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Sánchez llama al orden a los ministros del PSOE para intentar sostener la legislatura

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El presidente pretende seguir gobernando hasta finales de 2023. Desde Moncloa descartan la ruptura con Unidas Podemos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sale del palacio de la Moncloa.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sale del palacio de la Moncloa.EFE

Hace tiempo que La Moncloa aprendió a convivir con las magulladuras que supone una coalición. Las tensiones o choques con los ministros de Unidas Podemos cada vez consumen menos tiempo y energía en el sector socialista. Pero lo que no gusta ni está dispuesto a consentir Pedro Sánchez es que esas magulladuras se produzcan entre sus ministros, fuego amigo entre socialistas, como ha ocurrido en los últimos días a propósito del caso Pegasus.

Todo el asunto del espionaje y la respuesta de los independentistas y del propio Gobierno a ello ha supuesto un duro golpe para la legislatura, que pende cada vez más de un alambre. Sin embargo, el jefe del Ejecutivo está decidido a agotar su mandato hasta finales de 2023. Asume los problemas que puedan surgir con Unidas Podemos y los que sucesivamente se producen con los socios, pero no quiere que haya choque entre sus ministros que hagan aún más inviable el propósito de no tener que convocar elecciones anticipadas.

En el complejo presidencial no gustan que las discrepancias o las tensiones entre los ministros del PSOE se aireen en la escena pública. Entienden que ésa es una estrategia de subsistencia y protagonismo de Unidas Podemos, pero no de ellos. De ahí que esta semana, después de que se evidenciara el choque entre el titular de Presidencia, Félix Bolaños, y la de Defensa, Margarita Robles, sobre quién es el responsable de la seguridad de los teléfonos de los miembros del Consejo de Ministros -y en particular del de Pedro Sánchez-, la orden trasladada fuera la de la mostrar «unidad», «trabajo en equipo» y «responsabilidad compartida». Así lo hicieron al unísono Bolaños y Robles, dos personas muy cercanas al presidente y valoradas por éste.

«Bajar decibelios» es lo que ha pedido Sánchez. Ya en la amplia remodelación del Gobierno que hizo el verano pasado mostró que los ministros u otros cargos que mantienen conflictos malamente disimulados tienen muchas opciones de caer. La relación entre el jefe de Gabinete de Moncloa, Iván Redondo, con la entonces vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y con el ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, era a todas luces mejorable. Se limitaba a lo estrictamente profesional y escondía pugnas por cuotas de poder. Los tres salieron del Gobierno.

Por tanto, no está en el escenario de hoy de Sánchez un adelanto electoral. Ni siquiera lo está conceder a los independentistas la cabeza de Margarita Robles, que se ha convertido para los socios en la bestia negra del PSOE a derrotar y cuya dimisión ha reclamado la última semana hasta Unidas Podemos por ser la supuesta responsable del espionaje a Pere Aragonès y otros 17 separatistas.

Continuas discrepancias

Tampoco hay posibilidades inmediatas de una ruptura con Unidas Podemos. El presidente del Gobierno tiene el compromiso de Yolanda Díaz, líder del bloque morado en el Ejecutivo, de que no habrá ruptura y sus cinco ministros seguirán en sus puestos -ella misma, Ione Belarra,Irene Montero,Alberto Garzón y Joan Subirats-. Eso a pesar de las continuas discrepancias -en asuntos económicos, en Ucrania, en el Sáhara, en el espionaje...- y aunque en Podemos el debate sobre la ruptura con Sánchez haya estado por momentos encima de la mesa.

«Diálogo, negociación y acuerdo» son los pilares sobre los que La Moncloa quiere apoyarse para tratar de llegar hasta finales de 2023. La estrategia pasa por trasladar que, pese los retos vividos en la legislatura -la pandemia, la tormenta Filomena, la erupción del volcán de La Palma,la guerra en Ucrania...- hay estabilidad. «Es muy importante que España haya recuperado la estabilidad, con elecciones cada cuatro años y que cada ejercicio contemos con Presupuestos», han repetido en más de una ocasión desde La Moncloa.

Por eso la imagen de pesos pesados del Gobierno como Félix Bolaños y Margarita Robles protagonizando un choque ni gustaba ni se quería. Rompía esa imagen de estabilidad del PSOE y complicaba un escenario ya de por sí difícil, con los socios nacionalistas poniendo en jaque la legislatura, no garantizando sus votos en el Congreso, que precisamente son necesarios para lograr esa estabilidad parlamentaria.

La pretensión es reconducir la relación con ERC. Aunque los republicanos consumaran su amenaza y dejaran de dar soporte estructural al Gobierno en el Congreso, desde La Moncloa esgrimen que en diferentes ocasiones han sido ya capaces de armar mayorías alternativas, no sin sufrimiento e incógnitas, eso sí. Por tanto, explican, se ha demostrado que los republicanos pueden perder su papel de determinantes.

«La legislatura para el Gobierno se mide en términos de aporte al país, de seguridad y de tranquilidad para la ciudadanía. Hemos gestionado momentos muy duros y lo hemos hecho con determinación. Queremos culminar este trabajo porque se lo merecen los españoles», expuso recientemente la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez. El propio Sánchez, el viernes en Barcelona y ante Aragonès, habló de «horizonte de la legislatura» y de que se superarán las «turbulencias» actuales.

Por tanto, a día de hoy se desoyen los cantos de adelanto electoral, a los que también se ha sumado Alberto Núñez Feijóo. «Quien crea que ha empezado la precampaña, se le ve a hacer largo», advierten desde La Moncloa, donde manejan datos demoscópicos que situarían ya al líder del PP al nivel de Sánchez en respaldo electoral. Tampoco se considera la coyuntura actual de crisis económica como ventana de oportunidad.

Las próximas elecciones en Andalucía son una prueba de fuego para el PSOE, para constatar el desgaste y qué respaldo tiene la gestión de gobierno en Madrid. Es un termómetro clave para los socialistas. En el partido advierten de que una prueba de que la marca sufre deterioro es que Ximo Puig, uno de los principales barones, ha rechazado adelantar comicios pese a que muchos lo veían como vía para tratar de romper la tendencia ganadora del PP en Madrid, Castilla y León y, seguramente, Andalucía.

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