¿Votar o abstenerse? Las matemáticas dan la respuesta

Elecciones 28-M

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Preparación de las elecciones del próximo domingo en talleres del Ayuntamiento de Barcelona

Quique García / Efe

¿Para qué ir a votar si tenemos la impresión de que ninguna candidatura nos representa? ¿Y si, además, el resultado de las elecciones no va a depender de nuestro voto individual? Para quienes tengan estas dudas, las matemáticas ofrecen respuestas que les pueden ayudar a decidir si votar o abstenerse.

Argumento 1

Ninguno de los candidatos me representa

A partir del momento en que los candidatos que se presentan a las elecciones no son una muestra representativa de la población general, es inevitable que una parte de la población no se sienta representada. Por supuesto, los candidatos pueden proclamar que, si gobiernan, defenderán los intereses de todos. Pero esto no significa que todos piensen que sus intereses serán defendidos.

Si nos fijamos en la edad, y tomamos como ejemplo los siete candidatos a la alcaldía de Barcelona que participaron en el debate de Betevé, el rango de edades va de 49 a 80 años. Curiosamente, los grupos de edad que manifiestan menos intención de ir a votar son los de 18 a 35 años, según el Barómetro del CIS de abril del 2023.

Si nos fijamos en el barrio donde se criaron, están representados los distritos de Sarrià-Sant Gervasi, Eixample y Horta-Guinardó. No lo están los distritos de nivel socioeconómico más bajo, como Nou Barris, Sant Martí, Sants-Montjuïc y Ciutat Vella.

Si nos fijamos en el nivel educativo, todos fueron a la universidad y tres de los siete son licenciados en Derecho.

Si a todo esto añadimos que para ser cabeza de lista conviene haber tenido éxito en la carrera política, y que el liderazgo es una excepción más que una regla, tanto en la política como en el conjunto de la sociedad, los candidatos son forzosamente parte de una élite.

Con estos perfiles de candidatos, es difícil que una mayoría de la población se sienta bien representada.

Pero no votar por nadie, que equivale a votar en contra de todos por igual, equivale también a votar a favor de todos por igual. Abstenerse, desde un punto de vista matemático, es lo mismo que repartir el voto a partes iguales entre todas las candidaturas.

En el caso de Barcelona, si consideramos las siete candidaturas que según las encuestas tienen opciones de obtener representación, los votantes que se abstengan estarán otorgando una séptima parte de su voto a Vox, una séptima parte a la CUP, y así sucesivamente.

Y aunque piensen que ningún partido les representa, probablemente piensen que algunos les representan menos que otros. De modo que, para no conceder una parte de su voto a los que les generan más rechazo, la solución sería votar por alguno de los que consideran más tolerables.

Argumento 2

Para votar en blanco, mejor me quedo en casa

Abstenerse es diferente que votar en blanco, apunta el analista electoral Carles Castro. Dado que un partido debe obtener por lo menos un 5% de los votos emitidos para conseguir representación, cuantas menos personas vayan a votar, menos votos hacen falta para llegar al 5%. Esto favorece a los partidos minoritarios que no pueden aspirar a conseguir un gran número de votos, pero tienen una base de seguidores convencidos. En el caso de Barcelona, la abstención favorece a Vox y a la CUP. Si más personas van a votar, incluso si votan en blanco, el número de votos necesarios para llegar al 5% aumenta, lo que favorece a los partidos mayoritarios cuyos votantes potenciales están menos motivados.

De modo que ni abstenerse ni votar en blanco son decisiones neutras. Aunque no lo pretendamos, si nos abstenemos estamos favoreciendo a unos partidos y si votamos en blanco estamos favoreciendo a otros. Son acciones con consecuencias, al igual que votar por un partido.

Argumento 3

El resultado electoral no dependerá de mi voto

Son excepcionales los casos en que un resultado electoral depende de un solo voto. Por lo tanto, si cualquiera de los ciudadanos que pueden ir a votar se abstiene, el resultado de las elecciones será el mismo. Pero si son muchos los ciudadanos que no van a votar pensando que su voto no importa, el resultado ya no será el mismo.

La razón es que la abstención no se reparte de manera proporcional entre los partidos. Perjudica más a aquellos partidos cuyos votantes potenciales están menos motivados por ir a votar. Y tiene consecuencias para aquellos colectivos que, precisamente porque se abstienen de votar, están menos representados en las instituciones de gobierno. Lo cual puede crear un círculo vicioso antisistémico: si no voto, no me representan; si no me representan, no voto.

La situación recuerda a lo que ocurre con las vacunas, que obedece a la llamada ley de los grandes números. Si una sola persona se abstiene de vacunarse, un virus como el del sarampión no circulará y esta persona estará protegida, por lo que no se contagiará aunque no se haya vacunado. Pero si un sector amplio de la población no se ha vacunado, el virus podrá circular y la probabilidad de que una persona se contagie aumentará, sobre todo si no se ha vacunado.

La abstención favorece a partidos minoritarios con una base de votantes motivados; en Barcelona, a Vox y la CUP

En el caso de la política, quienes menos votan son los grupos de edad más jóvenes. Cuando se pregunta a los ciudadanos si irían a votar en el supuesto de que se celebrasen elecciones generales al día siguiente, más del 70% dicen que “con toda seguridad” en todos los grupos de edad mayores de 35 años, según el Barómetro del CIS del mes de abril. Pero en el grupo de 25 a 34 años el porcentaje baja al 65,7%, y en el de 18 a 24 cae al 56,4%.

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