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El criptopánico se apodera del mercado tras la caída de luna: ¿por qué huyen los inversores?

La divisa digital ha pasado de valer 20.000 millones a casi cero en solo unos días y el bitcoin ha llegado a perder un 17% en menos de una semana

Luna crash
Fernando Hernández Puente
Álvaro Sánchez

El futuro puede ser un lugar demasiado lejano para algunos inversores en criptomonedas. El derrumbe de buena parte de las divisas digitales en los últimos días está sembrando dudas en muchos de los que les auguraban un brillante porvenir en el que estarían destinadas a sustituir al dinero tradicional y romper el monopolio de los bancos centrales. La práctica desaparición de luna, que ha protagonizado uno de los peores fiascos de la industria al pasar de valer 20.000 millones de dólares (19.200 millones de euros) a casi cero en solo unos días, ha dejado un reguero de damnificados y un contagio a las principales criptomonedas: el bitcoin ha llegado a dejarse un 17% en solo cinco días, y ethereum, la segunda en importancia, un 23% —este viernes, en un ambiente de alta volatilidad, ambas rebotan más de un 10%—.

¿Por qué han caído?

El desencadenante de la crisis ha sido la pérdida de paridad con el dólar de la stablecoin terraUST. Esta moneda estable estaba asociada al billete verde mediante un algoritmo que se ha demostrado ineficaz, lo que de inmediato provocó un efecto dominó que se ha llevado por delante a luna, su moneda hermana, y ha contagiado a otras muchas por la pérdida de confianza. Enrique Moris, inversor profesional en Bolsa y criptomonedas, ve normal que se produzca el arrastre. “Ha cundido el pánico y lógicamente todo el mercado se ha contagiado. Haciendo una mala comparación, si el día de mañana Facebook o Apple cayeran el 99% pasaría lo mismo y la gente se replantearía sus inversiones en otras tecnológicas”. Sin embargo, este experto cree que con el tiempo el mercado hará distinciones. “Que haya ocurrido eso en luna no significa que vaya a pasar en el resto de criptomonedas. Están vendiendo bitcoins pese a que no tiene nada que ver”, opina.

¿Es el principio del fin de las criptomonedas?

Todas juntas, las criptomonedas valen 1,2 billones de dólares, según el portal CoinMarketCap, por lo que pese al varapalo tienen todavía una capitalización equivalente a la de Amazon. En el caso del bitcoin, ahora se cambia por cerca de 30.000 dólares, niveles similares a los del verano de 2021, pero la velocidad del descenso ha provocado inquietud. El llamado cryptocrash de estos días, por tanto, aunque redunda en una pérdida de credibilidad, no supone su final. De hecho, el bitcoin llegó a caer en 2018 un 80%, un porcentaje muy superior al de ahora. Más tarde, fue capaz de recuperarse por completo y marcar nuevos máximos. A esos precedentes se aferran sus defensores en medio del pánico vendedor, aunque la historia no tiene por qué suceder igual. Incluso si logra recuperarse y volver a máximos en un futuro, en el camino muchos inversores habrán perdido, porque como apuntaba el economista John Maynard Keynes “el mercado puede permanecer irracional más tiempo del que usted puede permanecer solvente”. Esto es, puede que haya quien necesite sacar el dinero antes para cubrir sus gastos o porque considere las pérdidas excesivas.

En momentos de dificultades como el actual, propiciado también por el fin del dinero barato de la Reserva Federal estadounidense, inmersa en un programa de subida de tipos de interés, uno de los gritos de guerra más repetidos entre los pequeños inversores que apuestan por las criptomonedas es el de holdear, es decir, aguantar el chaparrón sin vender. Moris sostiene que el caso de luna deja una lección al respecto: “Holdear hasta dentro de 10 años bajo la tesis de que el día de mañana vas a ganar más dinero si tienes paciencia no funciona en el mundo cripto, porque hay proyectos que pueden caer un 99% como ha ocurrido con luna”. La falta de cultura financiera está en ciertos casos detrás de las cuantiosas pérdidas de los pequeños ahorradores. “Hay gente que entra nueva en el mundo de la inversión, y porque un proyecto esté entre los 10 mayores ya da por hecho que mañana va a valer más”, detecta Moris.

¿Corrección puntual o desplome?

Los altibajos del bitcoin y otras criptomonedas no son nuevos. Desde su nacimiento, hace más de una década, la dificultad para saber cuál es su valor real ha provocado fuertes oscilaciones. En sus inicios, las fuertes revalorizaciones contribuyeron a apuntalar la leyenda de que era una forma relativamente sencilla de multiplicar los ahorros. Pero los beneficios pasados no garantizan los futuros. En su valor actual confluyen expectativas sobre su uso venidero que no están confirmadas, y ciertas dosis de lo que entre los pequeños inversores se denomina FOMO, siglas en inglés de fear of missing out —miedo a perderse algo, en este caso una hipotética jugosa ganancia—. La diferencia de opiniones es abismal. Entre los expertos hay quienes creen que el único motivo por el que suben es que otro las compra, y otros que ven en ellas una reserva de valor que solo está en sus inicios. Cuando el bitcoin tocó máximos cerca de 68.000 dólares en noviembre de 2021, estos últimos parecían reforzados, pero ahora sucede lo contrario.

¿Qué pasa con los que han perdido?

Los miles de pequeños inversores que confiaron su dinero a luna o terraUST no tienen ningún medio para recuperar lo perdido. Las criptomonedas son ahora mismo activos de alto riesgo que se mueven en algo parecido a un salvaje oeste financiero. Y los mensajes de aquellos que han visto evaporarse en pocos días lo acumulado durante meses o años inundan redes como Twitter o Reddit. El caso sí puede alentar un mayor interés de las autoridades por regular su funcionamiento. La secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, así lo ha solicitado en las últimas horas. Y la Unión Europea está ultimando una regulación que debería estar lista a finales de año.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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