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Educación

La desnutrición crónica acecha a menores de 5 años en la mayoría del país

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El 40,6 % de los departamentos reúnen condiciones para que este mal afecte a los más pequeños.

La Secretaria de Salud de Taraira tiene la imagen viva en su cabeza. Hace más o menos 8 años, habitantes del casco urbano alinearon sus motos con las luces encendidas y otros más prendieron sus linternas para alumbrar la pista. Su propósito era que una avioneta pudiera aterrizar para llevarse a un bebé enfermo a Villavicencio, en el Meta.
Una pista de aterrizaje con normas mínimas, un hospital con más de una sala de atención y tres camas y un transporte frecuente son parte del rosario de necesidades de esta población de 2.215 habitantes, anclada en el Vaupés, cerca de Brasil y a dos horas en avioneta de Mitú, la capital del departamento.
Por eso cuando Nercy Aguirre conoció la noticia de que su municipio quedó en el último lugar del Índice de Desnutrición Crónica 2021, lo cual significa que reúne los factores determinantes para que su población menor de cinco años padezca esta enfermedad, quedó preocupada, pero atendió la información con reserva.
Si bien es cierto que podemos tener esos riesgos, cuando revisamos las estadísticas no vemos eso. Sí vemos falencias en la zona rural, la que corresponde al río Apaporis, donde viven diez comunidades indígenas que están muy distantes las unas de las otras y solo se llega por vía fluvial. Donde es muy difícil llegar con IPS y EPS para valorar a mamás en gestación y a niños en desarrollo, incluso para llevar los programas del ICBF”, explica la secretaria.
El Índice de Desnutrición Crónica fue creado en 2018 por la Fundación Éxito para suplir la necesidad que tiene Colombia de disponer de información periódica y desagregada sobre la desnutrición crónica o retraso en talla. Una enfermedad que debe ser tratada como un asunto de salud pública y desarrollo debido al gran impacto en el presente y futuro de una persona.
Según el reporte, si se presenta antes de los dos años y no es tratada puede significar, para quien la padece, 14 puntos menos de coeficiente intelectual; cinco años menos de educación, y 54 por ciento menos de salario cuando esté en la adultez, como explica el reporte de los hallazgos.
Sandra Restrepo, profesora de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia y coordinadora del grupo de Investigación, Alimentación y Nutrición Humana, explica que se trata de “una enfermedad silenciosa que representa para una persona menos posibilidades de superar la pobreza. Por eso los resultados del índice son una muestra clara de la inequidad social. El mapa en rojo en las regiones Amazonia, Orinoquia, Atlántica y departamento del Chocó son una alerta para quienes trabajan en política pública porque les señala los lugares donde deben enfocar las intervenciones que son en diferentes áreas”.
Recién nacido

Recién nacido

Foto:Yeraldín Lozano Cardona

El Índice de Desnutrición Crónica examinó 11 variables que no están relacionadas con la ingesta de alimentos, como podría pensarse, sino con diferentes factores que dan cuenta del nivel de desarrollo de un territorio como son bajo peso al nacer, proporción de nacimientos con menos de cuatro consultas antes del parto, afiliación al sistema de salud, partos atendidos por personal calificado, educación de la madre, calidad del agua y mortalidad en la niñez.
De acuerdo con Paula Escobar, directora de la fundación, “el índice responde a la necesidad de visibilizar que la desnutrición crónica es multicausal y por tanto se deben conocer esos determinantes para definir las acciones para su superación. Los resultados fueron clasificados en cinco categorías, según el riesgo que corren los territorios de presentarla: crítica, baja, media, satisfactoria y sobresaliente. Un total de 45 municipios, que representan el 4 por ciento, no fueron incluidos debido a la ausencia de datos en algunas de las variables analizadas”. 
Los datos evaluados evidencian que la mayoría del territorio colombiano está en riesgo de que su población menor de cinco años padezca los estragos de la desnutrición crónica. El 40,63 por ciento de los departamentos reúne las condiciones que hacen posible esta enfermedad y el 18,76 por ciento está en la cuerda floja, pues sus condiciones no son delicadas, pero pueden haberse agravado por la pandemia.

Los mayores riesgos en la Amazonia y Orinoquia

Taraira fue uno de los 1.076 municipios y corregimientos departamentales examinado y el que resultó con las condiciones más críticas. 78 por ciento de su población tiene Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), solo 21 por ciento de los niños nacidos vivos tuvo cuatro o más controles prenatales, 27,6 por ciento nacieron en una institución y la mayoría de las comunidades indígenas recoge agua lluvia o se abastece del río.
Niñez en Taraira, Vaupés

Niñez en Taraira, Vaupés

Foto:Secretaría de Taraira

La combinación de esos factores y otros más hizo que el municipio obtuviera cero puntos sobre 100, lo cual significa que tiene una amenaza alta de que su población menor de 5 años padezca esta enfermedad.
Al igual que la Secretaría de Salud, el alcalde de Taraira, Eliécer Cabrera, manifiesta su preocupación por la situación y expone una serie de condiciones que suponen diferentes riesgos a toda la población, no solo a los menores de edad.
El trabajo que se viene haciendo es grande, pero no es suficiente. En la zona del Apaporis viven comunidades indígenas con cientos de años de descuido y abandono, algo que no se puede subsanar de la noche a la mañana. Buscamos un apoyo del nivel central, de las entidades que tienen que ver con la atención a esta población, pero que se les consulte porque llegan productos y programas que no son apropiados para ellas por sus costumbres”, señala.
Emerson Castro, director del periódico Marandúa

Émerson Castro, director del periódico Marandúa, de Mitú.

Foto:Émerson Castro

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La falta del enfoque diferencial en los programas que llegan desde la capital del país lo explica Émerson Castro, director del periódico Marandúa de Mitú, con un ejemplo concreto: “El Programa de Alimentación Escolar les trae a los niños del internado arroz, granos y enlatados, cuando ellos no comen eso. Es como si a los de Bogotá los pusiéramos a comer gusanos y hormigas, que es lo que nosotros comemos”.
El internado es el único colegio público en el casco urbano con 500 estudiantes, los niños de la zona rural tienen 11 escuelas que el mismo alcalde califica de añejas.
“Tengo instalaciones que están para reparar, obsoletas y viejas, pero no hay capacidad sino para hacer remiendos con hoja de paja. No tienen internet, como tampoco tiene la Alcaldía. Y el centro de salud solo tiene una sala de hospitalización en la que están hombres, mujeres y niños.  Necesitamos mejorarlo. También necesitamos dotaciones por el río porque no tenemos puestos de salud. Cuando hay que trasladar a un paciente, toca horas o días por río porque no tenemos medio de transporte adecuado por la zona de Apaporis. No nos han autorizado utilizar una pista de aterrizaje que hay allí. La verdad, el abandono que tenemos a nivel general es muy grande. Nos defendemos con las uñas”.

El trabajo que se viene haciendo es grande, pero no suficiente. En el Apaporis viven comunidades indígenas con cientos de años de abandono, algo que no se puede subsanar de la noche a la mañana

La Secretaria de Salud pone un ejemplo más para evidenciar la falta de enfoque diferencial y el poco interés del Estado por esta región del país y es el no calcular los costos adicionales que implica realizar acciones de promoción, asistencia y atención en salud en las zonas de difícil acceso.
“Hacemos todo por llevar programas que beneficien a la niñez, pero los costos son muy altos y los contratistas trabajan a pérdida. Por ejemplo, para ir a Jotabeyá, la población más alejada, hay que pasar por dos o tres cachiveras (cascadas de gran fuerza) y para eso hay que bajarse de la lancha, recoger el motor y continuar. Es más o menos una semana de viaje y el galón de gasolina vale entre 20.000 y 28.000 pesos. El nivel de vida aquí es muy costoso. Una libra de carne puede valer 30.000 pesos, un huevo entre 1.000 y 1.200 pesos. El kilo de lo que se traiga en el avión DC3 cuesta 6.500 pesos. Eso hace que la canasta familiar sea costosa”.
Además de los niños de Taraira, por circunstancias similares de siglos de abandono del Estado, también están en peligro los menores de edad de Vichada, el departamento que tiene al ciento por ciento de sus municipios (cuatro en total) ubicados en categoría crítica. E igualmente los de Putumayo, Guaviare, Guainía, Casanare, Caquetá, Arauca, Amazonas, Cauca y Chocó donde la mayoría de los municipios quedaron con los puntajes más bajos en el Índice de Desnutrición Crónica y, por lo tanto, en las categorías crítica y baja.
La lista sigue con La Guajira, Magdalena y Cesar, en la región Atlántica, que tienen más del 70 por ciento de municipios en categoría crítica y baja, pero lo cierto es que 88,9% de los departamentos de Amazonía-Orinoquía está en categoría crítica y baja, es decir, es la región con el mayor número de territorios con los ‘ingredientes’ perfectos para la desnutrición crónica.
Eso quiere decir que en esos lugares los niños están creciendo sin lo que necesitan para su completo desarrollo como son la seguridad alimentaria, el agua potable, el acceso a la salud y la lactancia materna, entre otros factores”, explica la Directora de la Fundación Éxito.

Mejor preparados en las regiones Central y Oriental

En el otro extremo de esta situación están los departamentos mejor preparados para hacer frente a la enfermedad, los cuales se ubican en las regiones Central (100 por ciento de ellos) y Oriental (60 por ciento).
Es el caso del municipio de Sabaneta, en Antioquia, que quedó con 100 puntos sobre 100. Solo 1,6 por ciento de su población tiene NBI, 96,4 por ciento de los niños nacidos vivos tuvieron cuatro o más consultas de control prenatal, 100 por ciento de los partos fueron atendidos por un profesional calificado en una institución y 99,8 por ciento del territorio tiene acueducto y alcantarillado.
Escolares de Sabaneta

Escolares de Sabaneta

Foto:Alcaldía de Sabaneta

Es más, recientemente el municipio fue destacado con el Premio por la Nutrición Infantil de Fundación Éxito, por su programa Gestando una Infancia Feliz que está dirigido al bienestar de la primera infancia.
Santiago Montoya, alcalde de Sabaneta, cuenta que “el programa permite un acompañamiento profesional constante a madres gestantes y lactantes en temas de sicología, fisoterapia, nutrición y dietética. Adicionalmente, tenemos la cobertura nutricional que brindamos a la primera infancia en algunos hogares comunitarios y en los programas de alimentación escolar que tenemos implementados en todos los colegios públicos del municipio. El programa para nosotros es una prioridad. Buscamos que ningún niño en Sabaneta tenga condiciones nutricionales y de salud desfavorables. Ningún niño en Sabaneta se puede acostar con hambre”.
Escobar recalca que ni este municipio ni ninguno de los departamentos que tuvieron los mejores puntajes en el índice pueden cantar victoria. “Si bien cuentan con mejores condiciones para contrarrestar la desnutrición crónica o retraso en talla en niñas y niños menores de 5 años, para ellos sigue siendo un reto la disminución de las prevalencias de esta enfermedad, ya que al concentrar la mayor cantidad de población en primera infancia del país albergan un mayor número de niños con desnutrición crónica. De igual forma, tienen el desafío de asumir la desigualdad en cada municipio, entre zonas, por cuanto cuentan con programas exitosos que deben ser replicados para aumentar la cobertura”, asegura.
Además, hace una alerta: los datos recogidos y analizados son del 2019 porque son los únicos disponibles en este momento, una vez se conozcan las cifras de 2020, que reflejan los impactos de la pandemia, la situación, con seguridad, será peor de lo encontrado.

Inseguridad alimentaria, una bomba de tiempo

Precisamente, la encuesta Pulso Social del Dane acaba de notificar que la pandemia por covid-19 agravó la inseguridad alimentaria de los niños, pues 30 por ciento de los hogares de Colombia se alimenta menos de tres veces al día. Al inicio de la pandemia 91 por ciento de los hogares consumía tres comidas al día, cifra que hoy es 70 por ciento.
En ciudades de la costa Atlántica la situación es más grave. En Cartagena, por ejemplo, solo 31 por ciento de los hogares consume tres comidas, en Barranquilla es apenas 33 por ciento y en Sincelejo 41 por ciento. Para el caso de Bogotá, el resultado está por debajo del promedio nacional con 65 por ciento, cuando antes de la pandemia era 89 por ciento.
Restrepo, quien realiza investigaciones en nutrición, cuenta con preocupación que en indagaciones que está realizando con adolescentes ha encontrado que en el último año han perdido entre 6 y 15 kilos por falta de alimentación a causa de los problemas económicos de sus familias. También han tenido que dejar de estudiar para recorrer las calles pidiendo comida. Sus mamás han puesto como estrategia que los niños se levanten de la cama a las 11 mañana con el fin de que no quemen energías y solo darles dos comidas al día.

Ojalá todos pensáramos que cuando un niño no come no solo pierde peso, estatura y desarrollo cognitivo, también pierde las ganas de vivir

“Nos preocupa también que antes de la pandemia, por ejemplo en Antioquia, 80 por ciento de las mujeres embarazadas y 80 por ciento de las lactantes tenían tres comidas al día, cómo estaremos ahora. Es importante que toda mujer gestante y que amamanta se alimente bien. Investigaciones de alto nivel han demostrado que lo que pasa en la gestación y en la lactancia tiene efectos a lo largo de la vida. Lleva a un futuro saludable o cargar con enfermedades”, asegura.
Finalmente, señala que el Programa de Alimentación Escolar (PAE) ha sido en este año y medio de crisis una salvaguarda no solo de estudiantes, también de sus familias que han podido consumir una comida pequeña al día para no morir de hambre. Por eso debe mantenerse con monitoreo y vigilancia.
“Ojalá todos pensáramos que cuando un niño no come no solo pierde peso, estatura y desarrollo cognitivo, también pierde las ganas de vivir. Que un padre o una madre que no puede darle un pan a sus hijos está en la miseria. Todo eso es una bomba de tiempo que buscará una salida”.

Esto recomiendan los expertos

*Hacer un acompañamiento del nivel nacional a los territorios críticos para estructurar sus políticas de primera infancia, salud y seguridad alimentaria, que incluya asistencia técnica y recursos para implementarlas.
*Que organizaciones de los gobiernos nacional y locales trabajen de manera coordinada para asegurar la solución de necesidades básicas como agua potable, seguridad alimentaria y acceso al servicio de salud.
*Incluir la desnutrición crónica como una de las variables obligatorias de registro en los sistemas de vigilancia en salud, así como otros indicadores nutricionales.
*Actualizar las cifras de nutrición en el país, las últimas son de 2015 con la Encuesta Nacional de Situación Nutricional; esta se hace cada cinco años, pero en 2020 no se llevó a cabo por la pandemia.
*Establecer un plan de intervención de alto efecto en los departamentos y municipios donde podrían conjugarse las mayores prevalencias de desnutrición, inseguridad alimentaria y niveles de afectación por covid-19. Según el Índice, estos son:
Región Amazonía y Orinoquía: Guainía, Amazonas y Vichada.
Región Atlántica: Magdalena, Cesar y La Guajira.
Región Central: Risaralda, Huila y Tolima.
Región Oriental: Norte de Santander y Meta.
Región Pacífica: Chocó, Cauca y Nariño.

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ÁNGELA CONSTANZA JEREZ
Especial para EL TIEMPO
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