noviembre de 2022).
Además, algunos de los canales financieros claves de Rusia con Occidente han permanecido abiertos durante toda la guerra. La UE aún no ha cortado Gazprombank, por ejemplo, a pesar de haber casi terminado con importaciones de gas de Gazprom, holding del banco. En Chipre, Gaz-prombank, tercer mayor prestamista de Rusia, sigue operando, bajo la vigilancia del Banco Central Europeo.

Beneficios sin honor

Además, desde que Rusia fue sancionada por primera vez en 2014, tras la anexión ilegal de Crimea por el Kremlin y el apoyo a separatistas en la región de Donbás, en el este de Ucrania, algunas empresas occidentales han mostrado su propia forma de lealtad negativa a sus países. En general, han cumplido con las restricciones de los Gobiernos occidentales, pero algunos han encontrado formas de continuar cooperando de manera rentable con sus homólogos rusos, incluso suministrando bienes a empresas que trabajan para el complejo militar-industrial de Rusia.
En abril, por ejemplo, el Departamento de Comercio de Estados Unidos y la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Tesoro de Estados Unidos impusieron una multa combinada de 3,3 millones de dólares a Microsoft. En 2016 y 2017, una de las subsidiarias de Microsoft firmó acuerdos con dos compañías rusas sancionadas, una involucrada en la construcción del puente Kerch y la otra en la producción de buques de guerra rusos.
Un ejemplo reciente es el de la empresa italiana Danieli, un gran proveedor de máquinas de precisión para la fabricación de acero. Danieli anunció una retirada total de las operaciones en y con Rusia solo a fines de abril, más de 14 meses después de la guerra, luego de que los informes de prensa revelaron que una de sus subsidiarias había suministrado tecnología de fabricación de acero al conglomerado ruso Severstal en agosto del año pasado –Danieli niega haber actuado mal y no se han tomado medidas legales–.
Además, un informe del Grupo de Trabajo Internacional sobre Sanciones Rusas –dirigido por Andriy Yermak, jefe de la oficina presidencial del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, y Michael McFaul, de la Universidad de Stanford– aborda el tema de los microchips de fabricación occidental encontrados en misiles y drones rusos que han sido disparados contra Ucrania.
Según el informe, “los misiles y drones rusos están equipados con microchips de fabricación extranjera que admiten Glonass, el sistema de navegación por satélite de Rusia, que los guía en objetivos seleccionados”, mientras que “las compañías extranjeras, incluidas Linx Technologies, Qualcomm y STMicroelectronics, continúan produciendo microchips habilitados para Glonass y los venden a Rusia a través de compañías ficticias, ya sea intencionalmente o no”. Todas estas empresas tienen su sede en Estados Unidos, con la excepción de STMicroelectronics, controlada por los Gobiernos de Francia e Italia.
Para ser claros, no hay evidencia de que los microchips fabricados en Occidente hayan sido suministrados a Rusia después de febrero del año pasado y no ha habido acusaciones de evasión de sanciones contra las compañías involucradas. Pero estos fabricantes podrían cambiar rápida y fácilmente algunas de características de sus chips para evitar que trabajen con armas rusas.
Son solo algunos de los casos, entre muchos, que deben abordarse. El informe Yermak-McFaul sugiere que los Gobiernos democráticos deberían imponer un impuesto del 100 % sobre las ganancias que se acumulan a las empresas occidentales de sus filiales en Rusia. También podrían canalizar esos ingresos a Ucrania. Pero, en general, las lagunas legales, el comportamiento corporativo oportunista, las vacilaciones gubernamentales, los influyentes grupos de presión industriales en países occidentales y la falta de cooperación de economías emergentes han contribuido a mitigar el impacto de las sanciones. Pero sería un error concluir que las sanciones han fracasado.

Apretar los tornillos

Las sanciones son claramente mejores que la alternativa: permitir que el Kremlin financie el asesinato y la devastación en Ucrania con recursos de los pagos por las importaciones rusas, hasta mil millones de dólares por día solo para la UE. También hay señales de que las sanciones, por imperfectas que sean, están funcionando. El régimen de Putin se ha visto obligado a vender productos básicos con descuento y a comprar tecnologías con una prima (debido a los costos de eludir los obstáculos legales). El presupuesto del Gobierno de Rusia este año se ha enfrentado a presiones significativas por el gasto militar y de seguridad nacional, que representa un tercio del gasto, y las sustituciones involuntarias de importaciones. Por ahora, el Kremlin puede permitirse financiar estos desembolsos, pero cualquier nuevo shock externo podría dañar seriamente las finanzas públicas rusas.
Para mitigar estos riesgos, las autoridades rusas están exprimiendo la economía para obtener más ingresos, incluso recaudando un impuesto a las ganancias inesperadas de las empresas y exigiendo a empresas occidentales que abandonan el país que paguen una contribución al presupuesto federal de al menos el 10 % de la mitad del valor de mercado de sus activos (además de dar a los compradores un descuento del 50 % en la valoración de su propiedad).
Putin necesita estas medidas precisamente porque las sanciones han afectado el presupuesto de Rusia, en especial en el sector de hidrocarburos, que representó casi la mitad de ingresos del Gobierno en 2022. En los primeros 4 meses de 2023, los ingresos del sector cayeron un 45 % interanual.
Dadas las sombrías perspectivas para la posición fiscal de Rusia, las relaciones entre el Kremlin y algunos oligarcas rusos serán cada vez más importantes. En febrero de 2022, había una incredulidad generalizada entre las élites empresariales sobre la realidad de la guerra inminente. Después de haber trabajado con Putin durante décadas, beneficiándose de su cercanía a un círculo de poder corrupto y belicoso, todavía no leyeron los planes de su líder. Pero su estado inicial de shock dio paso a una especie de aceptación negativa a medida que las sanciones occidentales golpeaban a un magnate tras otro.

Hombres de gris

Las élites rusas, funcionarios y empresarios, son altamente pragmáticas y no ideológicas. Muchos multimillonarios hicieron sus fortunas en la década de 1990 y aún consideran que sus vínculos con el Kremlin son un activo crucial. Las sanciones les han causado una incertidumbre sin precedentes, pero siguen demostrando lealtad negativa a Putin: descontentos con la situación, pero continúan trabajando en Rusia, suministrando recursos a la máquina de guerra y ganando dinero.
Tomó menos de ocho meses para que algunos de ellos restablecieran operaciones internacionales e incluso encontraran nuevos clientes. Los grandes flujos de efectivo de Asia y el sur global son su recompensa actual. Junto con la amenaza de represalias oficiales y la perspectiva de permanecer en las listas de sanciones occidentales indefinidamente, la falta de deterioro en sus niveles de vida significa que tienen pocas razones para hablar en contra del régimen.
Mordashov es un buen ejemplo. Tras el comienzo de la guerra y ser objeto de sanciones, dedicó un esfuerzo considerable a blanquear su reputación en Occidente. Los principales medios de comunicación estadounidenses incluso publicaron historias comprensivas que lo retrataban como oligarca reformista que trata de mantener su distancia de Putin.
Sin embargo, Mordashov prestó miles de millones de dólares a Sergey Roldugin, un violonchelista clásico ampliamente conocido por tener activos para Putin, y asistió a reuniones con Putin al comienzo de la guerra. Tales estrategias sugieren que las sanciones occidentales están perjudicando a los magnates de Rusia. Los Gobiernos democráticos podrían tratar de explotar tales vulnerabilidades.
El informe de Yermak-McFaul sugiere establecer un camino claro para levantar las sanciones contra individuos si se distancian activamente del Kremlin y se comprometen a la restauración de Ucrania dentro de sus fronteras internacionales de 1991. Esto equivaldría a tratar de inspirar en los oligarcas de Rusia una “deslealtad positiva”.
Antes de febrero de 2022, los regímenes de sanciones de gran alcance se dirigían a países marginados de la economía mundial. Irán, la economía más importante afectada por sanciones antes de Rusia, ni siquiera está entre las 40 principales del mundo, con un PIB anual que apenas alcanza $ 365.000 millones. Rusia, por otro lado, es una economía de $ 2 billones y la 11.ª más grande a nivel mundial. Y aunque las sanciones económicas se han convertido en herramienta política relativamente rutinaria en los últimos 80 años, ahora hay más de 13.000 impuestas a un solo país, más que a Cuba, Irán y Corea del Norte juntos.
Lo que está en juego en este experimento no podría ser mayor, y no solo para Ucrania. Luego sabremos si medidas como embargos comerciales, prohibiciones de viaje y congelación de activos privados y estatales son una excepción o se convertirán en herramientas políticas ordinarias en un mundo fragmentado y díscolo.
Es difícil imaginar que las democracias impongan sanciones secundarias a los países que ayudan a Rusia a través de importaciones paralelas, como hace Turquía para pequeñas y medianas empresas italianas. En el caso de China, es francamente impensable. Tal enfoque sería en extremo difícil, si no imposible, de implementar, e intentar hacerlo afectaría negativamente la posición de Estados Unidos y la UE en los países en desarrollo y emergentes. En cambio, las potencias occidentales deberían fomentar la lealtad positiva en los países en desarrollo y emergentes ofreciendo incentivos, como tecnologías avanzadas y verdes, para unir fuerzas y mantener las sanciones.
En términos más generales, esas medidas exigen mayor coordinación y transparencia. La creación de un órgano consultivo internacional sobre sanciones, encargado de identificar lagunas y deficiencias, compartir y gestionar información y evaluar el impacto, sería oportuna y útil tanto para Gobiernos como para empresas.
FEDERICO FUBINI (*) Y ALEXANDRA PROKOPENKO (**)
© PROJECT SYNDICATE (***)
Roma y Berlín
(*) Editor general del ‘Corriere della Sera’.
(**) Exasesora del Banco Central de Rusia.
(***) Con información de EFE y AFP
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