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La fama del SIBO en internet amenaza con camuflar otras enfermedades: “Diagnosticamos los médicos, no los 'influencers'”

El contenido sobre el SIBO se ha viralizado en las redes sociales en los últimos meses

David Noriega

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El sobrecrecimiento bacteriano intestinal es un viejo conocido en las unidades de gastroenterología de los hospitales públicos españoles. Este se produce cuando las bacterias que habitan el intestino grueso saltan al delgado, crecen de forma anómala y provocan gases en esta parte del aparato digestivo, causando hinchazón, malestar, dolor y diarrea. En la literatura médico-científica en castellano se abrevia por las iniciales SBI, pero en los últimos meses se ha popularizado en las redes sociales por sus siglas en inglés. El SIBO se ha viralizado en Twitter y TikTok, con cientos de menciones y vídeos de autodiagnóstico tras los que los expertos alertan de que, en la mayoría de los casos, se esconden otras patologías.

“Lo que la gente relaciona en las redes con SIBO suelen ser trastornos funcionales digestivos crónicos, que hay que ir manejando con diferentes tratamientos. No siempre son fáciles de abordar y no siempre tenemos fármacos milagrosos para ofrecer a los pacientes, que buscan otros diagnósticos o soluciones que no existen”, lamenta la doctora Virginia Flores, del servicio de aparato digestivo del Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Este mal, además, afecta especialmente a mujeres, tradicionalmente olvidadas por la investigación, centrada en los hombres.

El sobrecrecimiento bacteriano intestinal no es nuevo y tiene tratamiento antibiótico. La cuestión de fondo en el auge de casos que se visibilizan a través de las redes sociales radica en los problemas para diagnosticar esta patología, así como en sus síntomas, compartidos con otros males que afectan al aparato digestivo. De hecho, un factor de riesgo para el SIBO es sufrir otra enfermedad intestinal, como esclerodermia, Crohn, pancreatitis crónica, celiaquía o trastornos de movilidad del intestino, entre otras.

Además, los síntomas del SIBO son similares a los del intestino irritable. “Surge la duda de si los pacientes que tienen sobrecrecimiento bacteriano intestinal tienen también el síndrome del intestino irritable, porque hay estudios contradictorios”, explica el doctor del servicio de Gastroenterología del Hospital Universitario Ramón y Cajal Miguel Ángel Rodríguez Gandía. Se estima que el también conocido como síndrome de colon irritable afecta hasta a un 15% de la población, principalmente a mujeres de 30 a 50 años, según la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria.

“El SIBO no es una enfermedad en sí misma, sino una complicación de algo que está pasando en el intestino. Eso tiene que quedar meridianamente claro”, explica el médico adjunto del servicio digestivo del Hospital Vall d'Hebron, Javier Santos. Este experto, que es director del grupo de investigación del aparato digestivo y CIBER de enfermedades hepáticas y digestivas, estima que en torno a un 40% de quienes padecen síndrome del intestino irritable sufren también SIBO.

Los expertos consultados coinciden en señalar directamente a la dificultad para diagnosticar el SIBO como el motivo por el que cada vez aparecen más y más personas que afirman que padecen esta alteración intestinal. “La mejor manera es realizar una endoscopia de una manera especial para tomar cultivos de los jugos intestinales”, señala Rodríguez Gandía. Es una técnica costosa y muy invasiva por lo que los profesionales suelen descartarla, para atender directamente a la sintomatología.

A las consultas del hospital nos llega algún paciente autodiagnosticado, pero en los ambulatorios está empezando a ser bastante frecuente y en las consultas privadas nos cuentan que es una locura. Aparecen incluso con el test ya hecho

Miguel Ángel Rodríguez Gandía Hospital Universitario Ramón y Cajal

La otra forma de diagnóstico es indirecta. Son los test de aliento, que se pueden comprar por internet a unos 70 euros y se han popularizado mientras aumentaba el conocimiento de la enfermedad. La facilidad para acceder a estas pruebas ha provocado un sobrediagnóstico, al margen de los profesionales sanitarios, porque en algunas pruebas los falsos positivos rondan el 50%.

“A las consultas del hospital nos llega algún paciente autodiagnosticado, pero en los ambulatorios está empezando a ser bastante frecuente y en las consultas privadas nos cuentan que es una locura. Aparecen incluso con el test ya hecho”, explica Rodríguez Gandía, que recuerda que “los diagnósticos los tienen que hacer los médicos, no los influencers”.

Las bacterias que cualquier persona tiene en su organismo producen de forma natural hidrógeno y metano en el intestino grueso, que se emiten por el aliento y se pueden medir. “En estos test, lo que se hace es darle al paciente un azúcar (lactulosa) para que produzca esos gases y medir cuánto tardan en aparecer. Si en lugar de estar en el intestino grueso las bacterias están en el delgado, se van a emitir antes”, desarrolla el gastroenterólogo. Pero el cuerpo humano no es un cronómetro y los ritmos varían en cada persona. “Esto es lo que debería entender algún tiktoker, que fallan la mitad de las veces, con el condicionante de que muchos pacientes con intestino irritable y predominio de diarrea tienen un tránsito acelerado, con lo que hay más riesgo de falsos positivos, con síntomas indistinguibles”, apunta.

“A los test de aliento hay que darles credibilidad con el conjunto de síntomas que tenga el paciente”, explica Flores. Los de glucosa, por ejemplo, son más fiables, pero “uno de los errores es pedir la prueba sin saber qué hay debajo”, añade Santos. “El test puede salir positivo, pero se trata de una manera inadecuada, porque si no corriges el defecto que lo está causando, el SIBO no desaparece o vuelve a aparecer”, continúa.

En paralelo a la importancia de tratar el SIBO, está la de abordar aquellas enfermedades crónicas que lo acompañan. Porque, si bien el primero tiene tratamiento, las segundas son para toda la vida. “Por ejemplo, una enfermedad celiaca puede producir SIBO. Tú lo vas a tratar, pero el paciente va a seguir siendo celiaco, así que puede volver a aparecer”, explica Flores, que aclara que si tras el tratamiento antibiótico el paciente sigue presentando síntomas hay que buscar otras patologías.

Muchas personas que vemos en redes sociales tienen distensión abdominal, que es el síntoma más habitual del SIBO, pero probablemente tengan debajo un síndrome del intestino irritable

Virginia Florez Hospital General Universitario Gregorio Marañón

El abordaje de esta sintomatología en las consultas de los especialistas sí puede ser diferente. “Si hay sospecha de SIBO porque al paciente le cuadra, vas directamente al tratamiento antibiótico, que es la Rifaximina de siete a diez días”, señala Flores, que está indicada para varias afecciones digestivas bacterianas. “Lo que está ocurriendo es que muchas personas que vemos en redes sociales tienen distensión abdominal, que es el síntoma más habitual del SIBO, pero probablemente tengan debajo un síndrome del intestino irritable”, desarrolla.

Rodríguez Gandía opta por otro tipo de seguimiento. “Lo primero es preguntarle al paciente y descartar otro tipo de enfermedad grave, porque en una persona mayor o de riesgo los síntomas también pueden coincidir con los del cáncer de colon. Si no identificamos otra patología, comenzamos el tratamiento del síndrome del intestino irritable, de menos a más agresivo. Es un trastorno funcional que no se ve en las pruebas, pero que condiciona la calidad de vida de los pacientes”, desarrolla. Ese tratamiento más agresivo es el antibiótico, que se emplea también contra el SIBO. “En estos casos, no sabes si mejoran porque tenían sobrecrecimiento bacteriano intestinal o porque tenían intestino irritable, pero si utilizas el tratamiento más agresivo desde el principio, estás sobremedicando a un grupo de pacientes que habrían mejorado con otro más suave porque eran falsos positivos”, continúa.

Muchos pacientes con patologías funcionales están maltratados y e ignorados por la medicina. Si van a ver a un médico y les dice que no tienen nada, ahí es donde empieza la detección errónea del SIBO

Javier Santos Hospital Vall d'Hebron

Pese a ese aumento del autodiagnóstico que han provocado las redes sociales, Santos trata de ver la parte positiva: “Me alegra que esto salga a la luz, porque hay muchos pacientes con patologías funcionales que están maltratados y, muchas veces, ignorados por la medicina. Se les dice que no tienen nada y es falso. Son enfermedades complejas pero bien establecidas. Si van a ver a un médico y les dice que no tienen nada, ahí es donde empieza la detección errónea del SIBO, porque la gente va buscando una solución a sus problemas y un diagnóstico”.

¿Por qué algunas patologías están marginadas? “De los cerca de 3.000 médicos especialistas digestivos, el porcentaje que se dedica a los trastornos funcionales es muy pequeño”, reconoce Santos, que atiende también en la privada, donde el 80% de sus pacientes acuden por esta causa. “Hay médicos a los que les gusta este tipo de patologías que, aunque son importantes, no son graves y no tienen tratamientos muy efectivos. Los pacientes van muchas veces a la consulta, lo pasan mal y no se acaban de encontrar bien, lo que produce frustración a las dos partes”, admite Rodríguez Gandía.

Una búsqueda rápida en Tik Tok sirve para encontrar multitud de vídeos con dietas milagro, como la Fodmap, que restringe la ingesta de determinados alimentos. “Si recomiendas una dieta sana, mediterránea o vegetariana, mejora la flora intestinal y mejoran los síntomas, pero no del SIBO, sino del intestino irritable”, insiste Rodríguez Gandía. Flores, por su parte, recuerda la importancia de iniciar este tipo de regímenes bajo supervisión. “Lo mejor sería hacerlo con un nutricionista, para evitar que por tratar un trastorno benigno generemos un problema de déficit de vitaminas o de desnutrición. El problema es que en la sanidad pública no tenemos tantos como nos gustaría”, admite. De hecho, la presencia de estos profesionales en el sistema público es casi testimonial.

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