Auditoría climática

Los países ricos olvidan sus promesas y vuelven a contaminar más de la cuenta

Las emisiones de gases de efecto invernadero repuntan en todos los países del G20, destaca el último Informe de Transparencia Climática

El análisis concluye la falta de compromiso climático expone al planeta a un calentamiento global extremo

Central térmica de carbón de Belchatow (Polonia), la más grande de este tipo en Europa.

Central térmica de carbón de Belchatow (Polonia), la más grande de este tipo en Europa. / Reuters

Valentina Raffio

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Los países más ricos del planeta, responsables de hasta el 75% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, vuelven a romper sus promesas contra la crisis climática y protagonizan un nuevo aumento en los niveles de polución global. Según desvela el último Informe de Transparencia Climática de 2021, publicado este mismo jueves, la falta de compromiso climático de los países del G20 impulsa el avance del calentamiento global extremo y expone al planeta a una crisis climática sin precedentes.

El análisis, realizado por un consorcio de entidades ecologistas de todo el mundo, pone todas las cartas sobre la mesa a tan solo tres semanas del inicio de la Cumbre del Clima de Glasgow (COP26). Las emisiones de los países del G20 han vuelto a repuntar. Tras un 2020 marcado por una pandemia de covid-19 que logró un descenso del 6% en las emisiones de dióxido de carbono, los registros confirman que el 2021 ha arrancado con un repunte de hasta el 4%. Todo apunta que China, India, Indonesia y Argentina podrían incluso superar sus registros de 2019, lo que marcaría nuevos récords históricos de contaminación en estos puntos del globo. La evaluación de las políticas ambientales suspende a todos los países del G20. 

No solo preocupa que la cifra de emisiones globales vuelve a subir. El informe apunta a que, en estos momentos, el principal problema es que los actuales niveles de emisiones (y las promesas de reducción de cara a las próximas décadas) siguen estando muy lejos de lo que se necesita para limitar el aumento global de las temperaturas por debajo de los 1,5 grados de media. De hecho, según apunta el análisis, incluso si los 175 países firmantes del Acuerdo de París respetaran sus compromisos al pie de la letra, el aumento global de las temperaturas seguiría rebasando los 2,4 grados de media. En lugares como España, así como en nuestros vecinos del Mediterráneo, en este escenario los termómetros podrían subir entre cuatro y siete grados. Y esto, a su vez, extremaría las sequías, el riesgo de incendios y los extremos meteorológicos

Falta de ambición climática

Un ejemplo clave para entender este problema es el caso de la Unión Europea. Los Veintisiete prometieron rebajar drásticamente sus niveles de emisiones para el año 2030, alcanzando una reducción del 55% respecto a los niveles de 1990, cuando se emitían una media anual de 2.325 megatoneladas de dióxido de carbono (MtCO2). Pero según apunta el análisis del Informe de Transparencia Climática, incluso si se consiguiera este objetivo, las emisiones impulsarían un calentamiento global por encima de 1,5 grados. Para evitar un aumento extremo de las temperaturas, apunta el estudio, las emisiones deberían caer como mínimo un 66%. Esto supondría una diferencia de al menos 686 megatoneladas de CO2 respecto a los cálculos iniciales de los Veintisiete. 

El diagnóstico de España no aparece en este informe, pues aunque el país participe en todas las cumbres del G20, técnicamente no es miembro oficial del organismo. Aun así, los registros de Naciones Unidas muestran que los umbrales de polución llevan al menos 30 años al alza. En 1990, España emitió 290.000 toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Tres décadas más tarde, en 2019, el país emitió un total de 314.000 toneladas más de gases contaminantes; un 5,6% menos que en 2018 pero un 8,5% más que en 1990. Según recoge un informe del Ministerio para la Transición Ecológica, este 2021 las emisiones de España deberían caer alrededor de 1000 toneladas. En el mejor de los casos, pues, estaríamos frente a una reducción de apenas un 0,3% respecto al año anterior. 

"Falta ambición climática", concluye el informe. Ejemplo de ello, la brecha entre las promesas de los países para conseguir "cero emisiones en 2050" y los planes que, efectivamente, están poniendo en marcha. Según recoge el análisis de las propuestas presentadas por los países del G20 de cara a la próxima Cumbre del Clima de Glasgow (COP26), solo seis de los 13 planes presentados hasta la fecha suponen un esfuerzo extra en la lucha contra la crisis climática. "Los miembros del G20 deben sentarse a negociar con objetivos más ambiciosos. El balón está claramente en su cancha", resume Kim Coetze, coordinadora del Informe de Transparencia Climática.

Dependencia de los combustibles fósiles

El problema de fondo, argumentan las entidades ecologistas, sigue siendo el mismo. Las economías siguen teniendo una dependencia extrema de los combustibles fósiles. Según estima el estudio, en los últimos cinco años, el consumo de carbón en los países ricos ha aumentado hasta un 12% en los países del G20. Este año, mientras las grandes economías intentan superar el socavón del covid, se prevé que esta cifra aumente un 5% más. Sobre todo en China, Estados Unidos e India, los principales productores y consumidores de combustibles fósiles del globo. Solo en 2019, calcula el informe, el G20 financión con 152 mil millones de dólares la producción y consumo de carbón, petróleo y gas

¿Pero quién es, en última instancia, culpable de este aumento? ¿Industria o consumidores? Según argumenta la analista Angela Picciariello, de ODI Global, es complicado señalar un único responsable de este fenómeno. "Todo está relacionado. La industria de los combustibles fósiles crece porque hay demanda de empresas y usuarios. El problema es estructural", comenta la investigadora. En Europa, por ejemplo, la industria fósil cubre alrededor del 68% de las necesidades energéticas de los estados miembro, frente al 28% del peso que, hoy por hoy, tienen las energías renovables. Esto implica que la gran mayoría de actividades económicas se mantienen, directa o indirectamente, sobre un modelo altamente contaminante.

Uno de los sectores que más preocupa por su huella ecológica es el transporte. El diagnóstico de las emisiones de la Unión Europea concluye que la contaminación derivada del transporte ha aumentado del 17% al 28% entre el 2013 y el 2019. En estos momentos, los registros indican que en Europa hay alrededor de 532 vehículos por cada 1000 habitantes. La huella ecológica de coches, motos y autobuses suma alrededor de 1,6 toneladas de dióxido de carbono per capita (frente a la tonelada que, de media, se produce en los países del G20). A esto hay que sumarle los tres millones de kilogramos de emisiones generados por la industria de la aviación Europea, que ha crecido un 23% en los últimos 5%. En España, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica, los sectores más contaminantes siguen siendo el transporte (29%), las actividades industriales (20%), la generación de electricidad (13%) y la agricultura (12%).

"Los daños de la crisis climática se están acelerando exponencialmente. La gente está sufriendo las terribles consecuencias y necesita que las cosas cambien", argumenta Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. "Los países del G20 llegan muy tarde. Habrá que mover montañas para limitar el calentamiento global a 1,5 grados pero, afortunadamente, ahora mismo no es imposible. Solo necesitamos que los mayores emisores del mundo cumplan con sus tareas", zanja Laurence Tubiana, de la European Climate Foundation. 

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