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Una lectura de la visita de Xi a Moscú: ¿es China un país imperialista o la potencia pacífica que vende Xi Jinping?
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Historia de dos flotas

Una lectura de la visita de Xi a Moscú: ¿es China un país imperialista o la potencia pacífica que vende Xi Jinping?

Pekín cimenta su rol como mediador 'peacemaker' global, en contraposición a un Estados Unidos y Occidente en su conjunto con cada vez menos influencia en el sur global, a ojos chinos

Foto: Ceremonia de alza de la bandera en la base militar de Hong Kong. (EFE/Jerome Favre)
Ceremonia de alza de la bandera en la base militar de Hong Kong. (EFE/Jerome Favre)
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El primer viaje de un jefe de Gobierno es siempre un mensaje. En el caso de Xi Jinping, su primera visita internacional tras asegurarse su tercer mandato hace apenas unas semanas ha sido a Moscú para estrechar la mano a su “gran amigo”, el presidente ruso, Vladímir Putin. Es también el primero del mandatario chino a Rusia desde el inicio de la invasión, y como claro evento geopolítico hay muchas formas de leerlo.

Una, el espaldarazo diplomático de Pekín a un Putin que no estaría solo y aislado, apenas tres días después de su orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra en Ucrania. El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, ha catalogado la visita como “una cobertura diplomática a Rusia para continuar cometiendo” crímenes.

Otra, la clara importancia que China da a la cada vez más dependiente relación de Moscú con Pekín, aliado al que Putin ha tenido que volcarse para esquivar la ruina económica por las sanciones. Pero también el delicado equilibrio de Pekín para sostener a Moscú. China no está interesada en que Rusia sea completamente derrotada en el campo de batalla.

Foto: Un tanque cerca de Zaporiyia. (Reuters)

Y así una larga ristra. Una última es también cómo Pekín está cimentando su rol como mediador peacemaker global, en contraposición a un Estados Unidos y Occidente en su conjunto en declive con cada vez menos influencia en el sur global, a ojos chinos. El lunes de la semana pasada, el propio Xi defendía un papel más importante en la gestión de escenarios geopolíticos globales, apoyándose en la fuerza de los hechos: este mes, Pekín se ha apuntado el tanto diplomático de ser la mano detrás del acuerdo entre los rivales Arabia Saudí e Irán. China “traerá energía positiva a la paz y el desarrollo mundiales”, según el propio Xi. De hecho, funcionarios chinos han intentado promover la imagen de la visita de Xi a Moscú como “un viaje por la paz”, como parte de ese objetivo de posicionar a Pekín como posible mediador potencial entre Moscú y Kiev.

El encuentro del lunes —que se prolongó durante más de cuatro horas— es solo el pistoletazo de salida de una visita que durará tres días, por lo que es todavía pronto para sacar conclusiones, especialmente sobre Ucrania. Según el resumen de la agencia estatal Xinhua, no se han producido avances significativos, ni siquiera en la línea del “Plan de paz chino” propuesto para Ucrania, que ya ha sido rechazado por Kiev. Y, aunque de manera menos tajante, también por Rusia. “Moscú está siempre abierta a la negociación”, ha dicho Putin a su homólogo chino. Sin embargo, y con la situación en el frente calentándose con la llegada de la primavera, ni Kiev ni Moscú están en posición de sentarse a la mesa de negociación.

Foto: Un hombre pasa ante un gran mural que muestra al ayatolá Ruholá Jomeiní. (EFE/Abedin Taherkenareh)

Pero, en este contexto, ya hay una pregunta pertinente. ¿Es China la potencia pacífica que vende Xi Jinping y que le da esa cobertura moral para la mediación en Ucrania, o es también un país imperialista?

En la costera ciudad de Malaca, en Malasia, hay una estatua de Zheng He, el más famoso explorador marítimo chino de la historia. “Ha sido el marinero más grande de la historia, a la altura de Colón y Magallanes. Él comandó la armada más grande que existió durante siglos en siete grandiosas expediciones que llegaron hasta África”, explica con emoción Zhi, que ve en aquel marinero eunuco de la corte imperial Ming parte de su propia historia. “Yo soy un malayo de origen chino”, aclara.

Efectivamente, la imponente escultura de He, en un lugar que durante siglos fue clave para el comercio entre Asia y Europa, recuerda la hazaña de un explorador que lideró el único gran intento de China de salir con una flota a colonizar puertos y mares. Aquella expedición china, que en muchos casos imponía un obligado vasallaje en los puertos donde llegaba, tenía peculiaridades: “Cuando los emisarios de Yongle [emperador Ming] plantaban una estela en el diminuto estado de Malaca, venían a afirmar la obediencia del Rey de Malaca al emperador Ming y, en reciprocidad, la protección simbólica de los Ming sobre Malaca. Cuando los portugueses erigieron un pilar de piedra tras apoderarse del puerto en 1511, estaban reclamando su posesión, algo que el Estado chino no hizo nunca”, relata Timothy Brook en su libro El gran Estado.

Foto: Una niña sostiene una bandera ucraniana para mostrar su apoyo a Ucrania y conmemorar el primer aniversario de la invasión rusa de Ucrania en Taipéi. (Reuters/Ann Wang)

Eso no significa que China no practicara la violencia e impusiera sus designios por la fuerza en los países del entorno. En una de las expediciones de Zheng He, China colocó de rey en la hoy Sri Lanka, tras apresar primero a buena parte de la Corte y llevarla a la ciudad de Nanjing, a Parakramabahu VI. El emperador Yongle, según el diario oficial, “sintió pena del rey por su estupidez e ignorancia”. Un poema de Yang Rong que recuerda aquello dice: “Aquellos gusanos de baja estofa que merecían mil muertes temblaban de miedo sin merecer el castigo del Cielo”. Finalmente, el emperador los liberó, colocó a un rey que le garantizaba vasallaje y se aseguró el pago de tributos y uso de sus puertos.

Hoy, seis siglos después de aquellas expediciones, China sale de nuevo al mar. Esta vez lo hace con una imponente flota militar y mercantil para apuntalar su macroproyecto de la marítima Ruta de la Seda. Sri Lanka forma parte esencial de ese proyecto. Un 19% de la deuda del país, quebrado económicamente, pertenece a China. Pekín, como parte del pago, se ha quedado con el control del nuevo puerto de Hambantota, construido con capital chino, por 99 años. Ese es un enclave esencial en su proyecto de expansión comercial marítima.

Algunos califican esto como un nuevo ejemplo de lo que se llama “diplomacia de deuda trampa”, una nueva forma de imperialismo económico que practica Pekín con los países en desarrollo. China, por su parte, niega esas prácticas usureras y recuerda que la mayor parte de la deuda de Sri Lanka es con fondos de inversión e instituciones internacionales. Lo que parece claro es que China sale de nuevo al mundo, pero la duda es: ¿cuánto hay de diferencia entre la China del gran explorador Zheng y la del nuevo emperador Xi Jinping?

“Nunca hemos intimidado u oprimido”

China presume de ser históricamente una superpotencia no imperialista en contraposición de lo que es y han sido los Estados Unidos y los países europeos. “Nunca hemos intimidado, oprimido o subyugado a la gente de ningún otro país, y nunca lo haremos. Del mismo modo, nunca permitiremos que nadie intimide, oprima o subyugue a China”, dijo el presidente chino Xi Jinping en un discurso ante los miembros de su partido en 2021. “China tendrá en cuenta los intereses del mundo y participará activamente en la gobernanza global, y contribuirá más a la paz y el desarrollo mundiales y al progreso humano”, acaba de explicar Qin Gang, ministro de Asuntos Exteriores, como tarjeta de visita de la nueva diplomacia china.

Al igual que existe lo que Xi califica como socialismo con características chinas, existe lo que podría llamarse imperialismo con características chinas. ¿Es un mito o una realidad que China vivió apartada del mundo? “Es un mito similar al que tienen todas las naciones para construir sus identidades. China durante siglos fue un imperio. Y un imperio, por definición, lo que ha hecho es integrar dentro de una misma unidad política a pueblos que antes no estaban dentro de él. La República Popular China hoy es heredera de esos territorios y, de hecho, el carácter multiétnico de la República Popular China es evidencia de este pasado”, explica Mario Esteban, investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor titular del Centro de Estudios de Asia Oriental de la Universidad Autónoma de Madrid, a El Confidencial.

Foto: El nuevo ministro de Relaciones Exteriores de China, Qin Gang. (EFE/Mark R. Cristino)

Decir que China no ha conquistado otros pueblos es negar la historia. Pero ahí hay también una peculiaridad que resalta el libro de Brook: “China se convirtió en un mega-Estado no porque conquistó a otros, sino más bien porque otros la conquistaron a ella”. El autor se refiere a que los dos periodos de mayor expansionismo territorial se producen cuando China está en manos de los mongoles (1271-1368) y cuando está gobernada por la dinastia Qing, de origen manchú (1644-1912). Bajo el dominio de la dinastía Ming (1368-1644), de origen Han, etnia mayoritaria en China, se realizan las grandes expediciones de Zheng He que concluyen en 1525, cuando el emperador Jiajing dicta que “ningún barco de más de un mástil podrá ya hacerse a la mar”. Ahí se inicia el mito de una China encerrada en sí misma y ajena al mundo exterior.

“A diferencia de otros grandes imperios preindustriales, las dinastías chinas no tuvieron afán universalista. Es decir, esta expansión territorial de China fue esencialmente continental y estaba motivada por algunas consideraciones de carácter defensivo y económico. Pero ellos no tenían ese afán universalista que, por ejemplo, muchas de las religiones monoteístas sí que han tenido”, explica el profesor Esteban.

El confinamiento chino tiene múltiples factores geográficos, religiosos, filosóficos y sociales. China cree que el resto del mundo son bárbaros a los que contempla con cierta superioridad. “Aprecie ante todo la tierra civilizada de nuestra China y trate al resto como basura”, le dice el consejero Qiu Jun al emperador Hongzhi, de la dinastia Ming. Años después, en 1617, se decide expulsar a todos los misioneros católicos que osaban colocar su Dios al nivel del emperador.

"Hace 3.000 años, los europeos vivían como animales, mientras que nuestra civilización era equivalente a la de ellos en la Edad Media"

Los Qing cambian a regañadientes algunas prácticas y se abren algo a comerciar con un mundo ya globalizado tras la conquista de América. El poder chino se expande con la conquista de territorios como el Tíbet, partes de Mongolia, y sigue su dominio y control indirecto de lugares como Corea, Vietnam... Entonces llegan los batacazos del siglo XIX y XX, las guerras del Opio y la absoluta superioridad con que desembarcan las potencias europeas y Japón. “Hace 3.000 años, los europeos vivían como animales, mientras que nuestra civilización era equivalente a la de ellos en la Edad Media”, expresó el pensador chino Liang Qichao cuando descubrió a finales del XIX la debilidad de su país.

¿El recuerdo del shock de esos años marca a la China actual? “Muchísimo. Diría que casi le marca más el hecho de que Japón también se pusiese por encima de ellos. Los japoneses eran llamados los enanos del este. Eran un pueblo que tradicionalmente ellos veían como menos avanzado y menos desarrollado. Que les pasaran por encima fue un bofetón de realidad. Se toma conciencia de que la forma en que se habían organizado durante siglos, y desde la que ellos miraban el mundo con un sentimiento de superioridad, era ineficaz para hacer frente a esos desafíos externos”, explica Esteban.

Comunismo y confucianismo

Eso ha formado y forma parte del sentimiento nacional de la nueva China del Partido Comunista. Todas las escuelas chinas enseñan al detalle las consecuencias salvajes de las guerras del Opio y de la invasión de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Eso ha generado una retórica propia: “Si la mayoría de los chinos están ciegos ante el imperialismo de su país en Tíbet, es porque una potente mezcla de ideología comunista y superioridad confuciana les ha enseñado a verse solo como víctimas del imperialismo y no como perpetradores, como si una cosa impidiera la otra”, escribe Brook.

Foto: Foto cedida por la agencia de noticias Xinhua del presidente chino, Xi Jinping, durante su discurso. (EFE)

El imperialismo o colonialismo son palabras tabú de la diplomacia china. “El historial de intervencionismo de China en los asuntos internos de otro país, si uno compara con el de Estados Unidos, palidece de manera evidente”, explica Esteban, quien añade que “para la opinión pública china no sería tan sencillo aceptar comportamientos imperialistas". "A los occidentales nos cuesta entender cómo funciona la opinión pública china. La población china tiene de manera muy arraigada, en gran parte debido al éxito de la propaganda del Partido Comunista, un sentimiento antiimperialista y anticolonial muy fuerte”, agrega.

Sin embargo, sí parece que China, en los últimos años, ha decidido dar un golpe en la mesa y ser mucho más agresiva en su modo de relacionarse con el mundo. Los duros mensajes que lanzan diplomáticos chinos en ruedas de prensa y redes sociales no tienen parangón con los de ninguno de los países más desarrollados. También ahí la justificación es la defensa propia. “En la diplomacia de China no faltan la buena voluntad y la amabilidad. Pero, si se enfrentan a chacales o lobos, los diplomáticos chinos no tendrán más remedio que enfrentarlos de frente y proteger nuestra patria. La diplomacia de los wolf warriors es una trampa narrativa. Aquellos que acuñaron el término y prepararon la trampa desconocen a China y su diplomacia, o están motivados por una agenda oculta que niega los hechos”, ha dicho el ministro Qin Gang.

Foto: El Presidente chino Xi Jinping celebra una ceremonia de bienvenida. (EFE / Xinhua Yao Dawei)

Mientras, Hua Chunying, una de sus más importantes diplomáticas y portavoz del ministerio, decía en un hilo de su cuenta de Twitter sobre las diferencias con EEUU que “China nunca se involucra en la matanza, la depredación o el genocidio racial de sus minorías étnicas (…). China nunca invade otros países ni busca la expansión colonial (…), China nunca se entromete en los asuntos internos de otros países ni busca y apoya representantes en países extranjeros…”. Inmediatamente, una oleada de comentarios le recuerda a la diplomática china eventos como el Tíbet, la represión xenófoba contra los uigures, sus intervenciones imperialistas en lo que ellos llaman mar de China, su intervencionismo en asuntos internos de Vietnam, Camboya o Corea del Norte.

Con Taiwán en el horizonte, donde Pekín ya ha dicho que recuperara lo que considera su territorio, y el conflicto por el control marítimo con buena parte de sus vecinos, se pondrá a prueba el verdadero imperialismo chino. “China nunca busca dominar el mundo ni negar a nadie el derecho al desarrollo. En cambio, busca el desarrollo y la prosperidad comunes”, asegura la diplomática Chunying. Mientras tanto, un documento del Departamento de Defensa de EEUU sobre la estrategia de la superpotencia asiática en la región del Indo-Pacífico afirma que “China busca reordenar la región a su favor aprovechando la modernización militar, usando operaciones de influencia y una economía depredadora para coaccionar a otras naciones”.

Pekín acusa repetidamente a Occidente de cinismo a la hora de calificar su expansionismo. “El impacto que está teniendo China sobre muchos países es ambivalente. Hay una parte positiva. De hecho, o pensamos que es que las élites de todos estos países en vías de desarrollo son unos tiranos corruptos o son todos bobos que se dejan manipular por los chinos. Hay unas necesidades reales de estos países y China responde a esas necesidades. Yo he visitado e investigado proyectos chinos en algunos países que han funcionado muy bien. Claro que hay una parte cínica en la crítica occidental, pero también parte de esos proyectos tienen problemas de sostenibilidad ambiental, financiera y social”, concluye Esteban.

Hoy, una nueva flota china, como aquella de Zheng He, ha zarpado para conquistar la Tierra. “China tiene una gran flota y la está desplegando por el globo. Necesitamos una armada más grande y moderna para enfrentar esa amenaza”, ha señalado recientemente el secretario de la Marina de EEUU, Carlos del Toro. Los números hablan. China cuenta con 13 grandes astilleros. Solo uno de ellos tiene más capacidad que todos los de Estados Unidos juntos. Además, “China ha construido en los últimos años la flota pesquera de aguas profundas más grande del planeta, con casi 3.000 barcos”, explica un artículo del New York Times.

La gran flota de Zheng He palidece ante los números de la nueva flota china que patrulla, pesca y comercia por todos los rincones del globo. Xi Jinping parece dispuesto a consumar 2.000 años después la filosofía fundacional china basada en el concepto jerárquico de tianxia, que significa “todo bajo el cielo”. Ese era el espacio que debía gobernar el emperador de forma gradual. “Del mismo modo que el emperador fue en su día el hijo del cielo, la China del Partido Comunista es la designada por el cielo para supervisar la jerarquía internacional que se despliega en línea descendente, del Estado más poderoso al último”, señala el libro de Brook.

El primer viaje de un jefe de Gobierno es siempre un mensaje. En el caso de Xi Jinping, su primera visita internacional tras asegurarse su tercer mandato hace apenas unas semanas ha sido a Moscú para estrechar la mano a su “gran amigo”, el presidente ruso, Vladímir Putin. Es también el primero del mandatario chino a Rusia desde el inicio de la invasión, y como claro evento geopolítico hay muchas formas de leerlo.

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