Madrid.- Crear una escuela infantil especializada es una tarea laboriosa, con un alto grado de dificultad; y, una vez encarrilada, tampoco resulta fácil conseguir que se mantenga a flote sin descuidar la calidad de la enseñanza. Además, si la aventura empresarial tiene lugar en un país ajeno, la motivación y el empeño se ponen a prueba por partida doble a la hora de materializar la idea, sobre todo en tiempos de pandemia.

La mexicana Betty González era consciente de ello cuando se embarcó en un proyecto pedagógico que, en apenas tres años y salvando todos los escollos, incluido el Covid-19 , ha logrado afianzarse hasta convertirse en un centro de referencia en la comunidad de Madrid: Bosque Escuela Montessori .

El último obstáculo superado por la emprendedora: conseguir que este colegio infantil que tuvo su primera sede en el centro de la capital española, siguiera creciendo y ganando reputación a pesar de las sacudidas de la pandemia, la crisis económica y la incertidumbre social generada desde la aparición del virus a principios de 2020. Ello, a pesar también del desconocimiento popular del método Montessori, que en no está tan extendido como en otros países.

“Lo que me hizo lograr salir adelante es realmente estar haciendo lo que me apasiona y poder transmitirlo a las familias españolas, hacerles saber que sus niños eran queridos y estaban en un lugar atendidos y observados, lo que hizo que confiaran en mí luego de que llegaran a una escuela con un método distinto al que conocían, donde la directora era mexicana y se expresaba como tal”, relata Betty González en una entrevista con mantenida en las instalaciones del Bosque Escuela Montessori, donde se ultiman los detalles para iniciar el próximo curso.

La emprendedora reconoce los trastornos que ha producido la pandemia; pero también asume que la emergencia sanitaria contribuyó al fortalecimiento de sus planes educativos, luego de que tuviera que cerrar forzosamente su primer colegio cuando se propagó el Covid-19 en España, a pesar de que eran muy frecuentes las salidas al exterior.

El pasado mes de abril reactivó de nuevo la escuela Montessori para emplazarla esta vez en un entorno natural, junto a la sierra de Madrid.

“Para mí la pandemia en términos educativos fue de una ayuda enorme, porque ahora, afortunadamente, veo escuelas públicas que sacan a los niños al bosque, al parque, algo que para nosotros ha sido siempre indispensable. El ratio de alumnos bajó, y de algún modo (la pandemia) fue un empujón importante para las escuelas públicas de España, que estaban tan cerradas”, recalca.

Durante la gestión de su primer centro, nunca tuvo miedo del contagio entre niños o profesores porque pasaban la mayor parte del tiempo en la naturaleza, con independencia del estado del tiempo. Jamás se registró un solo caso de Covid-19, ni en los niños ni en las familias. Y para eso ayudó el espacio abierto, que pudieran respirar sin miedo a contagiarse.

“No hay mal clima, sino mala vestimenta”, subraya.

Desde sus circunstancias actuales, Betty rememora sus principios como emprendedora.

“El proyecto de crear una escuela surgió desde que era pequeñita, porque mi madre siempre me dijo que iba a ser educadora. Entonces visualizaba una escuela para niños que no tuvieran casa. Fue durante mi estancia en Costa Rica cuando surgió la idea de combinar lo Montessori, que el niño se autoconstruya, junto con la educación en la naturaleza y la conciencia plena, que implica estar presente con el niño y enseñarle a identificar sus emociones. A partir de ahí fue creciendo la idea”, explica.

Betty llegó a España hace cinco años y tras residir los dos primeros años en Barcelona se trasladó a Madrid, donde puso en marcha el proyecto Montessori con el que soñaba desde hacía años. Primero en el centro de la capital española; meses más tarde, y gracias sobre todo al boca a boca de muchos padres agradecidos, la escuela infantil se reinventó en una casa más amplia y rodeada de naturaleza, en las afueras de la capital española. Pero en el intermedio, recalca Betty, hubo que superar muchas dificultades.

“Primero adentrarme en la cultura, saber cómo las familias percibían la cultura Montessori en Madrid, partiendo de la base de que es una educación nueva en España, cuando no es malentendida, porque no se trata de que el niño haga lo que quiera, sino lo que adora y siempre con una guía, con límites y reglas, por etapas de desarrollo que cumplen desde luego con la curricula oficial. Libertad responsable en definitiva”, señala la pedagoga mexicana tras aclarar que también le costó mucho interpretar el lenguaje burocrático que se estila en el país ibérico, algo que logró finalmente tras cometer errores y pagar muchas multas.

Originaria de Ciudad de México, Betty es consciente de las adversidades en una época de recuperación a todos los niveles, pero encara el futuro con la misma ilusión con la que levantó el primer colegio Montessori después de llegar a España en busca sobre todo de calidad de vida para sus hijos adolescentes, algo que echaba en falta en Colombia, donde vivía últimamente con su familia.

“España era un país donde podíamos residir sin problemas, porque mi esposo que es mexicano, también tiene la nacionalidad española. Quería aterrizar mi proyecto en un país donde supiera que nos íbamos a quedar”, apunta.

Betty empezó estudiando Administración, pero se dio cuenta de que no era la carrera que la llenaba. Cuando tuvo sus dos hijos, y viviendo entonces en Costa Rica, decidió hacer la licenciatura en Educación Preescolar. Ya conocía la metodología Montessori, lo que la llevo a profundizar más en ese mundo.

Las familias aprecian mucho esa relación hogareña que se obtiene en los ambientes Montessori y en contacto con la naturaleza, partiendo de la base de que la educación privada en España y otros países es cara, por el alquiler de los espacios y todo lo que implica este tipo de proyectos, reconoce.

“Yo pensaba a veces que este proyecto ya lo hubiera sacado en México, simplemente por el lenguaje y saber cómo funcionan las cosas allá. Pero la seguridad y la libertad que se pueden tener acá en España desgraciadamente en México no se puede. Lo que destacaría es que en cualquier lugar del mundo en que uno emprenda se puede prosperar cuando encuentras tu pasión y tu proyecto desde el corazón”, apunta.

La educadora, que se esmera siempre por dar un toque mexicano a su escuela Montessori de Madrid, con manteles, sillas o vidrios soplados, se ve regresando a México mayor, muy mayor. Y establece una comparativa.

“Siento que en España se respeta un poco más a la mujer líder. En México falta todavía esa parte de que la mujer puede emprender y salir adelante. Es lo que nos han enseñado, pero como mujeres tenemos que darnos cuenta, acá o allá, de que se puede emprender sin barreras. Al final es el miedo lo que te frena” concluye.

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