África se cansa de Europa

Un nuevo equilibrio africano

Las muestras de paternalismo europeo hacia el continente dan alas a Rusia y China

El líder francés, Emmanuel Macron, y el presidente de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi, el 4 de marzo en Kinshasa

El líder francés, Emmanuel Macron, y el presidente de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi, el 4 de marzo en Kinshasa

AFP

Un bofetón público de hartazgo como síntoma. La decimoctava gira africana en ocho años del presidente Emmanuel Macron, que le llevó a principios de mes a Gabón, Angola y los dos Congos, se cerró con un encontronazo durante la rueda de prensa del mandatario francés y el presidente de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi. El líder africano explotó. “Debe cambiar la forma en que cooperamos con Europa y Francia. Debéis vernos de otra forma. Debéis respetarnos y considerarnos como un verdadero socio. Y no con una mirada paternalista, como si siempre supierais lo que necesitamos y nosotros no”. Minutos antes, Macron había regañado al gobierno congolés por su incapacidad para restaurar la soberanía militar, de seguridad y administrativa. “No hay que buscar culpables fuera”, dijo.

El episodio de tensión política se suma a una serie de pequeñas protestas en Gabón o Congo contra la excesiva influencia de París y que ilustra un sentimiento antifrancés creciente también en otras latitudes del continente.

El presidente de Congo a Macron: “Respetadnos y consideradnos un verdadero socio”

Algunos ejemplos van mucho más allá de la anécdota. A principios de año, Burkina Faso siguió el ejemplo de su vecina Mali y ordenó la retirada de las tropas francesas de su territorio. Ambos países, junto a la República Centroafricana y Guinea, forman un cuarteto de excolonias francesas que se han aproximado a Rusia para que les proporcione ayuda en materia de seguridad a través de los mercenarios Wagner. Moscú, interesado en los recursos naturales pero sobre todo en aumentar su influencia geopolítica, ha recogido el guante y ha puesto en marcha campañas de desprestigio hacia su rival francés.

Para el historiador guineoecuatoriano Donato Ndongo el diagnóstico es claro. “África se ha cansado del paternalismo de Europa. Tengo esa sensación desde hace 20 años, llevo tiempo advirtiendo de que iba a pasar lo que está pasando. Cosas que antes eran impensables, ahora ocurren. Solo estamos viendo las consecuencias”. Para Ndongo, “los acuerdos injustos y el apoyo a tiranos han llevado a los africanos a mirar hacia otro lado. Ya no nos fiamos tanto de Europa y miramos hacia China o Rusia. Hemos aprendido a desconfiar de Europa. Tras la guerra de Ucrania hemos visto cómo Europa abre sus fronteras a los refugiados ucranianos y manda camiones de ayuda mientras los africanos siguen muriendo en las fronteras. ¿Cómo nos vamos a sentir?”.

“¿Hablamos de cómo nos tratáis? Los chinos no nos tratan de esa manera

Como ni Rusia ni China se preocupan por los derechos humanos para cerrar sus acuerdos, el analista keniano Ken Opalo recurre al dinero en su informe La lenta muerte de la Françafrique para explicar el cambio de poderes. “En las dos últimas décadas, China ha sustituido a Francia como principal socio comercial. China es ahora un socio más importante para los estados africanos que Estados Unidos, Reino Unido y Francia juntos”. Las cifras apoyan su tesis. En los últimos 15 años, el comercio de China en África Subsahariana ha pasado de suponer apenas un 2% del total de importaciones y exportaciones a significar un 20,5%. En el mismo periodo, el peso comercial de Francia se ha reducido un tercio, el de Estados Unidos es hoy la mitad porcentual que hace tres lustros y el del Reino Unido ha pasado de ser un 9% del total a un 1,88%.

Y el hartazgo no es solo con Francia. La semana pasada, el presidente de Namibia, Hage Geingob, interrumpió abruptamente al embajador de Alemania cuando éste protestó porque el número de chinos es cuatro veces superior al de alemanes. “¿Qué problema tienes con eso? —le espetó Geingob—. Los chinos no han venido aquí a jugar, que es lo que hacen los alemanes. ¿Me hablas de los chinos? Hemos permitido a los alemanes venir aquí sin visado y les pusimos alfombra roja, pero muchos de nuestros ciudadanos sufren acoso en Alemania (…) ¿Por qué no hablamos de cómo nos tratáis? Los chinos no nos tratan de esa manera”.

Moscú ha ganado peso en países como Mali o Burkina Faso, con lazos históricos con Francia

Aunque Ndongo cree que “hay tiempo para arreglar las cosas”, denuncia el daño que provocan declaraciones como las de Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, quien a finales del año pasado comparó a Europa con un “jardín” de derechos y progreso y al resto del mundo con una “jungla”. “Esas palabras—explica Ndongo— fueron un desprecio de gran ignorancia y son un ejemplo más del desapego de África hacia Europa”.

La situación actual inquieta incluso a países sin pasado colonial en el continente. Esta semana, la ministra noruega de Ayuda al Desarrollo, Anne Beathe Tvinnereim, advirtió del riesgo de nuevos equilibrios. “Si algo me quita el sueño es la forma en que está creciendo la desconfianza y cómo ciertos países la están alimentando”. “No creo que sea una coincidencia –continuó– que [el ministro de Exteriores ruso] Lavrov haya realizado varios viajes a África y vemos el interés de China en África”.

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Para el analista político senegalés Saiba Bayo el cambio de mentalidad se está produciendo desde dentro de la sociedad africana. “Europa sigue sin entender que no se trata de cambiar colores o ideologías. Ahora la cuestión es más interna que externa. Europa, Rusia o China son agentes externos cuyo papel va a ser cada vez menor en el diseño de las nuevas naciones africanas”.

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