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El coste de los ‘platos típicos’ se dispara en Europa y EEUU y pone en duda el ajuste de precios en sus mercados

Imagen de una paella.

Ignacio J. Domingo

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La disyuntiva sobre si la fórmula más adecuada para contener el encarecimiento de los alimentos es una estrategia que ponga topes a los productos básicos de la cesta de la compra o sería más conveniente alejarse de cualquier intervencionismo y esperar a que las empresas de distribución sean las que hagan ajustes de costes a lo largo de los próximos meses, también ha irrumpido en la esfera internacional.

En medio de un clima de profundas divergencias entre economistas y analistas sobre las ventajas e inconvenientes de una u otra alternativa, los alimentos han protagonizado las últimas escaladas mensuales de precios. No es, por lo tanto, un debate estéril ni exclusivo del Ejecutivo de coalición en España.

El desayuno típico en EEUU ha revelado el sorpasso del precio de los huevos sobre el de la carne que incorporan los estadounidenses a su manjar de primera hora de la mañana, en el que el zumo de naranja ha pasado a considerarse casi un lujo. En enero, la docena de huevos se disparaba un 70% en términos interanuales y se paga a unos históricos 4,82 dólares, mientras el jugo lo hacía en un 30% más. El índice de alimentos experimentó un salto mensual de medio punto, aunque con alzas puntuales, como la de los huevos, del 8,5%, y de los cítricos, del 2,8%.

El Departamento de Agricultura (USDA, según sus siglas en inglés) justificó en gran medida estos drásticos incrementos a la proliferación de casos de gripe aviar y el sacrificio el pasado año, de casi 53 millones de aves de corral. Además los daños que ocasionó la temporada de huracanes en la cosecha de naranjas, concentrada en estados como Florida.

En Francia, la cuenta de su popular pollo al vino desvela que también en la segunda economía del euro los alimentos sobrepasan con creces la barrera de precios general. El índice de alimentos aumentó en enero un 14,7% respecto al mismo mes de 2022 y muestra el impacto real de la inflación sobre las economías familiares, que han tenido que pagar desembolsos adicionales por las cebollas o el vino para realizar el emblemático plato francés. A un coste promedio de 18,70 euros, como se desprende de los datos de su oficina de estadística recogidos por Bloomberg.

La inflación se situó en el 6% el mes pasado, pero el precio de los alimentos duplicó ampliamente el indicador general y llevó a su ministro de Finanzas, Bruno Le Maire, a advertir de que permanecerá “vigilante” ante cualquier movimiento alcista, con objeto de mantener a raya sus “excesos”.

El Gobierno liberal de Emmanuel Macron dice estar estudiando subvenciones a una veintena de productos básicos de la cesta de la compra, medida inspirada en la que acaba de aprobarse en Grecia. Es una propuesta muy similar al planteamiento anti-inflacionista de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, en España, pero que rechaza el socialista y titular de Agricultura, Luis Planas. El ministro considera que limitar los precios de los alimentos acabaría repercutiendo el coste sobre el agricultor, el ganadero o las pequeñas firmas de productores industriales.

Las aves de corral subieron su precio de venta al público en Francia en un 17,8% mientras el de la mantequilla o las zanahorias lo hicieron en más de un 20% y el medio litro de vino, otro 8,2%, hasta un coste medio de 4,7 euros.

Italia y España también perciben el alza de la cesta

En Italia, la pizza margarita -sin duda, una de sus ofertas culinarias más emblemáticas-, era casi un 30% más cara en diciembre respecto al mismo mes de 2021. Con su IPC en el 10,1% en enero, la partida de alimentos en el 12,8% y la de energía todavía en tasas excepcionales del 35,2% pese a los 75.000 millones de euros con los que el gabinete del ex primer ministro Mario Draghi decidió sufragar parte de los recibos de luz y gas de los italianos.

El coste de cada uno de los componentes de la famosa pizza en Nápoles, su tierra originaria, se elevó por encima del 9,9% de incremento. En este caso, además, el índice tiene en cuenta el alto desembolso por el consumo de energía que se necesita para su elaboración, y que rozó el 27%, y de la harina, que se aproximó al 22%, al igual que la mozzarella, o el aceite de oliva, en niveles cercanos al 20%.

En España, la paella no se ha beneficiado de los hipotéticos efectos de la rebaja del IVA decretada por el Ejecutivo y que entró en vigor en enero. El arroz, que subió un 19,6% el mes pasado, el aceite de oliva -con un alza del 30,5%- o los productos del mar -que lo hicieron entre un 7,3% y un 7,7%, dependiendo si son congelados o frescos- han encarecido de forma abrupta la receta, a tenor de los datos del INE, que constatan un alza de la factura que requiere su elaboración del 15,6%. Este incremento está en línea con el 15,4% de subida del conjunto de los alimentos, más baja que la registrada durante el mes de diciembre, pero que casi triplica el índice general del 5,9%.

En China, el gobierno de la capital, Pekín, sopesa entregar 6 dólares mensuales a las familias con bajos recursos, una cantidad del todo punto insuficiente, con la que apenas podrían pagar dos Big Macs, cuyo precio se usa en indicadores globales como referencia para examinar la evolución del consumo, y que serían entregados a alrededor de 300.000 hogares. En medio de críticas en sitios como Weibo de que esos 40 yuanes apenas sirven para pagar el transporte a los centros de recogida de ayuda. El IPC chino subió un 2,1% en enero en términos interanuales, aunque su rúbrica alimenticia lo hizo en un 6,2%, con el cerdo o la fruta como los bienes que se encarecieron con mayor virulencia: un 13,1% y un 11,8% respectivamente.

Filas del hambre

Las tensiones por la inflación también se descubren en la cada vez mayor afluencia de personas que acuden a bancos de alimentos. Las llamadas filas del hambre en EEUU han aumentado entre trabajadores de mantenimiento, de asistencia a domicilio o reponedores de supermercados en medio de la retirada de los estímulos fiscales a casi la tercera parte. Los tipos de interés de la Fed en el 4,25% hacen desvanecer casi cualquier intento de solicitar créditos personales.

En Reino Unido, Francia o Italia surgen cada vez más evidencias de este fenómeno que describe un aumento de las escalas de sufrimiento sociales. Este termómetro del empobrecimiento de las sociedades civiles se ha disparado desde el inicio de la crisis alimenticia que se gestó con la guerra de Ucrania y que provocó restricciones en el abastecimiento de productos de primera necesidad como el trigo.

Los expertos del International Food Policy Research Institute creen que la estabilización de los costes de los alimentos “están aún lejos de poder proclamar el epitafio de su etapa de carestía”; sobre todo, en los países en desarrollo.

También en las potencias industrializadas surgen dudas sobre el momento en el que la inflación tocará techo. “Las fluctuaciones serán constantes” y variarán entre las naciones de rentas altas en función de su habilidad para crear o no destruir empleo, así como del manejo de la política monetaria por parte de sus bancos centrales, alerta The Economist.

El Grupo de Economistas de la USDA calcula una inflación de los alimentos en EEUU del 7,1% en 2023, por debajo del 9,9% del pasado año, y comparten en gran medida el diagnóstico de la Fed en su última reunión. Los precios tocarán techo en algún momento del ejercicio; mientras tanto, el dinero seguirá encareciéndose más gradualmente. En la zona del euro, la inflación subyacente añadió otra décima, hasta el 5,3%, a su indicador de enero -al igual que el IPC general, que subió al 8,6%-, según Eurostat, lo que alimenta la intención de los halcones del BCE de incrementar los tipos en marzo.

Simeon Gutman, analista de Morgan Stanley en EEUU, describe estos titubeos. “Los americanos esperan gastar menos y ahorrar más en 2023, pero tendrán que esperar a que la inflación toque techo y a que los supermercados, que vienen de dos años de beneficios, caigan en la cuenta de que deben empezar a aplicar descuentos” para controlar la demanda, avisa antes de concluir, de forma elocuente, que, “si ocurre, entonces podrán comer en casa y salir fuera a cenar habitualmente”.

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