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La probabilidad de recesión global ronda el 50%, con España entre las grandes economías que la evitarían

El vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander.

Daniel Yebra

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Preguntado hasta tres y cuatro veces sobre el riesgo de recesión, Ángel Gavilán, director general de Economía y Estadística del Banco de España, fue incapaz de negarlo en la presentación a la prensa de la actualización de las proyecciones macroeconómicas de la institución, el pasado 10 de junio. Al menos, apuntó que para nuestro país esta amenaza es menor que para el resto de grandes economías de la eurozona.

Este miércoles, el equipo de economistas del banco estadounidense Citi elevaba la alerta: la probabilidad de que la economía mundial sucumba a una recesión “se acerca al 50% a medida que los bancos centrales endurecen la política monetaria y se debilita la demanda de bienes y servicios”. “Es un riesgo real”, reconocía la semana pasada Sergi Lanau, economista jefe adjunto del Instituto de finanzas internacional (IIF, por sus siglas en inglés), según las mismas razones. Aunque este experto también comparte la opinión de que España es uno de los países que podría evitarla.

“Si las subidas de tipos son significativas pueden inducir una nueva recesión económica: se frenaría la creación de empleo y la economía, y ni siquiera tenemos certeza de que eso sirva para frenar la inflación. En todo caso, sería matar moscas a cañazos”, lamentaba en Twitter hace apenas unos días, y exactamente en el mismo sentido, Nacho Álvarez, secretario de Estado de Derechos Sociales y responsable de Economía de Podemos.

“Los shocks de oferta [principalmente en la energía por la invasión rusa de Ucrania] continúan elevando la inflación y reduciendo el crecimiento, mientras que los bancos centrales ahora están subiendo los tipos de interés vigorosamente y la demanda de bienes y servicios de los consumidores se está debilitando”, advierten los economistas de Citi, dirigidos por Nathan Sheets. Este equipo considera que, si ocurriera dicha recesión, será débil, “en la que el desempleo aumenta varios puntos porcentuales y la producción experimenta un par de trimestres consecutivos de caída [la condición que define una recesión técnica según la teoría económica]”.

“Todavía se puede evitar, pero eso requerirá que los shocks de oferta disminuyan [también los cuellos de botella en el comercio mundial por las restricciones sanitarias en China] y que la demanda resista”, concluyen. En ambos aspectos, España cuenta cierta ventaja respecto a las grandes economías de la eurozona.

Primero, nuestro país sufre un impacto directo menor del deterioro de la relación comercial con Rusia, ya que era muy reducida antes de la guerra, sobre todo frente a Alemania, por ejemplo. Segundo, la recuperación de la demanda sufre un retraso en España por el peso del turismo, que afronta este año el primer verano sin restricciones importantes desde 2020 y debería acelerar, incluso pese a las subidas de precios, mientras que el resto de la actividad muestra la misma tendencia en términos comparativos.



Así, nuestro país lidera las previsiones de crecimiento económico de la Comisión Europea, y tanto el Ejecutivo comunitario como el Banco de España ven la inflación controlada en 2023. Con estas previsiones, la institución que dirige Pablo Hernández de Cos mantiene la confianza en que España recuperará la actividad pre pandemia en la segunda mitad de 2023, en línea con el Gobierno y en contra del escenario más pesimista de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), con una visión de una inflación mucho más persistente.

Buena parte del optimismo respecto a la OCDE se basa, por un lado, en la llegada de turistas extranjeros y en la recuperación del gasto de estos visitantes. Por otra parte, en las inversiones, favorecidas por el Plan de Recuperación. También en la previsión de que los cuellos de botella en el comercio mundial “se solucionen en 2023”. Y, por último, en que el consumo privado, el factor más retrasado en la reconstrucción tras la pandemia, acelere gracias al ahorro acumulado y “al dinamismo del mercado laboral”.



La recuperación total del gasto de las familias es, por tanto, clave para España, y el encarecimiento de los préstamos y las hipotecas y de la financiación en general la amenaza, según reconoció recientemente el propio Banco Central Europeo (BCE), que ha iniciado ya el proceso de endurecimiento de la política monetaria para dejar de alimentar la inflación.

Este mismo miércoles, el vicepresidente de la institución, Luis de Guindos, reconoció que la subida de los tipos de interés y el aumento de los precios van a provocar que los hogares tengan una menor renta disponible y, con ello, mayores problemas para afrontar las deudas. Por esta razón, solicitó a los bancos a aumentar las provisiones porque la morosidad “va a subir”.

Son muchos los expertos que niegan que la subida de los tipos de interés sirva para reducir los precios cuando la escalada está originada en la energía. “No tiene ningún sentido. ¿Cómo resuelve una subida de 50 puntos básicos [algunos miembros del BCE han pedido este medio punto de incremento de golpe ya en julio, tras los 0,25 ya comprometidos en junio] el problema geopolítico del conflicto ucraniano? ¿Cómo consigue que baje el petróleo?”, arguye el economista Stuart Medina Miltimore.

Nacho Álvarez, que presenta las mismas dudas, esgrime una razón por la que sí tendría sentido una subida de los tipos de interés. “La Fed (el banco central de Estados Unidos) lo está haciendo. Una mayor rentabilidad de los títulos de deuda norteamericanos atraerá capitales desde la UE. Para comprar bonos americanos, habría que ir al mercado de divisas y cambiar euros por dólares, lo que depreciaría el euro. Y como pagamos la energía importada en dólares, un euro depreciado encarecería las compras de energía y el shock inflacionista se podría agravar. En todo caso, este motivo no creo que compense los importantes riesgos”, explica el economista.

“A corto plazo, la combinación de una inflación más elevada (que erosiona las rentas reales de hogares y empresas) y un aumento de los tipos de interés podría hacer que los agentes en situación más vulnerable pudieran experimentar mayores dificultades para hacer frente al pago de las deudas (y, como resultado, ver limitados sus niveles de gasto)”, añade el Banco de España.

Otros riesgos

“El ritmo de ejecución del programa Next Generation [el Plan de Recuperación] también supone una fuente de incertidumbre adicional en los próximos trimestres. En este sentido, la escasa información disponible sugiere la posibilidad de que se produzca un cierto retraso en la ejecución del gasto con respecto al calendario considerado en las proyecciones”, continúa la institución.

Este martes, Cristina Herrero, presidenta de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), ha criticado precisamente el modelo de información del Gobierno sobre los avances en el Plan de Recuperación. “Además, la incertidumbre existente acerca del despliegue efectivo de los proyectos ligados al programa Next Generation podría comportar retrasos en algunas decisiones de inversión privada, como sugiere la información cualitativa recibida por el Banco de España a partir de sus contactos telefónicos con un conjunto de empresas no financieras de nuestro país”, remata.

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