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Las reticencias de Alemania anticipan una dura batalla para flexibilizar las reglas fiscales

El canciller alemán, Olaf Scholz, durante su discurso en el Parlamento Europeo el 8 de mayo.

Irene Castro

Corresponsal en Bruselas —

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Ya no es la de Angela Merkel, pero hay cosas que no cambian. Alemania ha dejado claro que no va a poner fácil el debate sobre las reglas fiscales que ha comenzado, por su parte, con duras críticas a la propuesta que ha hecho la Comisión Europea sobre la base de dar una mayor flexibilidad a los estados miembros a la hora de cumplir con los objetivos de deuda (60% del PIB) y déficit (3%). En Bruselas no ha sentado bien el ataque del gobierno germano, que desconfía de que sea la Comisión Europea la que pacte bilateralmente los planes de estabilidad con los estados miembros y quiere, además, unos mínimos comunes para los países con exceso de deuda, como España o Italia. 

Aunque con un tono diferente, las reticencias de Alemania a la reforma de las reglas fiscales planteada por Bruselas son comunes en el tripartito conformado por socialistas, liberales y verdes. El más vocal en su oposición ha sido el ministro de Finanzas, Christian Lindner, que ha llegado a decir que si no hay un acuerdo a finales de año –que es el objetivo que se han marcado los 27– tendrán que mantenerse las antiguas, a pesar de que existe consenso en la necesidad de reformarlas dado que su cumplimiento estricto es imposible para muchos países a los que se fuerza, atendiendo a la literalidad, a reducir al año una veinteava parte de su exceso de deuda, lo que en la práctica supone la asfixia financiera. 

“Deben ser confiables, transparentes y vinculantes y para los estados federales como Alemania sigan siendo factibles, de modo que garanticen la necesaria reducción realista y oportuna de los elevados coeficientes de endeudamiento y la capacidad de actuar, así como permitan el crecimiento económico y las inversiones en viabilidad futura”, dijo Lindner sobre las reglas fiscales. “Para nosotros, es importante que los requisitos se expresen en cifras y que también se establezcan salvaguardas que garanticen reducciones periódicas de los déficits y de los ratios de deuda”, advirtió antes de reunirse en Estocolmo con sus homólogos a principios de mayo, unos días después de que los responsables económicos de la Comisión defendieran su propuesta. 

Lo que quiere Alemania es introducir objetivos fijos de reducción de deuda del 1% anual para garantizar su descenso. Esa petición ha quedado fuera del planteamiento de la Comisión, que sí ha introducido una obligatoriedad de bajar el 0,5% en el caso del déficit. 

Frente a la beligerancia que se ha percibido del ministro de Finanzas, sus aliados verdes intentan contemporizar. “Alemania está abierta a reformar las reglas existentes y eso es un cambio desde el nuevo gobierno”, explicó el secretario de Estado y Acción Climática, Sven Giegold, en un encuentro con periodistas en Madrid. No obstante, comparte que la propuesta de la Comisión “no es suficientemente buena” para su preocupación respecto a los altos niveles de deuda. “Somos escépticos de una bilateralización demasiado grande de las reglas fiscales, porque tenemos la experiencia de que la Comisión Europea no aplica las normas con el mismo rigor a todo el mundo. Y, por lo tanto, necesitamos indicadores cuantitativos y vinculantes que eviten que las reglas sean más estrictas según las razones políticas para algunos estados miembros que para otros”, señaló Giegold, informa Andrés Gil

Las discrepancias en el seno del tripartito las evidenció la eurodiputada verde Terry Reintke durante un debate en la Eurocámara que tenía por protagonista a Scholz y en el que aprovechó para recriminarle los bandazos de Alemania respecto a la prohibición de vender coches de combustión a partir de 2035, cuya aprobación llegó a estar en peligro. “Me gustaría un canciller que sepa que este continente sólo puede ser competitivo si se mantiene unido y si finalmente lidera la transformación verde y ya no se queda atrás incluso si cuesta dinero, pero ya sé quien es su ministro de Hacienda. Deseo un Canciller Federal que esté convencido de que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento debe permitir inversiones para el futuro y no frenarlas”, aseveró. 

Durante ese debate Scholz se mostró convencido de que se formulará una “solución conjunta”, aunque reconoció que queda “mucho trabajo por delante”. “No queremos hundir a ningún estado miembro en una crisis de austeridad, pero eso no quiere decir que creamos que fiscalmente todo vale”, argumentó el canciller. 

La complejidad no sólo va a estar en la negociación en el Consejo, donde nadie se imagina sacar adelante unas reglas fiscales sin el visto bueno de Alemania, a pesar de que no ha conseguido un gran seguimiento en sus resistencias. También en el Parlamento Europeo va a haber una batalla que se traslada a los propios grupos, donde no hay unanimidad. 

Las divergencias del PPE

Hay matices dentro del Partido Popular Europeo, que es el principal partido en la Eurocámara. “Estoy totalmente de acuerdo con el análisis de que necesitamos una reforma de las normas y reglamentos. Pero cómo tiene que resultar la reforma, creo que todavía hay grandes diferencias”, reconoció el parlamentario alemán Markus Ferber en un debate el pasado martes en el que aseguró que la propuesta que tienen sobre la mesa abunda en los “problemas” del pasado: “Las tres posibles soluciones de la Comisión son ahora: aún más tiempo, aún más flexibilidad y sanciones aún más débiles”. “Con el debido respeto, esta no es la solución correcta. Para decirlo sin rodeos: el Pacto de Estabilidad y Crecimiento nunca tuvo un problema de flexibilidad, sino un problema de aplicación y un problema de credibilidad. Lo que la Comisión ha presentado ahora no ayudará a abordar adecuadamente estos problemas”. 

Frente al férreo rechazo del alemán, el tono de su compañero rumano fue mucho más bajo. “Si bien reconocemos que los países están en diferentes situaciones y que tienen diferentes caminos hacia la sostenibilidad de la deuda, el objetivo general debe ser que la deuda sea baja porque la deuda baja ayuda en tiempos de crisis”, argumentó Siegfried Mureşan antes de reclamar reglas claras, predictibilidad, no excepciones, acuerdos entre la Comisión y los estados miembros y el respeto a los mismos“ abrazando la idea de que los países diseñen sus hojas de ruta de acuerdo con la Comisión. 

La advertencia llegó también de la holandesa liberal Caroline Nagtegaal: “No puede darse el caso de que al contribuyente holandés se le presente la factura si otros países la arruinan”. Holanda esta vez se ha posicionado con España a la hora de pedir una flexibilización en los planes de ajuste según la situación de cada país. “Ha llegado el momento de que hagamos lo necesario para alinear el presupuesto y reducir la deuda nacional. Esto requiere reglas presupuestarias que sean realistas y aplicables. Esto requiere que todos los países se adhieran a las reglas que hemos acordado”, defendió Nagtegaal.

Con esos mimbres, los 27 se encaminan a una de las negociaciones más complejas de lo que queda de mandato. La presidencia sueca está avanzando en los aspectos más técnicos y los ministros de Economía harán un primer análisis de la propuesta de la Comisión en el mes de junio, pero le tocará a Nadia Calviño pilotar el dosier con el objetivo de tener un acuerdo a finales de año, coincidiendo con el final de la presidencia española. Por el momento, el negociador alemán ya ha lanzado un órdago al dejar claro que pueden mantenerse las anteriores normas cuando, a partir del 1 de enero de 2024, se reactive el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, tal y como han acordado los 27 tras tenerlo suspendido tres años por la pandemia y la guerra.

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